De igual forma que en verano aparecen esos amores pasajeros, fugaces, propios de esta época del año, también podemos comprobar cómo en el estío es cuando más parejas se rompen. “Es un hecho que el verano suele ser la época donde más parejas se rompen. Se trata de un problema puro de convivencia”, afirma con rotundidad Pilar Guerra Escudero, psicóloga clínica y coach ejecutivo, que nos cuenta que, durante el invierno cada miembro de la pareja hace su vida, todo está muy estipulado, los roles en la familia están muy marcados, los fines de semana cada uno tiene sus hobbies, quedan a cenar en grupo, etc.
“De esta forma, las parejas en crisis ni siquiera se dan cuenta de que lo están durante el año. Pausar, parar la rutina durante la época estival hace que se pausen también las actividades, el ‘hacer’, y que nos quedemos con el ‘ser’ en estado puro y nos percatemos de los sentimientos hacia el otro que han estado soterrados y aletargados durante el frío invierno”, comenta la especialista.
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Mayor convivencia
En verano, en cambio, la convivencia pasa del cero al cien, y puede no haber herramientas para saber convivir de manera cotidiana. “A esto se une que se coloca en las vacaciones muchas expectativas, sin darnos cuenta de que debe haber un periodo de tránsito, de transición para adaptarnos. La consecuencia es que hay mucha frustración por parte de ambas personas porque es cuando se enfrentan cara a cara, conviven y no se gustan en muchas cosas que ni tan siquiera han podido observar de enero a julio”, cuenta la especialista.
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Un exceso de planes
“En mi opinión, durante el invierno, solo ‘miras’ a tu pareja. En el verano, hay más tiempo para en vez de mirarse, ‘verse’. Y no nos sabemos reconocer. Solo nos miramos en la gestión de la convivencia, y nos ponemos muchos peros y hacemos muchos reproches. No nos relacionamos de una manera adulta, realmente haciendo el esfuerzo de ‘ver’ al otro”, puntualiza la psicóloga, que hace mención a otro aspecto importante: vivimos en un mundo compulsivo de consumismo.
“Consumimos en verano también un exceso de planes que nos hace alejarnos del ‘ser’ que tiene el ser humano que tenemos al lado. Hemos de aprender a estar simplemente con el otro. Conocerle y darnos a conocer. El confinamiento nos debería de haber enseñado a priorizar y a valorar lo que tenemos, observando más lo que sí tenemos y no lo que nos falta”, nos recomienda.
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¿Siempre es la solución separarse?
Cuando una pareja empieza a tener conflicto, se apela a la herramienta de la separación como único instrumento. Y Pilar Guerra puntualiza que, en el conflicto con el resto de relaciones sociales (ya sean fraternales, laborales, amistosas o incluso vecinales), se barajan más soluciones para que sean reconducidas. “Sin embargo, en las relaciones de pareja se asocia inmediatamente las discrepancias a la separación, cuando la solución no está ahí, sino más bien en recuperar el vínculo, siempre que se pueda”, explica.
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Un análisis de visión
Toca, en opinión de la experta, pararse un poco, reflexionar, no tomar decisiones en caliente. “Soy de la filosofía del respeto al vínculo siempre en parejas normalizadas, y de que antes de tomar la separación como un elemento liberador, debería hacerse un ejercicio de visión, es decir, poner a las personas que se quieren separar en la tesitura de verse en un futuro próximo, para que vean realmente cómo sería”, explica.
Y es que puntualiza que la separación es de una convivencia, pero no del conflicto, y éste incluso irá a peor. Es importante un análisis de visión, preguntarnos ¿cómo estaríamos separados? ¿cómo nos sentiríamos sin los hijos, si el otro está con otra pareja? ¿Realmente está todo perdido? ¿Podemos pedir ayuda? ¿Hacer una terapia on line? ¿Investigar por nuestra cuenta qué herramientas podemos empezar a desarrollar?
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Trabajar por la pareja
Por otra parte, Pilar Guerra considera que el verano puede ser un buen momento para hacer un ejercicio llamado “identidad pública” o hacer un pequeño taller de “convivencia” con un profesional o tener la intención de estudiar los dos juntos aspectos del desarrollo personal que desconocen. “La convivencia tiene mucho ver con la comunicación y ésta, con la conversación y ésta última, a su vez, con la escucha activa, así como con la comunicación no violenta. Es decir, todo esto son herramientas que, si no las estudiamos, de forma innata es muy difícil que las sepamos y las podamos utilizar”, nos dice.
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Dar y recibir 'feedback'
Dentro de la comunicación, Pilar Guerra puntualiza que hay un ejercicio que es saber dar y recibir feedback por el que se pide a la pareja enumerar tres fortalezas que cree que son beneficiosas tanto para ella y como para el otro, con ejemplos, y también exponer tres áreas de mejora (no defectos) que considera que sería conveniente señalar, trabajar y vigilar por el otro, con ejemplos también. Este ejercicio se puede hacer en familia o en pareja, pero siempre con el compromiso de que es un feedback, por el que se da las gracias, y ni se tiene que justificar ni se polemiza. También puede hacerse pidiendo a 6-8 personas del entorno colaboración en este trabajo de desarrollo personal para mejora en la pareja.
“Es eminentemente sorprendente ver cómo todos, sin acuerdo previo, coinciden al enumerar tus fortalezas y áreas de mejora. Sorprende además que tu pareja también coincida con el resto en señalar las mismas áreas de mejora, por lo que ya no lo tomas como un juicio o crítica de tu pareja. Y eso es un gran regalo porque muestra el área ciega que todos tenemos, para poder mejorar. Y eso es precisamente lo bueno, saber que tenemos áreas ciegas porque muchas personas ni saben que las tienen”, comenta.
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No es todo de color de rosa
Y es que el objetivo es trabajar para evitar llegar a septiembre, con la vuelta oficial a la rutina, a las ocupaciones, al día a día tras el periodo de descanso, con una sensación de incomodidad, de malestar, quizá de fracaso, por los desencuentros vividos estos días. A veces son pequeños desacuerdos pero que han destapado que en la convivencia no todo es color de rosa. Al final, como apunta desde Clínicas Origen la psicóloga Pilar Conde, lo que queda es una toma de conciencia de no disfrute y una decepción tras las expectativas puestas en el otro y en las vacaciones.
Pilar Conde insiste también en la recomendación del diálogo. Hay que hablar de lo sucedido, si se quiere tratar de salvar la relación. Cuando hay voluntad de mantener la pareja, explica, la ayuda terapéutica, la terapia, es una herramienta muy válida. Ahora bien, no siempre debemos echarle la culpa a los conflictos veraniegos. “Si la persona tiene claro que lo quiere dejar, es una decisión que normalmente la personas lleva pensando desde hace tiempo, por lo que es difícil que la modifique”, cuenta.
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Tres pilares básicos
Pero qué hacer antes de llegar a este punto, antes de salir, si quiera, de viaje. Lo primero es planificar para evitar sorpresas indeseadas y, sobre todo, en el caso de que a uno de los dos les gusten los planes ordenados. Recuerda Pilar Conde que cada persona tiene un ritmo y unas prioridades y que es necesario flexibilizar los tiempos de salida y los preparativos con el fin de sortear problemas innecesarios.
A partir de ahí, tres claves: escucha, comunicación y negociación como pilares para construir unos días en el que todos ganen y se pueda disfrutar en un clima romántico y especial. Así, si se exponen las preferencias de ambos y sus puntos de vista, necesidades, expectativas y se escuchan y valoran, todo irá mejor.
Y concluimos con una recomendación de la directora técnica de Clínicas Origen: redes sociales sí, pero en modo tranquilo. Vivir primero, contarlo después. Las vacaciones son para experimentar lo que nos traen el verano, sin necesidad de mostrarlo cada minuto al resto del mundo, hándicap que nos desvía del otro y nos puede convertir en esclavos del teléfono y de la opinión ajena.
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