España ha visto nacer decenas de artistas que han marcado para siempre nuestra cultura, pero el más sonoro de todos, al menos si hablamos de moda, quizá haya sido el gran Cristóbal Balenciaga. Su don con el lápiz y la aguja conquistó a la alta sociedad parisina a partir de los años treinta, pero un par de décadas antes ya abrió su primer taller en San Sebastián. Allí inició en realidad su imperio, abriéndose paso a un mercado muy poco explotado (y valorado) hasta entonces. Pero empecemos por el origen. Nacido en 1895 en el seno de una familia humilde y católica en el pueblo vasco de Guetaria, era el pequeño de cinco hermanos y gracias a la importante influencia de su madre, Martina Eizaguirre, quien era costurera, se inició en este maravilloso sendero de la moda. Sigue leyendo para recordar su legado.
Cristóbal, el arquitecto de la moda
Mucho antes de aventurarse en el mundo de los negocios, cuando aún era un aprendiz en el taller de su progenitora, ya despuntaba con su visión sobria y elegante al mismo tiempo. Era un arquitecto de la moda, sabía a la perfección cómo unificar los patrones para crear elegantísimos volúmenes a partir de simples telas. Un hecho que llamó la atención de Blanca Carrillo de Albornoz, marquesa de Casa Torres, quien pasó a ser más tarde su mecenas. Se convirtió en su primera clienta, aquella que tuvo la gran suerte de estrenar un 'Balenciaga'. Y tal fue la conexión que sintieron, que decidió financiar su carrera y ayudarle a relacionarse con la jet set de la época, un detalle que señaló para siempre su rumbó.
De San Sebastián a París
Como hemos mencionado, con la ayuda de su hermana Agustina inauguró el primer taller en San Sebastián en 1917, era el destino vacacional más demandado de aquel momento. Fue el lugar en el que vio la luz su primera colección de Alta Costura bajo el nombre C. Balenciaga que llamó la atención incluso a la reina María Cristina y la princesa María de las Mercedes. Tras su gran acogida, una década después, abrió el segundo establecimiento Eisa Costura. Un homenaje a su madre con el objetivo de vender prendas más asequibles para acercarse así a otro público. Pero llegó la Guerra Civil española, y huyó hasta la ciudad de París, donde todo cambiaría y recibiría el abrazo más importante: el reconocimiento internacional.
El mago de la Alta Costura
"Una mujer no tiene la necesidad de ser perfecta ni hermosa para llevar mis vestidos, el vestido lo hará por ella". Ahí residía la magia que conquistó a reconocidas damas de la élite a lo largo de su carrera, aunque su cartera de clientas estaba acotada, no importaba la talla y estatura, con un Balenciaga serías la reina de la fiesta. Alabado por sus seguidoras que adoraban las creaciones de Alta Costura, también se convirtió en todo un maestro para otros iconos de la industria como Christian Dior y Coco Chanel. Cristóbal no solo era el diseñador que sabía potenciar la silueta de la mujer de la forma más delicada posible, también un gran visionario, reconocía al instante el potencial que podía tener cualquiera que llamara a su puerta.
Precursor del minimalismo
Su tierra natal le abrió las puertas a una vida mejor, y la ciudad del Sena le llevó a la cima del éxito. Aunque tuvo que dejar España atrás, nunca perdió de vista la influencia cultural que le vio crecer, muy bien representada en cada una de sus piezas que hoy se exponen en su museo de Guetaria. Ese trazado limpio, casi minimalista, caracterizó para siempre su imperio de costura. Podríamos decir que es el precursor de esta estética de líneas simples pero cargadas de significado que ahora tan de moda han puesto las prescriptoras nórdicas. Pero esa armonía y paz que aporta la ropa bien confeccionada, ya lo firmó él hace más de un siglo.
El día que Balenciaga se convirtió en 'Haute Couture'
"Con los tejidos nosotros hacemos lo que podemos. Balenciaga hace lo que quiere", confesó un día Christian Dior. Pero... ¿cuándo fue la fecha en la que pasó a ser un auténtico creador de Alta Costura? El 7 de julio de 1937, cuando se inscribió en la Chambre Syndicale de la Haute Couture. Una vez asentado en París y abierta su primera tienda en el número 10 de la Avenida de George V, ese mismo año Cristóbal presentó su primera colección ante el público parisino. Su papel en un país extranjero cobró popularidad gracias a su cambio de estretagia, comenzó a desarrollar maravillosos trajes de noche en los años cuarenta.
Un artista en todos los sentidos
Modelos bañados de bordados, apliques y volúmenes vanguardistas con los que hacía que sus mujeres Balenciaga brillaran allá por donde fuera. Propuestas que distaban bastante del inicio de su trayectoria limpia y rígida, pero que encajaba a la perfección con su visión, aquella con la que probó suerte en la capital francesa. Aunque lo más especial es que se trataban de prendas únicas e irrepetibles, creadas directamente sobre el cuerpo de la clienta, razón por la cual confirmaba su elevado precio, pero siempre favorecía a quien lo lucía. Existía poco margen al riesgo, siempre ibas a salir de su taller con una amplia sonrisa.
El 'couturier' que todas adoraban
Las clientas más leales fueron bautizadas como 'Las Balenciagas'. No importaba si diseñaba un amplio y elegante abrigo oscuro con grandes bolsillos o un impecable vestido de fiesta, ellas ya estaban agendando su próxima cita con el taller para ponerse en sus manos. Pasó de ser un extranjero que abandonaba su hogar por el estallido de la guerra, a el couturier que hacía realidad los sueños más impecables y femeninos en su taller. Hace ya más de 100 años que se lanzó a la aventura más apasionada de su vida, rompió todos los esquemas preestablecidos y marcó para siempre el rumbo y el armario de la mujer.
Una continuidad que poco tiene que ver con sus inicios
Pero mucho ha cambiado su marca homónima de lo que fue. Las actuales pasarelas que vemos durante Paris Fashion Week nada tiene que ver con el glamour con el que empezaron. Son varios los directores creativos que han continuado su legado desde entonces, con una visión mucho más moderna que se adapta a las necesidades del momento. Y ahora, en manos del director creativo Demna Gvasalia, sus atrevidas propuestas distan bastante de lo que la aristocracia y la alta sociedad europea buscaban en sus inspiradoras tiendas. Es el perfecto ejemplo sobre cómo ha evolucionado la industria en cuestión de años: más accesible y universal, ¿pero también más mundana y aburrida?