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Se
conocieron durante un viaje que Carmen hizo con sus
padres a Suecia, en la embajada de España, y después Alfonso
de Borbón, que era catorce años mayor, empezó a llamarla
por teléfono a Madrid. Durante uno de sus encuentros, en palacio,
él le dijo: "Tú y yo nos vamos a casar"... La petición de
mano tuvo lugar en El Pardo. Carmen le regaló la promesa de
un retrato suyo pintado por Dalí y él una sortija,
que había pertenecido a su abuela, la reina Victoria Eugenia
y una pulsera de brillantes. Prepararon la boda Alfonso y
su madre, mientras ella daba clases de flamenco, en la biblioteca,
con una hija de Caracol. "Estaba ilusionada con mi
boda, pero nunca la vi como el cuento de hadas que decía la
gente, aunque sí tomé la decisión de que el vestido de novia
me lo tenía que hacer Balenciaga".
Mil invitados
Fueron padrinos su abuelo, Francisco Franco, y la madre
del novio, Emmanuela Dampierre. Y se celebró la boda el ocho
de marzo de 1972 con mil invitados por testigos. Entre ellos
Raniero y Grace de Mónaco, la Begum, los Reyes de Grecia,
Víctor Manuel y María Gabriela de Saboya. Después del
viaje de novios, conocieron el mundo, se instalaron en Suecia,
donde Alfonso de Borbón ejercía como embajador de España y
entablaron amistad con el rey Carlos Gustavo. Dos años
después, cuando Carmen se quedó embarazada de Francisco,
su primer hijo, regresaron a España y comenzaron una nueva
vida. Al principio, la de un matrimonio normal, después, desde
la imposición de las habitaciones separadas. Carmen, escribiría
años después: "En ningún momento pensé que me iba a casar
con un Príncipe, lejos de mí todos esos floripondios
con los que después han querido envolver nuestra relación;
y, por supuesto, estaba ajena a cualquier tema relacionado
con supuestas ambiciones políticas. En materia de dinastías
y apellidos yo estaba más verde que una pera..." Y es
que de ella se había dicho de todo: que era guapa y que era
fea, que era lista y que era tonta, que me conformaba con
poco... y que soñaba con ser Reina de España. Pero lo único
que verdaderamente me duele es que se dijera que había abandonado
a mis hijos. |
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