Todos conocemos a algunas personas que necesitan tener el control de las situaciones. Asumen el liderazgo, abren caminos y guían a los demás. Pero también hay individuos 'controladores' y este rasgo de personalidad tiene alguna connotación negativa cuando lo que necesitan es ponerse por encima o perseguir a sus compañeros, amigos o familiares. Estas personas dictan a los demás cómo tienen que actuar y comportarse. Toman las decisiones, en ocasiones, sin respetar diferentes opiniones. Tienen que tenerlo todo planeado y organizado según su criterio y se hace difícil la convivencia.
Hablamos con el psicólogo Rafael San Román, de ifeel, que nos explica cuáles son los rasgos de personalidad y características de las personas controladoras y qué debemos hacer si tenemos a un controlador o controladora al lado.
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¿Quiénes son las personas controladoras?
Son personas que intentan anticiparse a todos los detalles y matices de una situación, ser conscientes de la situación de una manera panorámica para tener todo el margen posible de influencia sobre ella. A veces no es una situación presente o futura lo que intentan tener controlado, sino a una persona: intentan dirigir sus movimientos, decidir por ellas qué deben o no hacer, estar al tanto de todo lo que hacen o de todo lo que les ocurre…
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¿Por qué necesitan tener el control?
Normalmente, las personas muy controladoras no son solo personas muy dominantes (con ansia de poder sobre los demás), sino también individuos con mucha necesidad de seguridad. Al contrario que la improvisación o que la ignorancia, el control da información y previsibilidad y esto alivia mucho la ansiedad ante una posible amenaza. Aporta la percepción de que podemos influir en las situaciones en lugar de estar a expensas de ellas.
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¿Son controladores consigo y con los demás?
Parece coherente que una persona que intenta ser muy controladora con los demás también lo sea con sus propios asuntos. También es previsible que aprovechen cualquier espacio donde puedan desarrollar esa faceta, incluso que la busquen, por ejemplo posicionándose a nivel profesional en puestos directivos o de coordinación de equipos.
Esa posición es privilegiada para controlar a los otros, porque parece que el control está incluido en las funciones del puesto. Esto puede llevarlos a estar muy encima de los miembros de su equipo, ser muy dominantes o inquisitivos, o quizá excesivamente paternalistas (dando demasiadas instrucciones -disfrazadas de ayuda o colaboración) a la hora de hacer encargos.
Las personas controladoras, por definición, dan poca autonomía a las personas a las que intentan controlar, en el fondo no confían del todo en la capacidad de estas para hacer las cosas correctamente por sí mismas.
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¿Cuáles son los principales rasgos de personalidad?
Controlar (o intentarlo) es un mecanismo muy útil para tener sensación de que podemos influir en el entorno y así obtener algún beneficio directo (ejercer el poder sobre alguien) o indirecto (por ejemplo, paliar la ansiedad que nos genera una situación amenazante).
El control es una actitud, o una serie de mecanismos psicológicos que ayudan a la persona a adaptarse a diferentes situaciones. Más allá de esa necesidad básica de adaptarse y seguir adelante, hay que explicarlo en base a la necesidad de no sentir miedo, de vencer a alguien o influir sobre él, de paliar los posibles daños que pueden llegar… Habrá que ver cuál de esas necesidades es la que puede más, y de ahí cuál es el beneficio que la persona controladora intenta obtener, ¡incluso sin ser consciente de ello!
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¿Cómo debemos protegernos de las personas controladoras?
Primero debemos darnos cuenta de que eso está sucediendo, porque puede estar dándose de manera insidiosa o indirecta, maquillada. Muchas pautas de control excesivo están escondidas tras un supuesto deseo de protección, o un interés presuntamente genuino en la vida de la persona. Ese deseo de proteger o ese interés en el otro pueden existir, pero pueden ir acompañados de una pauta asfixiante o entrometida que incomode al otro y que no le haga sentir protegido, ni conectado afectivamente de manera positiva, sino, simplemente, controlado.
Luego ya hay que tirar de asertividad, poner límites al impulso del otro de entrometerse en nuestra vida o teledirigir nuestros pasos o pretender que nos ajustemos a todo lo que él/ella considera que nos conviene más. Dependiendo de la manera en la que percibamos que está intentando controlarnos el límite tendrá que ser del tipo “no informar”, negarnos a dar un dato, informarle de que nuestra manera nos convence más, etc.
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