Eran las seis y media de la tarde del 5 de junio de 1976. Rocío Jurado se casaba con Pedro Carrasco en Chipiona y decir que el enlace generaba expectación se queda corto. Aseguraban Juan Chávez y Manuel Gallardo, enviados especiales de ¡HOLA! para cubrir la boda, que aquel día no cabía un alma más en las calles -unas seis mil personas se acercaron a curiosear- y que todo Chipiona se había congregado en la pequeña plaza frente a la iglesia de la Virgen de Regla. Nadie quería perderse aquel ‘sí quiero’ de ‘la más grande’ y el boxeador.
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La novia, puntual, salió de su casa en un bonito carruaje tirado por cuatro caballos. Con mucha dificultad atravesó las calles atestadas y logró llegar a la iglesia, pero todavía quedaba lo más complicado: entrar. “Ante esta imposibilidad y viendo que pasaba el tiempo y la novia seguía bloqueada, se decidió cogerla en hombros y conducirla hasta el altar”, explica la crónica. Una vez dentro de la iglesia tampoco fue fácil que la ceremonia transcurriera con normalidad. El gentío, los gritos y la multitud de informadores originaron más de un contratiempo: varios testigos se desmayaron y el vestido de la novia sufrió varios desgarros. A pesar de los contratiempos, Rocío y Pedro lograron darse el ‘sí, quiero’ en una Misa flamenca oficiada por el reverendo Ángel Bercena -padre abad del santuario-, con ayuda del padre Angulo.
Una vez convertidos en marido y mujer, y antes de festejar el gran día con sus invitados, la pareja brindó, desde una plataforma, con la multitud que había querido acompañarlos. Y cortaron, frente a ellos, una enorme tarta nupcial. En aquel momento los asistentes pudieron ver con detalle el vestido Rocío. Se trataba de un imponente diseño de manga larga y cuello redondo, rematado por dos amplios volantes en el bajo y acompañado por una larga cola. Un guiño que recordaba a los trajes de flamenca. Para completar el peinado, Rocío eligió unas favorecedoras flores que decoraban su moño y daban un aspecto más moderno al velo.
Una vez concluidos los saludos, los recién casados se desplazaron a las bodegas de Pedro Domecq, donde esperaban sus invitados, entre los que se encontraban Juanita Reina, Paquita Rico, el embajador de Argentina, Victoriano Valencia acompañado de su esposa, Carlos Goyanes y Cari Lapique, entre otros muchos. Porque si cerca de seis mil personas se agolparon a las puertas de la iglesia, a la celebración acudieron unos tres mil invitados -solo estaba previsto que asistieran mil-, muchos de los cuales se quedaron de pie y sin poder disfrutar de la deliciosa cena. Eso sí, disfrutaron de una fiesta que se alargó hasta bien entrada la madrugada y en la que no faltó el flamenco.