Fue una boda por amor y solo por amor. Enrique y María Teresa de Luxemburgo hacían realidad su sueño de casarse el 14 de febrero de 1981, cinco años después de haberse conocido en la Universidad de Ginebra, en una boda de cuento de hadas. Como recuerda la Gran Duquesa en una entrevista en exclusiva en el último número de ¡HOLA!, “yo no pertenecía a la realeza y eso, que hoy en día parece normal, en aquel momento era excepcional”.
Por eso, en el 40 aniversario de los Soberanos de Luxemburgo, cobra especial significado esta frase de la crónica del enlace en ¡HOLA!, testigo directo, como en tantas ocasiones, del gran acontecimiento: “Como elocuente y expresiva demostración de que se trataba de un matrimonio por amor, los jóvenes novios escogieron para casarse la significativa fecha de San Valentín, conmemorativa del Día de los Enamorados”.
“En una gélida pero luminosa y soleada mañana (...) una cubana criolla descendiente de españoles, concretamente de santanderinos, se ha convertido en la princesa heredera de uno de los tres países más ricos del mundo -los otros dos son Kuwait y Suiza- a pesar de su pequeña dimensión geográfica, al contraer matrimonio con el príncipe heredero de Luxemburgo”, rezaba el texto, que subrayaba también el deseo de los padres del novio, los grandes duques Juan y Josefina Carlota: “Que la boda de su hijo se celebrase en un ambiente y en un marco lo más sencillo posible, a pesar de que entre los invitados se encontraban numerosos soberanos y príncipes de la Vieja Europa”.
Los reyes Balduino y Fabiola de Bélgica , tíos del novio; la reina Margarita de Dinamarca y su marido, el príncipe consorte Henri; la reina María José de Italia, tía-abuela del novio; los príncipes Raniero y Grace de Mónaco; el rey Olav de Noruega, el duque de Edimburgo; los Príncipes herederos de Liechtenstein, la princesa Margarita de Holanda y su marido, Pieter van Vollenhoven; la princesa Cristina de Suecia y su marido, Tord Magnuson; la infanta Margarita y su marido, el doctor Carlos Zurita, en representación de los Reyes de España, así como Paola y Alberto de Lieja y su hijo, el príncipe heredero de Bélgica, entre otras muchos miembros de la realeza asistieron a la boda, que tuvo lugar en la catedral de Nuestra Señora del Gran Ducado.
“Mi marido y yo nos queremos más que el primer día. Hemos crecido juntos, hemos evolucionado y hemos sabido ayudarnos el uno al otro”
Previamente, la pareja había contraído matrimonio civil en el palacio ducal, una ceremonia a la que “solo la familia e invitados reales y principescos asistieron, mientras que el resto de los invitados pudieron seguir el desarrollo de la misma a través de numerosas pantallas de televisión estratégicamente colocadas en el interior de la catedral”.
“Eran las once de la mañana cuando el novio llegaba a la catedral dando el brazo a su madre y madrina, la Gran Duquesa, que vestía un modelo de Chanel”, destacaba la crónica de ¡HOLA!. “ María Teresa, que lucía un vestido nupcial diseñado por Balmain, en seda natural ribeteado de armiño, con gran velo de tul e incrustaciones de encaje de Manila, perteneciente a su familia, y diadema y pendientes de diamantes, hizo su entrada del brazo de su padre y padrino tras haber sido recibida a la entrada por el nuncio apostólico de Luxemburgo, asistido por el vicario general, reverendo Matthias Schiltz, y el capellán de la Corte, fray George Vuillermoz”.
Para su gran día, la novia se coronó con la tiara del Congo , la diadema que la gran duquesa Josefina Carlota había recibido de la entonces colonia belga como regalo por su boda con el gran duque Juan, celebrada treinta años antes de la de su hijo. La pieza está compuesta por dos hileras de diamantes tallados en talla brillante que se acoplan a una hilera central de diamantes en talla baguette. Un total de 161 piedras montadas sobre platino ornamentan esta joya de la prestigiosa firma parisina Van Cleef & Arpels.
“La misa nupcial discurrió con música de Franck, Vivaldi, Haendel, Torelli, Scarlatti, Schubert, Mozart, Bach, Mertens, Barthel, Zinnen y Widor. Cuando el nuncio pidió el sí al novio, el príncipe Enrique se volvió respetuosamente hacia sus padres para solicitar su consentimiento, que recibió con una leve inclinación de cabeza y una emocionada sonrisa. Los novios, ya convertidos en marido y mujer, y María Teresa Mestre, en princesa heredera del Gran Ducado de Luxemburgo, abandonaron sobre las 12:30 el templo bajo un arco formado por los sables de los oficiales, compañeros del novio”.
“Minutos después tenía lugar en la balconada del palacio una simpática escena protagonizada por los recién casados, que salieron ante el clamor del público congregado frente al palacio. Los príncipes Enrique y María Teresa correspondieron a las muestras de afecto de los luxemburgueses, que les pidieron que se besaran. El joven esposo, con un gesto entre tímido y nervioso, les dijo que sí, pero dentro y más tarde. Ante la insistencia de los ciudadanos, besó cariñosamente a su esposa. Beso al que siguió la ovación de los testigos”.
Aunque han pasado cuarenta años de aquel día en el que el amor cambió para siempre el destino de una joven cubana criolla, hoy la gran duquesa María Teresa asegura en las páginas de ¡HOLA!: “Mi marido y yo nos queremos más que el primer día. Hemos crecido juntos, hemos evolucionado y hemos sabido ayudarnos el uno al otro, impulsándonos hacia arriba, de manera positiva”.