Llega la Navidad y muchos de nosotros ya sabemos con qué familiares pasaremos la Nochebuena o con quien nos reuniremos el 25 de diciembre. ¿Nos apetece? Seamos sinceros, no siempre. Es probable, incluso, que ya sintamos cierta inquietud por las celebraciones que se avecinan anticipando el posible desastre. Pero podemos remediarlo.
Dulce Navidad... a veces
"Los encuentros navideños están cargados de emotivos recuerdos del pasado, de pequeñas rencillas y malentendidos sin aclarar o de añoranzas. Para muchos es vivida como una tradición y no como un encuentro deseado. Durante unos días dejamos de lado nuestro día a día, rutinario y predecible, para tener que adaptarnos. Cambian nuestros horarios, sueño, alimentación, tiempo de ocio y fuentes de gratificación y además sentimos la obligación de ser más felices que nunca", explica la psicóloga Raquel Fernández, psicóloga especialista en Psicología Clínica del Centro de Psicología Conductual en León.
Por todo ello, las navidades nos estresan y pueden aumentar la ansiedad, deprimirnos o quitarnos las ganas de reunirnos con la familia. Afortunadamente, hay maneras de sobrevivir a estas navidades y salir airosos de ellas. Hay dos palabras mágicas: asertividad y empatía. Si esto no sirve, hay que desviar la atención. Y si tampoco lo conseguimos: marcharse antes de que todo se nos vaya de las manos.
No es el momento de resolver un conflicto
Definitivamente, las navidades no son el mejor momento para tratar pequeñas rencillas. "Si se percibe hostilidad por parte de algún familiar no hay que dar pie para que ésta continúe. Es mejor ignorarla y hacer como si no se hubiera percibido. Son fechas para compartir buenos momentos, no críticas ni reproches. Es importante aplazar la expresión de las emociones y solucionar las diferencias, más adelante, pasadas estas fechas", aconseja la psicóloga del centro de León. "Esto es practicar la asertividad, o lo que es lo mismo, hacer lo adecuado, en el momento y del modo correcto" , añade Ana Ruano, psicóloga de Siquia. Y ojo con los gestos, también hay que controlarlos, o pueden contradecir lo que manifestamos.
Empatiza
No todos somos iguales y no siempre compartimos las mismas ideas. Eso, precisamente, es lo que enriquece nuestro entorno y nos permite progresar. Aunque no siempre lo aceptemos y generemos cierta animadversión por aquellos que no están de nuestra parte. Sin embargo, es importante esforzarse por empatizar con quienes no soportamos, es decir, ponerse en su lugar y tratar de averiguar por qué esa persona dice lo que dice y hace lo que hace.
Cómo afrontar el duelo
"Otro de los motivos que más nos estresa a la hora de reunirnos con la familia es la pérdida de algún ser querido", indica Ana Ruano, psicóloga de Siquia. En este tipo de situaciones puede que algunos familiares sigan afectados y otros que lo hayan superado. Conviene que estos últimos ayuden a las personas que aún siguen estancadas en el duelo. También puede ser aconsejable que las fechas previas a la reunión se hable del familiar que ha fallecido y durante la celebración se recuerden solo sus momentos, anécdotas y características más divertidas. "Así evitamos que la cena se conduzca hacia la tristeza", recomienda Ruano.
En la mesa, moderación
El alcohol nos desinhibe y puede hacernos hablar más de la cuenta. Si hay buen ambiente, todos disfrutarán de este momento, pero si hay algún tema delicado soterrado, puede que se nos vaya de las manos. "Si queremos evitarlo, hay que beber con moderación para evitar meteduras de pata y situaciones ridículas", advierte Fernández.
La política, para otro momento
De sobra es sabido que hay ciertas conversaciones que pueden levantar ampollas. Por ello, no se recomienda hablar de temas controvertidos (religión, fútbol, política, etc) o mencionar conflictos del pasado no resueltos. Tampoco hay que dar por sentado que lo que nos dicen tiene una intención malévola.
Si se plantea un tema delicado, respetar, sin interrumpir, las opiniones de los demás, sobre todo cuando difieren de las nuestras, y no pelearnos por ver quién tiene la razón ayudará a mantener la cordialidad pese a las diferencias. Utilizar el sentido del humor y generar un clima de diversión a través de anécdotas, juegos y temas de conversación desenfadados pueden ayudar también a disfrutar más de la mesa navideña.
Céntrate en los más pequeños
Los niños viven la Navidad con mucha ilusión. Son fechas que esperan con ansiedad y suelen disfrutar mucho de las reuniones familiares ignorando las desavenencias de los adultos. Ellos pueden ser nuestro mejor ejemplo para evitar conflictos en las reuniones. Jugar con ellos, preparar una obra de teatro o invitarles a que sorprendan a los adultos, nos servirá para desviar la atención a los problemas.
Y si vas a perder los papeles...
Busca una excusa para ausentarte unos minutos si crees que vas a perder los papeles. Si percibimos que es el otro quien va a perder el control mediar para que no ocurra y recuperar la tranquilidad. "También es conveniente buscar una excusa para salir a que nos dé el aire. Pasar tanto tiempo en un espacio cerrado y con un ambiente cargado puede provocarnos más estrés", concluye Ruano.