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Entre
Isabel Preysler y Carmen Martínez Bordiú han transcurrido
treinta años de vida: risas, lágrimas, celebraciones, preocupaciones,
silencios, sinceridad, lealtad, confidencias, complicidad,
apoyo...
Nada hacía presagiar que se encontrarían en su vagar por la
vida. Isabel nació en Manila y residió en la capital filipina
hasta cumplir los dieciocho años; Carmen era la nieta mayor
del General Franco, por aquel entonces, Jefe del Estado Español.
Sin embargo, el destino las situó en el mismo escenario: Madrid.
La ciudad en la que se inició esta historia de amistad. Una
relación en la que nunca faltó el respeto, la recompensa emocional,
la tolerancia, los consejos y los intercambios francos de
ideas. Isabel llegaba en 1969 a España para estudiar secretariado
y dejar atrás a un Don Juan filipino de mala reputación
al que sus padres no veían con muy buenos ojos. Carmen representaba
el papel de una princesa que habitaba en un palacio del que
escapaba por las noches para vivir historias mundanas. Y ahí,
en ese punto, comenzó el intercambio de la intimidad, de sentimientos...
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