Ana Ibáñez (@anaibanez_g) es una de las neurocientífícas más conocidas en nuestro país. Acaba de publicar el libro 'Sorprende a tu mente. Entrena tu cerebro y descubre el poder de transformar tu vida' (Ed. Planeta) donde nos habla de ese órgano tan maravilloso y desconocido que tiene el poder de gestionar nuestras emociones, influir en nuestras decisiones, hacernos comportar de una determinada manera o convertirnos en lo que somos. Con ella hablamos de algunos de los temas que más nos preocupan: la salud mental. En concreto, sobre el estrés, la ansiedad y el miedo, para saber de dónde nacen estas emociones y qué podemos hacer para hacerles frente y tener una mejor calidad de vida.
- Libros de psicología y neurociencia para entender cómo funciona tu mente
¿Es cierto que solo utilizamos el 10 % de nuestro cerebro?
"Creo que se ha convertido en una frase hecha. Lo cierto es que el cerebro sigue siendo aún un gran desconocido. Por mucho que sepamos cada día más de él, aún es mucho más lo que desconocemos que lo que conocemos. Sería imposible decir si utilizamos un 10 o un 30%…", señala Ana Ibáñez.
La experta, sin embargo, señala que debemos darle la vuelta y verlo como algo positivo: esta infrautilización no nos debe caer como una losa, sino como la esperanza de que tenemos muchas capacidades cerebrales aún por descubrir y es el momento de lanzarnos a ello.
Para ello, la neurociencia y la neurociencia aplicada está haciendo grandes avances en investigar cómo sacarle más partido a nuestro cerebro, no solo en términos de eficiencia, sino de bienestar y felicidad. "Es lo que yo llamo la conquista de la riqueza cerebral o riqueza mental. Seguir descubriendo cómo activar más áreas y potencial cerebral".
¿Qué relación existe entre el bienestar físico y mental?
En la actualidad ya se sabe que la conexión entre lo físico y lo mental se asemeja a una vía de doble sentido. "Si quieres sentirte mejor mentalmente puedes utilizar tu cuerpo para lograrlo y también al revés, puedes estar mejor físicamente si tu mente lo está".
Existe una influencia directa de uno sobre el otro. Y todos lo hemos vivido: si estás muy preocupado por algo, notas tensión en las cervicales, por ejemplo, o te duele el estómago (tu mente está influyendo en tu salud física), y después de bailar o hacer yoga es muy posible que tengas pensamientos más positivos (tu cuerpo está influyendo en tu salud mental).
"En mis entrenamientos cerebrales hacemos consciente a la persona de cómo atraer mejores estados mentales a través del cuerpo y cómo beneficiar al cuerpo a través de pensamientos dirigidos. Están absolutamente relacionados".
¿Qué ocurre cuando experimentamos miedo?
El miedo en nuestro cerebro se activa sobre el eje de los núcleos amigdalinos, el hipocampo y los lóbulos prefrontales. Cuando tenemos miedo, nuestro funcionamiento normal se altera: los núcleos amigdalinos bloquean el hipocampo y los lóbulos prefrontales. "De alguna manera, podríamos decir que se 'olvida' de ellos. Y esto es terrible porque son precisamente estas estructuras las que nos pueden sacar de la parálisis del miedo", explica la neurocientífica.
Continúa explicando que el hipocampo podría combatir esa sensación de miedo dotándonos de recuerdos y emociones guardadas que nos pueden dar seguridad; los lóbulos prefrontales, entregándonos la sabiduría necesaria para la reflexión, el análisis de la situación y las acciones a realizar para hacerle frente. Pero no siempre ocurre así.
Esto acelera nuestro corazón y el flujo sanguíneo que riega algunas áreas de nuestro cuerpo (las más necesarias para la supervivencia), lo que, inevitablemente, ralentiza el riego de otros órganos que el cerebro considera "menos esenciales".
Esto afecta, por ejemplo, a nuestro tubo digestivo. La conexión del cerebro con el intestino a través del nervio vago se ve claramente afectada en situaciones de miedo. Es por eso que las personas que sufren miedo de manera sostenida presentan a menudo alteraciones en sus funciones digestivas, que se materializan en forma de alergias, intolerancias, malas digestiones, inflamación, colon irritable, etcétera.
El miedo hace también que la neuroquímica que libera nuestro sistema esté dominada por el estrés; el cortisol es la hormona que predomina en situaciones de estrés y que sus niveles sean altos y se mantengan en el tiempo nos perjudica mucho a nivel físico.
- Aparato digestivo: La 'ansiedad estomacal' es el principal síntoma del estrés
¿Se puede frenar esta reacción ante el miedo?
Los descubrimientos más recientes en neurociencia nos muestran que una buena activación del prefrontal izquierdo (zona cerebral por encima de la ceja izquierda) te permite enfrentarte al miedo con recursos, más seguridad y determinación. Hace que tengas pensamientos más positivos y optimistas y que seas capaz de reconocer en ti las herramientas y talentos que ya has usado en el pasado para hacer frente a situaciones inquietantes. "En definitiva, en vez de asustarte, te da una palmadita y te dice: "Confía en ti, tú puedes". Es la manera de sentirse cómodo en la incomodidad del miedo", indica la especialista.
"En nuestros entrenamientos de frecuencias cerebrales en MindStudio (@mindstudio.es), activamos este prefrontal izquierdo para que funcione en frecuencias alpha y beta, responsables de un pensamiento optimista, racional, orientado a objetivos, sereno y con organización y priorización de tareas. Cuando tu prefrontal izquierdo funciona de forma armónica en estas frecuencias, los desafíos se vuelven más fáciles. Notas como no te invade el miedo, sino una alerta serena de que debes prestar atención, pero desde una emoción de seguridad y confianza en ti", nos explica Ana Ibáñez quien asegura que Por todas las personas que ha tratado, "el entrenamiento en el prefrontal izquierdo reduce el miedo innato a no ser suficiente, a no estar a la altura".
¿Cuál es la diferencia entre estrés positivo y negativo?
Hay un tipo de estrés que es saludable, que rejuvenece tu cuerpo y tu mente y que te hace más fuerte. Este estrés positivo se conoce como eustrés.
Pero hay otro estrés que es insano, que te daña corporal y mentalmente y que te enferma. Es a ese al que solemos referirnos como estrés, sin más, aunque en realidad es un tipo de estrés. Concretamente, uno que llamamos distrés.
El estrés es lo que permite a tu organismo producir una explosión extra de energía o concentración cuando lo enfrentas a una situación fuera de lo normal. El estrés bueno y puntual te permite hablar en público, concentrarte cuando estás en un examen o reaccionar rápidamente para esquivar un objeto que viene hacia ti.
Sin embargo, el distrés funciona de otra forma. Es, por ejemplo, ese que se repite en tu día a día, como tener exceso de trabajo o discusiones en casa, y que te afecta negativamente y bloquea áreas de tu cerebro.
"No se funciona igual cuando se tiene estrés continuo. Nuestro cerebro ha evolucionado a lo largo de los milenios para liberar cortisol en situaciones estresantes y, al mismo tiempo, apagar tu pensamiento racional y lógico para no perder tiempo. El cerebro sometido a estrés entiende que está en modo supervivencia y que tiene que reaccionar rápido, sin tiempo para pensar. Es por eso que, sometidos a un estrés permanente en el tiempo, no tomamos las mejores decisiones: simplemente las tomamos más rápido".
- Así funcionan las hormonas del estrés: el cortisol y la adrenalina
¿Cómo podemos hacer que nuestro cerebro fabrique estrés positivo?
"Dejándole claro cuál es el premio detrás de ese estrés y limitar el tiempo en que lo sometes a ese estrés", afirma Ana Ibáñez.
Siempre que tengas la certeza de que el estrés que vives te conduce a un beneficio, que ganas algo o generas algo bueno gracias a ese estrés, estarás viviendo un estrés positivo (aunque sigas sintiéndote incómodo). Además, hay que limitar el tiempo al que estás sometido a ese estrés o tener claro cuánto tiempo va a durar. "Tu cerebro necesita saber que no está atrapado en esa situación estresante por tiempo indefinido", recuerda.
¿Qué es exactamente la ansiedad?
El cerebro antiguo, inconsciente, ha almacenado en su disco duro la memoria de todas las situaciones que a lo largo de la vida de uno han provocado un impacto emocional. Situaciones buenas y situaciones malas, memorias buenas y memorias malas. Pero no olvidemos que para el cerebro lo más importante es la supervivencia y por eso no es de extrañar que dé mucho más peso a las emociones negativas que a las positivas. Le importa más defenderse de las amenazas que pasarlo bien.
Por esa razón, "aunque te hagan veinte halagos por algo que has hecho bien, si recibes una crítica negativa tu mente se va a fijar más en esta que en las buenas palabras. Simplemente, tu cerebro quiere que no se le pase nada que pueda ser negativo para ti".
Nuestro cerebro inconsciente es una especie de cajón de sastre donde se han ido acumulando los traumas, miedos o situaciones estresantes que hemos vivido y que nuestra mente no quiere que se repitan. "Puede que tú te hayas olvidado de todo ello, pero tu cerebro no lo ha hecho. Recuerda perfectamente aquellas situaciones que fueron amenazantes y de las que, por tanto, te quiere proteger".
En definitiva, cuando a nuestro cerebro algo le recuerda unas circunstancias que lo asustaron alguna vez, reacciona con brusquedad y necesita avisarte de que tiene mucho miedo. Tanto miedo que te invade y se queda contigo, aunque de manera objetiva la situación peligrosa haya pasado o realmente no suponga un peligro.
¿Cómo lo hace? Generando ese abanico de síntomas diversos asociados a la ansiedad. A unas personas las avisa en forma de palpitaciones; a otras, con insomnio; a otras, con problemas en la piel, etcétera.
La ansiedad es la manera que tiene tu cerebro de comunicarte que está muerto de miedo.
¿Es lo mismo ansiedad que estrés?
A veces confundimos ansiedad y estrés. Es lógico, ambos nos hacen sentir mal, nos aceleran y nos invaden de miedo. Sin embargo, hay una gran diferencia.
"Te pongo un ejemplo. Antes de un examen sientes estrés: te transpiran las manos y se te cierra el estómago. Sin embargo, ansiedad es estar en tu casa, en un ambiente tranquilo y en teoría seguro, y tener tu cabeza llena de preocupaciones con pensamientos negativos que te acechan constantemente", aclara la experta en cerebro.
Mientras que el estrés ocurre en un tiempo limitado, cuando estamos frente a algo que nos estresa, la ansiedad no necesita que esté presente en ese momento ningún elemento estresante.
Cuando hablamos de ansiedad, es como si nuestro cerebro estuviera viendo "visiones" de una situación estresante, aunque ahora no exista ningún estrés o peligro real. Es decir, es un producto de nuestra mente, de nuestra imaginación, y puede durar mucho tiempo, años, incluso.
¿Qué otras técnicas nos ayudan a reducir el estrés y la ansiedad?
Lo que necesitamos es "quitarle miedo" a nuestro cerebro y mostrarle que no tiene por qué sentirse tan amenazado. Por supuesto, la ayuda desde lo corporal, ya sea con deporte, estiramientos, baile o cualquier tipo de movimiento, ayuda mucho, porque al hacerlo nuestro cerebro produce unas ondas cerebrales que se llaman alpha y nos producen calma y relajación. Pero también podemos hacerlo desde procesos mentales, calmando a nuestro cerebro mediante visualizaciones donde podemos imaginar que esa situación estresante tiene un final feliz o traer a nuestra memoria situaciones ya vividas donde también estuvimos estresados y las superamos con éxito.
La neurocientífica señala que para tratar la ansiedad necesitamos pautas concretas para calmar a "este niño asustado que hace una rabieta" en el que se convierte nuestro cerebro cuando tenemos ansiedad.
¿Cómo podemos aumentar nuestro rendimiento cognitivo si tenemos mucho estrés?
Nuestro rendimiento mental y cognitivo aumenta cuando nuestro cerebro se siente seguro, sin amenazas ni alertas que pongan en peligro nuestra supervivencia. Si estamos pasando por una etapa emocional complicada, notamos cómo nuestro rendimiento mental y nuestra concentración disminuyen. Esto ocurre porque nuestro cerebro se pone en modo alerta, funciona desde la supervivencia activando mucho unas áreas cerebrales muy concretas, como son los núcleos amigdalinos (o conocidos como amígdala), y retira riego y activación de otras áreas más sofisticadas del cortex prefrontal, que son las encargadas del pensamiento reflexivo, la concentración o la memoria, entre otras muchas habilidades cognitivas.
Por eso, "para aumentar nuestras habilidades cognitivas, debemos buscar "encerrarnos" en burbujas que creamos para nosotros de confort emocional, incluso cuando estemos en una etapa donde no exista ese confort, pero podemos llevar a nuestro cerebro a que cree esta "isla de confort" dentro de un océano que puede que esté muy removido a nivel emocional, concluye Ana Ibáñez.