Hace unos días me embarqué en un plan casi nostálgico, aquel que ocupaba mis fines de semana cuando era adolescente y que hacía años que no tenía la fuerza (ni las ganas) de repetir: me fui de compras a un centro comercial. Una experiencia que no solo me dejó exhausta —estoy desentrenada tras tanto tiempo comprando online—, sino también confusa.
Tenía una misión: renovar mis vaqueros con modelos medianamente asequibles. Pero cuál fue mi sorpresa cuando comprobé que en tiendas como Primark me entraba una talla 40 de pantalón (normalmente utilizo una 44), y en Bershka, unos jeans balloon de la 42 me quedaban incluso algo grandes.
No voy a negar que la primera sensación que me invadió en el probador fue de alegría, pero pronto caí en la cuenta de que me había dejado atrapar por la euforia que produce lo que conocemos como Vanity Sizing, una estrategia de marketing que si bien no resulta nueva, parece estar resurgiendo últimamente. Me doy cuenta cuando hablo con una amiga quien se ha encontrado con un problema similar: ella tiene una talla 34 y le cuesta encontrar un pantalón en Zara que no le quede grande, lo que ejemplifica que este cambio de tallaje en las firmas afecta a variedad de cuerpos.
¿Qué está ocurriendo con las tallas de los pantalones?
"Parece que la mayoría de las empresas de ropa están empujando tanto como pueden a sus productos para mantenerse al día con las tendencias y no se centran en el tallaje y el ajuste", se quejaba hace unas semanas la influencer Caroline Conneen. "Comprar pantalones online es casi imposible porque incluso si pido mi talla típica, lo más probable es que sean demasiado pequeños o demasiado grandes". Y hacía la prueba con dos modelos de tejanos diferentes pero en la misma talla.
La industria lleva más de una década jugando con este Vanity Sizing ('tallaje vanidoso', sería su traducción) a su favor, que responde a una verdad muy rentable para las firmas: las mujeres tienden a sentirse mejor y a comprar más cuando entran en una talla más pequeña. Una realidad que explica mi efímera sensación de bienestar en aquel probador y que los estudios confirman.
Así lo revelaba un análisis del Journal of Consumer Psychology, agregando también un dato curioso: "En lugar de reducir la intención de compra, como podría suponerse, las tallas grandes pueden aumentar el gasto, ya que los consumidores participan en un 'consumo compensatorio' para ayudar a reparar su autoestima dañada". Es decir: darnos cuenta de que necesitamos una talla más de pantalón de la que normalmente usamos, también nos impulsa a comprar.
¿Existe alguna regulación en el tallaje?
Si tecleamos Vanity Sizing nos damos cuenta de que ya en 2009 los medios hablaban de esta problemática: más de 15 años después, aquellos artículos no están desfasados, pues todavía hoy nos podemos sentir identificadas con ellos. "Es una práctica habitual en la industria de la moda, especialmente en el fast fashion, que permite a las marcas establecer su propio tallaje. Las ajustan a sus pautas para atraer a su cliente objetivo. Como no hay forma de estandarizar el tallaje femenino, el resultado es que las consumidoras nunca usan la misma talla de una firma u otra", explican desde Cherry Bobbins, un sello de ropa inclusivo basado en la filosofía slow fashion.
Aunque existe un cierto nivel de estandarización, no hay una ley que obligue a todas las marcas a seguir un único sistema de tallaje. En la Unión Europea, las tallas están estandarizadas en términos de normas técnicas, pero hay una gran flexibilidad que permite a cada marca ajustar sus propias tablas de tallas según el público al que se dirijan.
Según la normativa europea sobre etiquetado de ropa (Reglamento (UE) Nº 1007/2011), las prendas deben llevar una etiqueta con la talla correcta que se ajuste a un sistema de medición común europeo. Sin embargo, esa normativa no dicta cómo deben ajustarse las tallas de cada marca. De hecho, es improbable que puedas usar la misma talla de pantalón en España que en Italia, por ejemplo: nuestra M es allí una S.
El Vanity Sizing es ya una estrategia consolidada dentro de la industria. Mientras que los consumidores siguen buscando la prenda perfecta, la flexibilidad en el sistema de tallas permite que las marcas ajusten sus patrones para jugar con nuestras emociones y fomentar el consumismo. Sin embargo, lo que debería ser una experiencia de compra sencilla, se ve empañada por la falta de estandarización en el tallaje y la continua variación entre firmas. Cabe recordar, a fin de cuentas, que la talla es solo un número.