Hace ya tiempo que los daneses con su hygge y su lagom se han clasificado como algunas de las regiones más felices del planeta. Y es que tener un Instituto de Investigación sobre la felicidad en sus tierras también ayuda. Lo cierto es que esa filosofía de disfrutar de lo pequeño ha llevado a las nórdicas a convertirse también un referente en el mundo de la moda y a jugar con un estilo a medio camino entre lo clásico y lo moderno que se reinventa en pequeños gestos como, por ejemplo, lucir la americana como si se tratara de una camisa, remetida. En cuestión de deporte y medio ambiente tampoco les gana nadie. Por algo han inventado el plogging, un entrenamiento que te invita a correr mientras limpias la zona por la que transitas. Y su dieta, según los expertos, lo tiene todo para convertirse en una de las más saludables.
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La nórdica y la mediterránea son, en realidad, muy similares. Las dos se caracterizan por un consumo elevado de frutas y verduras; hacen especial hincapié en que los granos se tomen enteros en lugar de refinados; las legumbres son esenciales, igual que el pescado y la carne; se prefieren las comidas caseras y los alimentos demasiado procesados o azucarados no tienen demasiada aceptación. Quizá la principal diferencia es el tipo de aceite que una y otra utilizan para elaborar sus recetas. Mientras el de oliva es el principal en la dieta mediterránea, el de canola predomina en la cocina nórdica. Los dos proporcionan grasas monoinsaturadas que son beneficiosas para la salud, un motivo por el que la mayor parte de los nutricionistas los equiparan, aunque si muchos tienen que elegir prefieren el de oliva. Entonces, ¿dónde están las diferencias? En el modo en que miran y conciben su alimentación.
Además de esa filosofía de vida que muchos de ellos adoptan existe un concepto que cada vez gana más adeptos. Se denomina friluftsliv y vendría a significar algo así como pasar tiempo con la naturaleza. Un pensamiento que en la dieta se traduce en el consumo de productos preferiblemente orgánicos, frutas y verduras de temporada, alimentos libres -en la medida de lo posible- de aditivos, promover el bienestar animal y generar menos desperdicios. Por otro lado, están los beneficios, científicamente probados, de este tipo de dieta que protege contra el síndrome metabólico -síntomas que aumentan el riesgo de padecer enfermedades cardiacas y diabetes-, reduce los niveles de obesidad y la inflamación. Si no quieres abandonar tu dieta mediterránea, puedes seguir unas algunas de sus pautas para acercarte más a su filosofía.
1. Aplica el mindfulness a tu cocina y prepara tus propios platos más a menudo.
2. Busca productos orgánicos y elígelos de temporada para reducir el coste.
3. Incorpora pescado en tu dieta tres veces a la semana, pero toma decisiones sostenibles.
4. Incluye al menos una porción de legumbres diariamente y conviértela en la proteína principal.
5. Saborea los alimentos.
6. No tengas prisa y come despacio, disfrutando de cada bocado.
7. Bebe más agua, conviértela en tu bebida preferida, por encima de cualquier otra.
8. Toma menos carne -te sentirás más ligera-, y cuando lo hagas opta por una orgánica.
9. Come de buen humor, con una actitud positiva, centrando tu atención.
10. Permanece atenta a las necesidades de tu cuerpo, solo de ese modo tendrás el verdadero control sobre las porciones.