Según un estudio realizado por IO Investigación sobre el conocimiento y percepción de las españolas sobre su salud física y mental, la mayoría de las mujeres asumen que tienen más probabilidades de sufrir depresión y ansiedad que los hombres (más del 70%). Es más, un 73% reconoce haber sufrido algún episodio depresivo. Pero en el otro extremo de estas cifras nos encontramos con que hasta un 44% no acude a un profesional cuando es necesario. Estos datos nos hacen plantearnos por qué, en general, la depresión es una enfermedad que se relaciona especialmente con las mujeres.
“La epidemiología data de una mayor tasa de incidencia de la depresión en las mujeres. Es interesante conocer estos datos para reflexionar al respecto y así poder conocer más acerca de este problema de salud mental tan frecuente. Es importante considerar que la incidencia la conocemos a través de los datos, es decir, conocemos esta información pues es más habitual que las mujeres pidan ayuda o reciban tratamiento por dificultades en su estado anímico”, nos explica la especialista en Neuropsicología Ana Gómez de Escauriaza, de la Clínica López Ibor, quien añade que, además, culturalmente no es tan habitual que los varones reconozcan, identifiquen o recurran a pedir ayuda profesional ante sus dificultades o problemas para gestionar sus emociones.
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¿Será un cuadro depresivo?
¿Qué síntomas nos pueden alertar de que estamos ante un episodio depresivo? Tal y como nos cuenta la especialista, la depresión no es un mero bajón en nuestro estado anímico ni un episodio o bache de tristeza. “La depresión en un trastorno del estado de ánimo que puede cursar con síntomas graves. Afectando a cómo nos sentimos, pensamos y llevamos a cabo nuestros comportamientos en el día a día. No debemos caer en patologizar cualquier episodio o momento de malestar emocional y de este modo etiquetarlo rápidamente como depresión. Sin embargo, debemos prestar atención a los síntomas o características más habituales al inicio de un posible episodio depresivo para de este modo poder pedir ayuda y abordar las dificultades cuanto antes”, nos cuenta, haciendo hincapié en que es importante no caer en un alarmismo y entender que cada caso es distinto y el curso y clínica de síntomas es diferente para cada individuo.
“Debemos considerar un signo de alerta cuando tenemos dificultades para gestionar y llevar a cabo nuestra vida personal, familiar, social y/o ocupacional-laboral. En el momento en que evidenciamos que el malestar se prolonga en el tiempo, que es de una intensidad que nos interfiere y merma capacidad y calidad de vida quizá es un buen momento para supervisar o pedir ayuda a profesionales como psicólogos o psiquiatras”, explica.
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Presta atención a estos signos
Es habitual, además, un inicio insidioso de los cuadros depresivos:
-Poco a poco vamos experimentando menos capacidad para disfrutar, para conectar con emociones agradables.
-Mayor predominio de pensamientos negativos o rumiativos.
-Sentimientos de inutilidad o desesperanza.
-Podemos también mostrarnos más irritables, sensibles y con menor tolerancia al malestar
-Es habitual la tendencia a dejar o descuidar aficiones, inquietudes así como rechazo a tener interacciones o relaciones sociales.
-Tendencia al aislamiento o encamamiento.
-Podemos empezar a abandonar hábitos o pautas básicas de conducta como tener unos horarios organizados, problemas con el apetito y estilo de alimentación así como problemas en la calidad de nuestro sueño y descanso.
-La libido y el deseo sexual también pueden verse interferidos.
-Molestias físicas, problemas digestivos o musculares entre otros son algunos de los síntomas prototípicos.
-También se ve afectada la capacidad para concentrarnos, atender o comprender y retener información, pudiendo manifestar problemas de memoria entre otros síntomas, así como presentar dificultad para tomar decisiones.
“A medida que el curso de la depresión puede ir avanzando, como síntomas principales podemos identificar el experimentar niveles de energía bajos, fatiga o cansancio, así como dificultad para mostrar iniciativa, falta de ilusión o fuerza para emprender actividades que antes realizábamos sin apenas coste alguno. Abandono de responsabilidades o actividades de vida diaria. El predominio y el malestar que nos provocan los pensamientos negativos será difícil de reconducir o cambiar sin ayuda profesional. Pueden aparecer conductas y pensamientos de carácter autodestructivo”, detalla.
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Tipos de depresión vinculados con la mujer
No podemos pasar por alto que hay algunos tipos de depresión que pueden ser vinculados con etapas concretas de la vida de la mujer, así como que cada mujer lo vive de una forma distinta. Así, en diferentes etapas o hitos en el desarrollo de la mujer es más frecuente el poder experimentar cambios físicos y hormonales que en algunas ocasiones puedan precipitar el desarrollo de un episodio depresivo. “Alteraciones hormonales, como por ejemplo las que se experimentan tras el parto o durante la menopausia pueden desestabilizar o favorecer el debut de un episodio depresivo”, nos cuenta la neuropsicóloga, que sugiere que cada caso debe ser analizado de manera individualizada, pues cada mujer tiene una historia de vida diferente, un estilo de afrontamiento diferente y factores como el apoyo psicosocial, entre otros, que interfieren en el posible desarrollo o no del cuadro depresivo.
Es más, matiza que incluso una mujer en momentos diferentes de su vida ante una misma situación puede cursar o no con una desestabilización en su estado de ánimo. “El desarrollar un cuadro depresivo es debido a factores multicausales, no podemos caer en el determinismo ni entender la salud mental por factores únicos. Hay que abordar cada caso en cada momento”, nos cuenta.
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¿Un problema infradiagnosticado?
Una de las dudas que nos surge es si nos encontramos ante un problema de salud infradiagnosticado o que en ocasiones se diagnostica tarde. “Como tantas otras afectaciones en salud mental, hemos pasado por diferentes tendencias. A veces escuchamos mucho acerca de un diagnóstico y en ocasiones dejamos de oír al respecto, pues otro diagnóstico se ‘pone de moda’, pero no debemos olvidar que la salud mental no toma vacaciones. Debemos siempre estar en alerta y pendiente de si podemos desestabilizar la misma”, nos cuenta la experta de López Ibor.
Y lanza una alerta muy concreta: se debe tener especial precaución o vigilancia cuando los cuadros depresivos son recurrentes o incluso cuando tenemos antecedentes familiares con problemas de este tipo. “Es importante realizar un adecuado trabajo en psicoeducación y autoconocimiento. Esto se puede trabajar en psicoterapia para de este modo que cada uno conozca sus factores de riesgo y de protección, es decir que conozca los acontecimientos, situaciones o vivencias que especialmente le perturban o ante las que presenta mayores dificultades para gestionar, pues de anticiparse alguna situación de este tipo es cuando más importancia hay que dar a los factores de protección. Estos factores no debemos nunca descuidarlos”, nos cuenta.
Así, remarca que, por ejemplo, es importante que cada persona conozca y tenga recursos que le reporten bienestar, calma y le ayuden a sobrellevar las “malas rachas”. Por eso, es muy importante en estos momentos es cuidar nuestras relaciones sociales sanas, aficiones, inquietudes y actividades gratificantes. Así como evitar situaciones que nos descompensan o pueden desestabilizar, como por ejemplo, el consumo de tóxicos, desajustar horarios o sobrecargarnos de estresores entre otros.
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Abordar el problema
“Una adecuada detección es crucial para el mejor abordaje del problema de salud. Recibir un tratamiento farmacológico ajustado y supervisado por el psiquiatra si fuera necesario es igual de relevante en ocasiones como puede serlo el acudir a psicoterapia. Pedir ayuda a tiempo favorece una mejora evolución de los cuadros clínicos, significando para cada individuo un impacto menor en su vida diaria. Una intervención en su debido momento reduce la presencia y la intensidad del malestar y el síntoma, así como la durabilidad de los mismos. Intervenir a tiempo favorece y reduce el riesgo de recaídas. Un buen trabajo en psicoterapia favorece la identificación de pródromos o síntomas que nos avisan o alertan del riesgo de poder iniciar un episodio depresivo. Recibir un adecuado abordaje terapéutico favorece la prevención en recaídas”, concluye Ana Gómez de Escauriaza.