Aunque Raphael celebra su cumpleaños en el mes de mayo, el cantante ha recalcado en más de una ocasión que el 1 de abril de 2003 volvió a nacer. Aquella fue la fecha de su trasplante de hígado, una operación realizada, con mucho éxito, en el hospital 12 de Octubre de Madrid. Una intervención que cambió su manera de mirar a la vida y le llevó a escribir, en colaboración con Luis del Val, ¡Quiero vivir!, un libro “honesto, profundo y emocionante” que salió a la luz dos años después de aquello (en abril de 2005). Fue entonces cuando Raphael recibió en su casa a ¡HOLA! y le contó al gran Tico Medina que escribirlo no había sido una tarea sencilla.
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“Me lo pidieron a los tres meses de aquello, en junio de dos mil tres, y yo dije que ni hablar, que era algo que sólo me pertenecía a mí y a los míos, a mí y a mi mujer, pero nada más, y me fui de gira. Pero me insistieron tanto, y además en el viaje, además de editoriales distintas y muy importantes, asociaciones de todo el mundo, porque creían que debía hacerlo; sobre todo, para ayudar a los que, como yo, se encontraran en un momento tan duro y tan difícil”, revelaba el cantante.
A corazón abierto, Raphael le contaba al periodista granadino que todo el proceso había “sido muy duro, porque los fantasmas no se van nunca. Parece que les estás provocando, que les retas. Sin embargo, ha merecido la pena”. Además, explicaba iba a donar sus derechos de autor a la Fundación Investigación Biomédica, hospital 12 de Octubre.
Y Tico Medina, con esa forma característica de escribir del que ha sido uno de los grandes contadores de historias, reflexionaba sobre todo aquello que el cantante, pese a haberse desnudado sobre el papel, guardaba en su interior y lanza la última embestida: “Y me pone el libro, su libro, de alguna forma también nuestro libro, en las manos. Todavía le pregunto si intuye algo del nombre de vida de aquel donante que le dio la vida. Me pone una mano sobre el hombro, el viejo hombro del viejo hombre que soy”. Y responde Raphael: “No he querido, no intuyo, no debo saberlo. Así está estipulado, y es un gran acierto, porque para mí es la mano de Dios, igual que el cirujano, igual que el donante, igual que la familia”.