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Artes de pesca tradicionales, uso de los mejores aceites, condiciones muy específicas de maduración... todo se cuida al detalle en la elaboración de estos productos.
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Hay empresas conserveras que, incluso, indican en el envase el nombre del barco que llevó las piezas a puerto.
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Al escuchar expresiones como ‘gran reserva’, ‘añada’ o ‘tiempo de maduración’, probablemente la primera imagen que nos viene a la cabeza es la de una botella de vino. Sin embargo, estos términos también son aplicables, en algunas ocasiones, al pescado enlatado. En concreto se trata de bonitos, atunes, sardinas o caballas de excelente calidad que, conservadas en aceite de oliva, mejoran su sabor, textura y propiedades con el paso del tiempo.
Así, surgen en el mercado delicias como ‘sardinas de reserva’, ‘bonito del Norte de añada’ o ‘anchoas Serie Oro’, capaces de codearse con los productos gourmet de toda la vida en las tiendas especializadas o en los comercios más fashion. Y es que, podemos decir que el pescado enlatado, se lleva. No sólo porque los grandes cocineros como Ferran Adrià, Paco Rocero o Juan Pablo Felipe (entre otros muchos) lo utilizan como ingrediente de sus mejores creaciones culinarias, sino porque, además, estamos frente a uno de los alimentos más sabrosos y saludables. Delicias enlatadas que, popularmente han sido consideradas como un producto humilde pero que, como vemos, también cuentan ahora con su versión más sibarita.
Tanto es así, que por ejemplo en Francia, ya hay incluso restaurantes donde las conservas de añada son la especialidad de la casa, y prestigiosos hoteles que ofrecen a sus clientes aperitivos a base de champán y sardinas o bonito con ‘pedigrí’ en lugar de ostras o caviar. Pero no hay que irse tan lejos; muchas empresas conserveras de España (país que puede presumir de elaborar algunos de los mejores productos enlatados del mundo) como Ortiz, Cuca, Miau, Ramón Peña, Lolín, La Barbateña y un largo etcétera ofrecen ya este tipo de manjares, de cuidadísima producción y elaboración.
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