"La vida es una ilusión y tú tienes que mantener esa chispa". Quien pronuncia esta frase es Patricia Montero tras una clase de Yin yoga y rodeada de viñedos. El entorno no puede ser más adecuado, pues igual que ella sabe re-ilusionarse con cada proyecto dentro y fuera de la televisión, también los vinicultores ven en la vendimia de cada otoño el punto de partida de sus mejores caldos. En las tierras de la Denominación de origen calificada Rioja (que comprenden parte de La Rioja, Álava y Navarra), nos encontramos con la actriz para descubrir su faceta de profesora de yoga y empresaria y por qué esta disciplina milenaria le ha cambiado la vida.
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Con casi 62.000 seguidores, la comunidad que Patricia Montero inició en plena pandemia es hoy una de las familias de yoguis más potentes de nuestro país. Este éxito, le ha permitido a la intérprete de Yo soy Bea o La noche que mi madre mató a mi padre lanzarse al mundo empresarial con una firma de accesorios de yoga, Yogimi. Este proyecto es el resultado de más de diez años practicando yoga y dos y medio como instructura. También la última de las ilusiones que comparte con su pareja, el actor Álex Adróver, con quien tiene dos hijas de siete y tres años y planea pasar por el altar el próximo año. Pero, como las mejores cosas en la vida, a Patry el yoga le llegó por casualidad. Así nos lo cuenta después de una sesión de yoga en las bodegas Baigorri, que, como otras sedes vinícolas de Rioja, ofrece este plan para ampliar su oferta más allá de la clásica (y siempre bienvenida) cata de vinos.
"Empecé a practicar yoga porque tengo una hernia discal y el fisio me lo recomendó. Yo era muy escéptica: como el 99% de la gente, pensaba que el yoga era algo más espiritual y muy tranquilo, muy relajado... Y en parte es así, pero luego tiene otro aspecto muy bonito a nivel físico y corporal que te lleva a ese estado emocional". Patricia necesitó algunos meses para ser plenamente consciente de los cambios que esta práctica estaba provocando en su cuerpo y en su mente, aunque hay alguien que sí lo apreció en menos de una semana: "Por aquel entonces estaba grabando la serie El don de Alba y a los tres o cuatro días de empezar a practicar yoga, el director de fotografía me dijo: "Patry, tienes la piel súper bonita, tienes una mirada... ¿Estás haciendo algo?". Y yo dije, "¡pues será el yoga!", pero riéndome", recuerda divertida antes de confesar qué fue lo más transformador de este nuevo ejercicio: la respiración asociada a cada postura.
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El poder transformador del yoga
"Parece algo que hacemos de forma normal, pero ¿cuántas veces nos paramos a respirar conscientemente? Cómo estás respirando, por dónde estás respirando, cómo está entrando el aire, qué está causando dentro de ti...", explica sobre aquello que realmente le permitió conectar con su bienestar. "A nivel corporal también me ha cambiado. La hernia, no es que me la haya curado, pero, en las últimas resonancias, está como más difuminada. Y también me sirve para estirar, tonificar...", enumera los beneficios. Tal fue el efecto transformador de esta disciplina que, hace dos años y medio, decidió llevar a cabo lo que tenía en mente desde mucho tiempo antes y que, por falta de tiempo, dejaba de lado. Y así se convirtió en instructora de yoga (de Ashtanga Yoga y Vinyasa), el origen de una comunidad que la pandemia aceleró.
"Hace como dos años y medio tomé la decisión de ser profesora para poder profundizar más en la prática y entender por qué estaba cambiándome tanto. Empezaba a sentirme realmente bien y quería comprender la razón de ese estado tan bonito de bienestar y conexión. Las posturas son la herramienta para hacerte sentir bien no solo físicamente, sino emocionalmente". Y lo que a ella le había funcionado, y ayudado, el confinamiento le permitió transmitirlo a cientos de seguidores.
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"Empecé a dar clases online y se unían miles de personas, cada vez más fieles. Mucha gente me escribía con testimonios muy potentes de "estás cambiando mi vida", seguidores que tenían problemas realmente serios económicos o de salud... La pandemia trajo muchos problemas, y yo, sin darme cuenta llegaba a las casas de esas personas. Podían sentir que estaba con ellos y fue muy bonito ser parte de ese cambio. También fue un gran cambio para mí, ya no era solo practicante de yoga sino que estaba acompañando a personas en sus cambios. Y eso me llenaba tanto que decidí ponerle un nombre. Ahí nació Yoguimí", nos cuenta sobre este proyecto que, después, derivó en una tienda de accesorios de yoga.
Una comunidad 'online' y una ilusión familiar
Hace cosa de un año, Patricia y su pareja lanzaron la tienda online de Yogimi (yogimi.es). "Muchos seguidores me preguntaban qué usar para la práctica de yoga. Como un runner se compra las mejores zapatillas, un practicante de yoga necesita la mejor esterilla. No es solo una colchoneta, es un templo, es tu hogar; tienes que sentirte bien en ella", afirma. Sus mats, diseñadas por ellos, no solo son bonitas, sino que "son amigas del planeta y de nuestro cuerpo (libres de tóxicos) y, sobre todo, muy antideslizantes". Bloques, bolsas o botellas completan un catálogo especialmente ideado para su comunidad, con la que, adelanta, pronto crearán encuentros presenciales. "Si algo me fascina de nosotros (Álex y yo) es que nunca estamos quietos. Somos personas súper creativas y siempre buscamos construir algo nuevo. La vida es una ilusión constante y si tú mismo no mantienes esa chispa, la llama se apaga", opina.
Compartir este reto empresarial con su chico hace que el proyecto sea aún más especial, y también que, como la pareja, sus niñas adoren desplegar su esterilla. "Me ven a mí, que soy su ejemplo a seguir, y conectan con lo que estoy haciendo, sea cocinar, bailar, hacer yoga... El yoga es "casa", es sentirnos bien; estirar tu esterilla y estar un rato contigo, pero también compartir. Cuando ven mi esterilla, ellas también quieren poner la suya. Practicar con ellas es muy divertido, es como un juego y les cuento historias porque muchas posturas están inspiradas en animales. Es una aventura, ¡terminamos más haciendo acroyoga! A mí me gusta utilizarlo con las niñas para canalizar emociones, para soltar...".
Una yogui del siglo XXI
Pero no todo iba a ser yoga en casa de Patricia, que practica muchos otros deportes (ciclismo, boxeo, TRX, danza...) y que, igual que disfruta sobre la esterilla, sabe apreciar un buen vino o una comida deliciosa -también comparte las recetas habitualmente con sus seguidores-. "Tengo una amiga que me dice "eres yogui del siglo XXI". Y es que, con muchísimo respeto hacia la práctica y hacia los valores de la misma, he cogido un cachito de cada cosa que me hace sentir bien, construyendo mi propio estilo de vida, que no es 100% yogui", explica. "Me tomo una copa de vino, como de todo... Sí intento evitar, por ejemplo, la bollería industrial y los azúcares, pero mi dieta es mediterránea e incluye de todo. Me encanta dejarme llevar". Y es que, si algo enseña el yoga , es a "fluir sin forzar", la frase con la que termina nuestra inspiradora conversación entre viñas y mats.