Aunque se encuentren en etapas vitales muy distintas en la actualidad, Isabel Preysler y Carmen Martínez-Bordiú han compartido muchas similitudes a lo largo de los setenta años que ambas acaban de cumplir, con sólo ocho días de diferencia. “Tenemos la misma edad, las dos nos hemos casado varias veces, las dos hemos sido madres y las dos hemos pasado por momentos difíciles. Visto así, desde luego que hay un cierto paralelismo”, confesaba Carmen en 2014, mientras realizaba un posado excepcional para ¡HOLA!, junto a su incondicional amiga, con la que ha compartido aventuras hace más de medio siglo.
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Sus caminos se cruzaron poco después de que Isabel tuviera que abandonar su Filipinas natal, a finales de los sesenta, por cuestiones sentimentales. Tal y como ella misma nos reconocía en su última entrevista, sus padres la enviaron a España, con solo diecisiete años, para alejarla de su novio, al que consideraban que “no era adecuado” para ella. De esta forma, Preysler decidió estudiar Secretariado en Madrid, instalándose en casa de sus tíos Tessa Arrastia y Miguel Pérez Rubio, quienes, dada su estrecha relación con los embajadores de Filipinas en nuestro país, se codeaban con las familias más importantes de entonces.
Tras su llegada a Madrid, Isabel Preysler no tardó en hacer buenas migas con Carmen Martínez-Bordiú
Para que Isabel pudiera entablar amistades con otras chicas de su edad, su tía Tessa pronto invitó a tomar té a algunas jóvenes de la alta sociedad. Así conoció a Chata López Sáez, hija del general López Sáez, y a su íntima Marta Oswald, hija del financiero suizo Victor Oswald –que terminaría casándose con el marqués de Santa Rita–. Las dos formaban parte del círculo de Carmen Martínez-Bordiú –quien, en esos momentos, acaparaba portadas por su primer amor de juventud, el jinete Jaime Rivera–, por lo que Preysler no tardó en hacer buenas migas con la nieta de Franco. Junto a estas nuevas compañías, Isabel comenzó a aparecer en actos sociales de Madrid, donde siempre llamaba la atención por su buena educación y su exótica belleza. Cierto es que los testimonios de la época coinciden en que se mostraba muy tímida en un principio, aunque las mismas fuentes también apuntan que ganó soltura rápidamente.
Preysler vivió aquellos primeros días en España como una auténtica revolución: mientras que en Filipinas, su familia la mandaba a las fiestas “con chaperona”, al llegar a Madrid, “todo cambió. Podía salir y entrar y no pasaba nada. Me encontré con la libertad”, acaba de confesar Isabel en su última entrevista a ¡HOLA!. Incluso, llegó a subirse a una pasarela, de manera muy excepcional, como recogió el periódico Ya, en mayo de 1970. “Seis señoritas de la alta sociedad madrileña, Chata López Sáez, Marta Oswald, Mariola Martínez-Bordiú –la primera de los seis hermanos de Carmen–, su prima Isabel y Piluca Villoslada, y una desconocida de Filipinas –sí, ella–, exhibieron siete vestidos en un desfile de modelos. Fue presidido por la marquesa de Villaverde y su primogénita, Carmen Martínez-Bordiú”, rezaba la crónica del citado medio.
Isabel y Carmen se hicieron inseparables, y se dejaban ver en exclusivas fiestas
Por otro lado, las dos inseparables amigas empezaron a dejarse ver en las exclusivas fiestas comerciales que se celebraban en la Casa de Campo. “Las organizaban todas las bodegas y tenían mucho glamour, porque no sólo iban clientes sino toda la alta sociedad”, nos explica el empresario Tomás Terry, perteneciente a la célebre familia andaluza de bodegueros. Precisamente, él fue quien se encargó del cóctel que cambiaría la vida de Preysler para siempre. Es donde ella conoció al hombre que se convertiría en su primer marido, Julio Iglesias, quien se quedó prendado de ella nada más verla. “Yo llevé a Julio a esa fiesta y fui quien les presenté”, recuerda el relaciones públicas Julio Ayesa a ¡HOLA!
Celebrado en 1970, dentro de la Feria de Campo, el mencionado evento reunió a todo tipo de personalidades: de Lola Flores a Fernando Falcó, el recientemente desaparecido marqués de Cubas,pasando por Lucía Bosé, Natalia Figueroa, el torero Antonio Ordóñez, Paco de Lucía, el matrimonio formado por Concha Márquez Piquer y el torero Curro Romero o los padres de Cari Lapique, que eran el afamado abogado y empresario Manuel Lapique Quiñones y Caritina Fernández de Liencres –conocida en la época como Cari Córdoba, por ser hija del marqués de la Casa Real de Córdoba–. Pero, el embelesado Julio Iglesias, que ya tenía concluida su carrera deportiva y despegaba como cantante, acaparó la atención durante la velada. “Como siempre llevaba una guitarra, se puso a cantar Gwendolyne, que era la canción de moda en ese momento –el tema representó a España en Eurovisión en aquel 1970–. Pronto las jóvenes rodearon a Julio, como Isabel, Carmen y todas sus amigas”, nos apunta Tomás Terry, antes de contar otra simpática anécdota de la velada: “Cuando Julio terminó, Lola Flores se animó y dijo: ‘Ahora voy yo con mi versión de Gwendolyne’. La cantó muy flamenca y fue muy divertido. La gente empezó a bailar, como la madre de Cari Lapique, que bailaba de maravilla, pero no Carmen y Isabel, que eran más tímidas”.
Confidentes y vecinas en el mismo edificio
Al año siguiente de la fiesta, el 20 de enero de 1971, Preysler contrajo matrimonio con Julio Iglesias, en la localidad toledana de Illescas. Por su parte, Martínez-Bordiú se casó el 8 de marzo de 1972 con Alfonso de Borbón y Dampierre , duque de Cádiz –y primo de don Juan Carlos–, en una ceremonia celebrada en El Pardo. En contra de lo podría parecer en un principio, ambas estrecharon sus amistades estando casadas y con hijos –Isabel ya era madre de Chábeli, Julio José y Enrique, mientras que Carmen había tenido a Francisco de Asís y Luis Alfonso–. Todo porque, a mediados de los setenta, se mudaron al mismo edificio, al número 31 del madrileño Paseo de San Francisco de Sales, y vivieron, literalmente, la una pegada de la otra: Preysler residía en el quinto piso y su amiga Bordiú, en el cuarto, en un inmueble que había recibido como regalo de boda de parte de su abuela. “Nos veíamos todos los días porque ella pasaba mucho tiempo sola. Julio siempre estaba de gira. O ella bajaba a mi casa o yo subía a la suya”, recordaba Carmen de esa época, en las memorias que escribió para ¡HOLA!, en 1996. Por su parte, la nieta de Franco también vivía los constantes viajes de su marido, entonces presidente del Instituto de Cultura Hispánica –motivo por el que visitaba Latinoamérica con asiduidad– y de la Federación Española de Esquí.
A medida que crecieron los problemas en sus respectivos matrimonios, Preysler y Bordiú se convirtieron en nombres ineludibles de la crónica social madrileña. Acudían a eventos como el baile de San Juan en Puerta de Hierro o los encuentros organizados por el afamado relaciones públicas Jean Louis Matthieu, quien terminaría trabajando para el empresario Pedro Trapote posteriormente. “En esos años, había mucha actividad social en Madrid, con las fiestas más maravillosas, llenas de glamour. Continuamente, había cenas que se celebraban cualquier día de la semana en casas privadas y fiestas en embajadas”, nos explica Tomás Terry. Por entonces, Isabel y Carmen ya causaban furor allá por donde iban. “Donde ellas se presentaban, siempre aparecían fotógrafos y periodistas. Había mucha expectación”, sostiene el hijo de los bodegueros.
Isabel y Carmen causaban furor allá por donde iban
Claro que sus agendas se volvieron más apretadas a partir de julio de 1978, que es cuando cuando Preysler pidió el divorcio a Julio Iglesias, como anunció ¡HOLA! A finales del año siguiente, fue Bordiú quien decidió romper su matrimonio con Alfonso de Borbón y Dampierre. “La gente empezó a asociar y a decir que Isabel, que se separó antes que yo, había influido en mi separación y otras tonterías de ese tipo. Porque, en realidad, todo han sido circunstancias o coincidencias de la vida”, declaró la nieta de Franco a ¡HOLA! En 1996. “Alfonso y yo teníamos, en el fondo, maneras muy dispares de pensar: yo era un optimista y él un pesimista. Si vives fenomenalmente con una persona y os gustan las mismas cosas, entonces, es mucho más fácil conseguir una convivencia buena, sin problemas. Pero, desde el momento en que uno piensa de una manera distinta y le gustan las cosas distintas, convivir se pone muy cuesta arriba”, añadió Bordiú en las mismas memorias.
Su frenética agenda en tiempos de la Movida Madrileña
Mientras que Pedro Almodóvar, Fabio McNamara y Alaska agitaban las noches del Madrid de Enrique Tierno Galván, Carmen e Isabel vivían su particular “Movida” en fiestas que tenían lugar en casas privadas. Famosísimas eran las celebradas por los March, la familia del financiero mallorquín, en su palacio en la calle Almagro; las de los Fierro, dueños de Fosforera y del Banco Ibérico y Central; y las noches flamencas en la casa de los Lapique, en el paseo de la Castellana. Las embajadas, especialmente las de Reino Unido y Estados Unidos también contribuyeron al esplendor de la capital de aquellos años. Por ejemplo, el norteamericano Thomas O. Enders invitaba a su embajada a personalidades de todo el mundo, como los Agnelli, los aristócratas italianos que fundaron de la casa automovilística Fiat y, por supuesto, Preysler y Bordiú estaban presentes en todas estas citas.
Preysler y Bordiú estaban presentes en las citas más importantes de la sociedad madrileña
Igual de míticas eran las fiestas de Pitita Ridruejo y su marido, Mike Stilianopoulos, ya convertidos en embajadores de Filipinas en España, quienes preparaban grandes encuentros tanto en el palacio del Duque de Santo Mauro –antigua sede diplomática del país asiático y actual hotel Santo Mauro– como en su palacio de la calle Fomento. Allí, Isabel y Carmen compartieron veladas con Cayetana de Alba, y hasta con Pat Kennedy –hermana del presidente de los Estados Unidos–, además de los March, los Fierro y los Lapique. “Aquellas fiestas sí que eran estupendas. Ni comparación con las de ahora”, nos asegura el relaciones públicas Julio Ayesa.
Pero la agitada vida de Preysler y Bordiú sobrepasaba los límites geográficos de capital. También disfrutaron de El Rocío, invitadas por Miguel Baez y Espuny ‘El Litri’ –padre–. Los asistentes recuerdan cómo Carmen sorprendió con su arte bailando sevillanas, mientras que su inseparable Isabel se mostraba más comedida y eso que ya había recibido clases de flamenco con la sevillana Lola Guardiola. Por otro lado, después de divorciarse de Julio Iglesias, Preysler abandonó Torremolinos, destino de sus vacaciones familiares con el cantante, y comenzó a veranear en Marbella, donde terminaba encontrándose con su grandes amigas Marisa de Borbón –suegra de Eugenia Silva– y Paloma San-Briz –hija del Embajador de España en Hungría, quien salvó a cinco mil judíos del Holocausto nazi–. En las noches marbellíes, Isabel también se relacionaba con los Rothschild, el financiero Ignacio Coca, los condes de Romanones, los Gotor… Quien no acababa de caer rendida al esplendor de Marbella era su amiga Carmen, que solía decantarse por el Pazo de Meirás.
Aunque Madrid fue, en innumerables ocasiones, su escenario, su amistad traspasó también los límites geográficos de la capital
Por otro lado, una vez que Bordiú se muda a Francia, donde pronto iniciaría su noviazgo con el anticuario francés Jean-Marie Rossi , Preysler comprobó en primera persona que, como decía Ernest Hemingway, París era una fiesta. También que era la capital de la moda, con días de compras por las exclusivas tiendas de la Avenida George V. De hecho, no sólo solía acompañar a su ya segundo marido, Carlos Falcó, en sus viajes de negocios, sino que llegó a instalarse en la ciudad del Sena una temporada para perfeccionar su francés –en la época en la que su amiga estaba embarazada de Cynthia, que nació en abril de 1985–. No obstante, Isabel también era invitada a actos sociales en Francia. Así lo hizo Marisa de Borbón, quien ayudaba con la promoción de Möet & Chandon y quien organizó un viaje con distintas celebridades españolas para conocer las bodegas en Reims. En aquel vuelo privado, Preysler, acompañada de Carlos Falcó, se trasladó con Pitita Ridruejo y el matrimonio formado por Cari Lapique y Carlos Goyanes, entre otros. Después de Reims, todos ellos acudieron a una gran fiesta que la marca de champán celebró en París, donde ya coincidieron con Bordiú, al igual que un sinfín de personalidades europeas, entre los que figuraban Thierry Roussel, yerno del armador griego Aristóteles Onassis, y padre de la amazona Athina Onassis.
De París a Hollywood y Nueva York
Además de Francia, las aventuras de Carmen e Isabel también se desarrollaron en otras ciudades del mundo. “Nos lo pasábamos bomba. Viajábamos a todas partes. A París si había un baile, a cualquier plan divertido en Londres... Teníamos dos amigos en Los Ángeles, el guionista Peter Viertel y el agente y productor Irving Lazar, que organizaba una fiesta tras la ceremonia de los Oscar. Nos invitaron a Los Ángeles y allí nos fuimos las dos”, recordó Preysler a la revista Vanity Fair, en 2014. “No te puedes imaginar cómo lo pasábamos. Claro, era agotador. Cenábamos en casa de Gregory Peck, al día siguiente en casa de Kirk Douglas…”, continuó diciendo Isabel, para luego añadir: “Éramos dos chicas jovencitas con un presupuesto pequeño y guardábamos el dinero para el shopping. Volábamos con la tarifa más económica, APEX, peor que tercera clase”.
Además, ambas viajaban a Nueva York, acudiendo a cócteles, cenas y fiestas benéficas, tanto juntas como por separado. Por ejemplo, Preysler fue invitada al baile que Spanish Institute organizó en el exclusivo hotel Waldorf Astoria, en pleno Park Avenue, con la asistencia de Carolina Herrera , Oscar de la Renta y Diandra Douglas, la que fuera mujer del actor Michael Douglas. También acudió a la gala Broadway Applauds Lincoln Center, celebrada en abril de 1986, donde se dieron cita Christopher Reeve –que ya era toda una estrella gracias a la saga Superman–, Estes Lauder, Mark Hamill –Luke Skywalker, en ‘La guerra de las galaxias’–, Paloma Picasso, Bea Arthur –Dorothy, en Las chicas de Oro– y Stockard Channin, la inolvidable Rizzo en Grease, entre otros. Todas ellas son fiestas que permanecen en la memoria tanto de Isabel como de Carmen, quienes han compartido más de cincuenta años de sorprendentes vivencias, aún desconocidas en su gran mayoría.