Los espectaculares escenarios de la boda de Luis Alfonso de Borbón

Por hola.com

La boda del año en El Caribe tuvo, además de la iglesia de San Estanislao de Cracovia, situada en los Altos de Chavon, y en la que se celebró la ceremonia religiosa, espectaculares escenarios. El más importante de ellos se encontraba en la mansión de los Vargas, padres de la novia, en Punta Aguila, dentro de la exclusiva urbanización Casa de Campo, del término municipal de La Romana. Fue aquí donde tuvo lugar el banquete nupcial, que fue servido por el restaurante Le Cirque de Nueva York.

Los platos más importantes de un interminable menú que se iba ofreciendo a los invitados en platos ya servidos fueron la langosta, el rissoto con trufa blanca, la ternera troceada con verduras y el foie en canapés, todo ello regado con champán y diversos cócteles caribeños. Los primeros en llegar al lugar del banquete fueron los novios y las familias de ambos, que comenzaron a recibir en la puerta principal a los invitados, quienes eran directamente atendidos ya por los camareros. Es decir, no fue un banquete nupcial al estilo europeo, aunque tampoco se puede decir que haya sido un menú en plan de bufete ni mucho menos.

Abrieron el baile mientras cantaba David Bisbal
Tampoco tuvo lugar la tradicional ceremonia de los novios partiendo la tarta, ni se celebró el acostumbrado vals. La propia Carmen Martínez-Bordíu, al retirarse a descansar, nos contaba algunos detalles: «El primero en actuar fue David Bisbal y, en un determinado momento, Luis Alfonso y Margarita, mi nuera (ya es mi nuera, sí), salieron al escenario y comenzaron a bailar. Ahí se puede decir que empezó la fiesta. Y cuando llevaban bailando unos cuantos compases… se les empezó a unir todo el mundo. Después de David Bisbal actuó Juan Luis Guerra y su orquesta y a continuación lo hicieron los componentes de Arte y Compás, Jamimi, El Marismeño, Los del Río».

Quedaron pendientes unas sevillanas
Como otro divertido detalle de la boda, no porque se haya producido, sino porque no llegó a tener lugar, Carmen nos comenta:
—Sólo hubo una pareja cuyo baile quedó para otra vez: la formada por mi hijo y por mí. Luis Alfonso me había dicho en un par de ocasiones durante la noche que quería bailar conmigo unas sevillanas. Pero al final se tuvo que quedar con las ganas, porque ya estaba prácticamente amaneciendo y yo me encontraba tan cansada como feliz (y feliz lo estaba de verdad, feliz como nunca).

Carmen se fue a descansar, como nos dice, pero la fiesta siguió.
—¿No había sitios fijos en las mesas, Carmen?
—No. Lo que sí había eran grandes «pufs» cuadrados en las que los invitados se sentaban. Aunque la verdad es que la mayor parte prefirió estar de pie gran parte del tiempo, participando así más activamente en la fiesta.