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Cómo la moda puede (y debe) disminuir su contaminación

En el Día Mundial de la reduccion de las emisiones de CO2, repasamos algunas de las estrategias más efectivas


28 de enero de 2022 - 10:01 CET

Solo superado por el energético, el de la moda es el segundo sector más contaminante del mundo, por delante incluso del alimentario y el transporte. Y si tanto se habla de como la dieta vegana puede frenar de forma notable el cambio climático o del inmenso impacto que los viajes en avión tienen en el medioambiente (dos realidades que no deben ser obviadas), ¿por qué no plantearnos cuál es la huella de carbono de nuestra ropa y cómo podemos reducirla? Algunas firmas de moda ya lo han hecho -cada vez más, afortunadamente-, y estas son las estrategias que están adoptando para intentar que esta industria -que tiene tanto de forma de expresión como de necesidad- sea colección a colección más sostenible.

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El problema de la superproducción

La sostenibilidad se ha impuesto -por fortuna o por desgracia- como la mejor herramienta de marketing. Decenas de firmas se suman cada año a lanzar líneas con tejidos reciclados, a limitar el uso de productos contaminantes -por ejemplo, tintes- o a ofrecer descuentos para quienes devuelven las prendas utilizadas a su tienda de origen. Sin embargo, uno de los problemas fundamentales de la industria de la moda es la superproducción, y contra eso, pocos atacan. Según datos de la plataforma Fashion Revolution, cada año se fabrican 100.000 millones de prendas, el doble que hace dos décadas. Esta cifra se traduce en 1.200 millones de toneladas de CO2 anuales, además de más de 92 millones de toneladas de basura. Y a ti, como a cada español, te corresponden entre 7 y 14 kilos de ese volumen; casi nada.

Para frenar esta superproducción, la solución por la que están optando las marcas más visionarias no es otra que recuperar el "hecho por encargo" que caracterizaba a la moda antes de la aparición del prêt-à-porter. Nos lo contaba Inés Arroyo, creadora de Laagam, una de las firmas españolas más consolidadas en el negocio del made to order. "El principal problema es la sobreproducción y los stocks sobrantes. Es por ello que decidimos ir a un modelo bajo demanda de pronto moda. Cada miércoles lanzamos entre 3 y 5 novedades que están disponibles únicamente 7 días para comprar en nuestra web. Una vez ha pasado esa semana, pasamos pedido a nuestro taller y solo producimos lo que vendemos. Solo en casos muy puntuales, un producto puede volver a estar a la venta", explicaba la diseñadora a FASHION sobre un modelo empresarial que, poco a poco, va sumando fuerzas. Alohas, Amateur, Andión o Anhet son algunas de las casas que comparten esta filosofía, producir aquello que ya está vendido, evitando así el stock y reduciendo la contaminación que este lleva implícito.

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Producción local y tejidos sostenibles, las dos otras grandes bazas

Sin embargo, es cierto que no todas las firmas de moda pueden permitirse fabricar solo aquello que les piden los clientes. Ya sea por razones logísticas o por motivos económicos -por ejemplo, la economía de escala, es decir, producir más a un coste unitario menor-, muchas marcas no se plantean ese tipo de negocio, pero sí otras opciones sostenibles como son la producción local o el empleo de materiales reciclados y/o reciclables. Es el caso de Wonder Active, firma de ropa deportiva que combina ambos factores y, en contra de lo que la desinformación puede llevar a suponer, mantiene precios asequibles, aparte de diseño de tendencia y calidad. Además de apostar por los talleres españoles -reduciendo así la contaminación que generaría el transporte de las prendas desde otros países-, la tecnología hace posible que sus tops y sus leggings se confeccionen con fibras naturales obtenidas sin químicos o, en el caso de las sintéticas, a través del reciclado mecánico, "lo que supone un ahorro de agua, y donde el 50% de la energía utilizada procede de paneles solares", explican en su página web.

Aunque hay quienes lo perciben como una simple moda, el uso de tejidos reciclados es en realidad una solución múltiple, especialmente cuando las fibras provienen de ese otro inmenso problema medioambiental que son los residuos plásticos. La icónica Acoalf lleva haciéndolo desde su origen -y su expansión confirma el acierto de su estrategia-, pero también existen firmas que han ido incorporando estos materiales a su catálogo de forma progresiva. Y lejos de lo imaginan algunos, quienes creen que los tejidos reciclados son poco estéticos, hay marcas como Koahari y Sophie et Voilà que prueban que son perfectos incluso para elaborar vestidos de invitada, la primera, o de novia, la segunda. Otra alternativa para esos diseños blancos con una vida que no alcanza ni las 24 horas es la promovida por Pronovias, que hace unas semanas lanzaba Second Life, ofreciendo la posibilidad de transformar un vestido nupcial en un modelo diferente que reutilizar tras la boda.

© Sophie et Voilà

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La importancia de querer consumir moda sostenible (de forma sostenible)

Sin embargo, como cualquier otra revolución, la conciencia por la moda sostenible requiere un cambio de paradigma a nivel social. Parecía que, con la pandemia y las visibles consecuencias del cambio climático, este había llegado. "Comprar menos pero hacerlo mejor" es la frase que tanto hemos leído en los últimos dos años. Es posible que incluso nos la hayamos llegado a creer como absolutamente valida en un tiempo en el que salir de casa -ya fuera a una fiesta, de viaje o incluso a la oficina- se había reducido a su mínima expresión. ¿Quién necesita ropa nueva en una situación así?

Ahora bien, cuando, entre ola y ola, vuelven las celebraciones y los planes, lo hacen también las ganas por arreglarnos que nos llevan, otra vez, a las tiendas en busca de esa tendencia que las redes acaban de coronar... y que en pocas semanas quedará obsoleta y abandonada al final del armario. Las habituales colas en Gran Vía son solo una prueba de este comportamiento del que, ni con continuos confinamientos, nos hemos podido deshacer. ¿Cuándo seremos capaces de creernos nuestro propio discurso? Porque solo si reclamamos, a través de nuestras compras (o no compras, más bien), que las firmas apuesten por la sostenibilidad, esta será real.

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