Este no es un blanquito de Rueda como los demás. Procede de la zona más occidental de la denominación, en la provincia de Segovia, donde ya los monjes jerónimos descubrieron en el siglo XIX las excelencias de su clima riguroso y ese viñedo de verdejo plantado a más de 800 metros de altitud en suelos pedregosos y arcillosos. Todo eso se nota en el vino (amarillo pajizo, fino, elegante, entre mineral y floral), pero no en el precio. Y si el Blanco Nieva les convence, no duden en buscar en los anaqueles a su hermano mayor, el Blanco Nieva Pie Franco (esto es, originario de viejas vides prefiloxéricas), de una complejidad impresionante. Ideal con mariscos y pescados blancos.