La moda es el reflejo de un momento concreto en el tiempo. Y la industria, una constante adaptación a las demandas de una sociedad cambiante. Las redes sociales y un mundo hiperconectado llevan tiempo obligando al sector a replantear su concepción. Cada vez más firmas desembarcan en el metaverso sin saber muy bien cuánto durará esta tendencia (o si se trata de algo que todos, tarde o temprano, utilizaremos en nuestro día a día); las tiendas se vuelven cada vez más experienciales y ofrecen al consumidor algo más que una simple jornada de compras; la vida de las tendencias se acorta, dando la sensación de que vivimos en una revival spiral. Pero quizá, lo más llamativo, es que de un tiempo a esta parte la mayoría de marcas presentan novedades de forma constante.
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"En la industria de la moda, únicamente la haute couture se permite el lujo de presentar dos colecciones al año. El principal motor del cambio viene por tratar de ajustar la producción a la demanda: como la gente compra ropa todo el año, no en el cambio de temporada o en las rebajas, como se hacía hace años, las marcas ven en esto una oportunidad para ofrecernos productos con mucha más frecuencia", nos explica Rocío Elízaga, profesora de ISEM Fashion Business School (Universidad de Navarra).
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Por qué queremos novedades todo el tiempo
Compramos durante todo el año y queremos novedades de forma continua. Pero esta fórmula, la de ofrecer prendas cada poco tiempo, no es nueva. "Hace más de 25 años, Benetton y GAP comenzaron a incluir prendas oportunistas (lo que hoy entenderíamos como una cápsula) en sus colecciones y a desarrollar un modelo de producción just in time, que entonces era de unos dos meses (frente a los 6 de las dos colecciones anuales)", asegura Elízaga.
Poco después fue Zara, el gigante de Inditex, quien revolucionó la industria al conseguir reducir los tiempos de producción a solo dos semanas. "Por mucho que los diseñadores de lujo tengan otras maneras de concebir la moda, el fast fashion indudablemente ha trastocado las reglas del juego. Pero, sobre todo, ha cambiado la mentalidad de un consumidor que se ha vuelto impaciente", añade la experta. Eso ha obligado a muchas firmas a sumarse a la corriente de las colecciones cápsulas, pequeñas muestras llenas de gancho que buscan atraer fuertemente al consumidor y lograr que siga comprando.
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Pero no solo el fast fashion ha cambiado nuestra forma de consumir moda. Las redes sociales y un mundo cada vez más acelerado también tienen su parte de culpa. Queremos inmediatez. Y la queremos en todo. Como consecuencia nos hemos vuelto insaciables y, aunque tengamos a nuestra disposición miles de opciones, nos cansamos rápido y seguimos queriendo novedades. "Las redes sociales son el reflejo de las tendencias sociológicas y culturales, pero también de patrones de consumo. La inmediatez y la rapidez presente en las redes calan en la cultura y por ende en el consumir. De modo que la influencia que tienen en la toma de decisiones y en las dinámicas del sector es decisiva", apunta Rocío Elízaga.
"No siempre las redes sociales se consumen de manera responsable y consciente. En estos últimos años han ido ganando una mayor capacidad para influir en los procesos de compra, convirtiéndose en un potente canal de venta lleno de exceso que, muchas veces, incita a desear más de lo que realmente necesitamos", asegura Xènia Banús, fundadora de Leneim, una firma de moda en la que las prendas sin estacionalidad, responsables y genderless son la esencia.
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Prendas para toda la vida
Lo que sí resulta novedoso (al menos en los tiempos que corren) es que tantas firmas se sumen a esta corriente de lanzar novedades en casi cualquier momento y que muchas de ellas lo hagan incluyendo prendas atemporales y sin estacionalidad, creando así un goteo constante de novedades que no siempre están ligadas a las tendencias. Diseños que se pueden utilizar casi todos los meses del año, en casi cualquier rincón del mundo.
Rocío Elízaga asegura que cada vez es más notable el crecimiento de este tipo de propuestas dentro de las colecciones. Ella lo achaca a factores como un mundo cada vez más globalizado y conectado, las facilidades para viajar a lugares con temperaturas diferentes y las tendencias anti-frugalidad. Algo con lo que coincide Xènia Banús. "El clima se ha vuelto impredecible debido al calentamiento global y nuestra motivación siempre ha sido demostrar que se puede vivir más con menos. Los diseños de Leneim no entienden de temporadas, lo que responde a prendas funcionales y versátiles que perduran en el tiempo y nos permiten crear numerosas combinaciones con las que vestir por capas", añade la diseñadora.
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Ropa más sostenible
"Según las estadísticas, más del 60% de los españoles afirma consumir de manera más sostenible tras la pandemia. El nuevo consumidor post pandemia prioriza los valores sobre el consumo y crece su preferencia por la proximidad, por las marcas locales. Cada vez hay más interés para responder quién, cómo y dónde se fabrica la ropa que usamos", asegura Xènia Banús. La creciente preocupación por la sostenibilidad en todo lo que nos rodea es real y ha hecho que este modelo, en contra de lo que pueda parecer, resulte idóneo. "Esta nueva manera de consumir también responde a la sostenibilidad. Invertir en prendas de calidad y atemporales no sólo tiene impactos positivos para nosotros, también para el planeta entero. La moda atemporal o el concepto 'no tendencia' se puede reutilizar durante años y trasciende en un fondo de armario que acompaña generaciones", asegura la diseñadora.
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Leneim no es la única marca que trabaja de este modo. Carmen de la Puerta, fundadora de Vogana, nos contaba en una entrevista que no solo intentan lanzar novedades cada poco tiempo para sorprender a sus clientes, también para ofrecer prendas mucho más exclusivas, de esas que se pasan de madres a hijas. "Siempre intentamos que todo sea made in Spain. Eso es un valor añadido a la marca porque cada vez es más difícil encontrar talleres en España que te cosan bien, es un negocio que cada vez existe menos", añadía. Himba, la firma de moda que crearon hace algo más de un año María García de Jaime y Tomás Páramo también funciona de una forma similar. Todo para cumplir con los objetivos de ser sostenibles, responsables, slow y made in Spain. Ejemplos a los que podríamos sumar un largo etcétera.
Pero trabajar de esta forma (más consciente) no siempre es sencillo. "Agregar valor en lugar de tendencias, requiere tiempo. Este proceso de creación es más lento puesto que detrás de cada pieza hay un relato y una funcionalidad muy meditada que resuelve distintas necesidades. La moda atemporal promueve un consumo más consciente y como empresa evitamos la sobreproducción con prendas limitadas, duraderas y cómodas". Por no hablar de las dificultades que muchos de los diseñadores encuentran a la hora de producir porque ser sostenible no es, únicamente, sinónimo de tratar de conseguir una industria menos contaminante, también de asegurar unas condiciones laborales adecuadas para los trabajadores.
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Xènia Banús y Carmen de la Puerta, entre otros diseñadores, ven en este modelo una forma de acercarse a un modelo más sostenible, consciente y respetuoso, pero son conscientes de que no todas las firmas pueden (y quieren) sumarse a él. "Desde luego es una tendencia que ha venido para quedarse. Que vayan a determinar el futuro de la moda quizás es decir demasiado, ya que sin estacionalidad, la industria perdería su riqueza y finalmente su esencia", puntualiza Rocío Elízaga. Y es que aunque los avances son una realidad, todavía falta encontrar el verdadero equilibrio entre moda y responsabilidad.