Llevamos ya dos años de pandemia. La COVID-19 llegó a nuestras vidas en 2020 y les dio la vuelta. Tuvimos que acostumbrarnos a los aislamientos, las cuarentenas, la mascarilla… muchas personas han pasado ya el virus a lo largo de estas interminables olas y hay ya un cuadro médico que los especialistas han bautizado comoCOVID persistente o long COVID. Y es que la enfermedad puede dejar secuelas en algunos pacientes, de diverso tipo. Y cada vez más especialistas alertan de la importancia de controlar lo que comemos para tratar de mitigar esos síntomas y de cubrir posibles carencias nutricionales derivadas de la infección. Nadie duda de que una alimentación saludable es fundamental para reforzar el sistema inmune y, de esa manera, se puede contribuir a que algunos de esos efectos negativos derivados de la infección se alivien o, lo que es más importante, vayan desapareciendo. Hemos hablado con la doctora María del Mar Silva Rivera, especialista en Nutrición y Dietética en Dietynut Consulta de Nutrición y miembro de Top Doctors para que nos dé una serie de pautas sobre cómo debe ser nuestra alimentación si estamos en esta situación.
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¿Puede el hecho de tener COVID persistente influir en que tengamos algunos déficits nutricionales?
Es correcto, se ha detectado en pacientes con COVID persistente deficiencias de micronutrientes, como pueden ser las vitaminas, minerales, ácidos grasos y aminoácidos, así como un exceso de estrés oxidativo.
Se ha comprobado, por lo tanto, que los pacientes con COVID persistente tienen carencia de determinadas vitaminas y minerales. ¿Por qué ocurre esto?
Como decíamos, en este período de long COVID sabemos que pueden tener aumentadas las necesidades de micronutrientes, como las vitaminas B1, B2, B3, B5, B6, B12, folatos, selenio y magnesio, ácidos grasos Omega 3, aminoácidos y otros factores como triptófano, tirosina, fenilalanina, colina, mio-inositol, glutatión (que está relacionado con la deficiencia de vitamina D), etc.
Esa falta de micronutrientes se debe a que tanto durante la infección como posteriormente a la misma, se mantiene el estrés oxidativo en el organismo. Esto produce un agotamiento del glutatión, lo que da lugar a alteraciones mitocondriales, situación que se ha propuesto como la más importante a la hora de mantenimiento de long COVID, aunque también hay otras causas que pueden ser concomitantes a la situación de deficiencia micronutricional.
¿Qué recomendaría a un paciente con esta patología post COVID en relación con su alimentación?
Una dieta rica en vegetales, con lácteos sin lactosa y cereales integrales controlando el gluten es la de elección durante un período de al menos 3 meses. Posteriormente, se puede volver poco a poco a la dieta habitual de la persona, que deberá cuidar su peso y mantener un peso saludable.
¿Puede la dieta ayudarnos a mitigar algunos de los síntomas de este llamado long COVID?
Los pacientes con long COVID pueden tener aumentadas las necesidades de micronutrientes, por lo que una dieta que se enfoque en el consumo de alimentos ricos en estos micronutrientes ayudará al paciente a mejorar sus síntomas de cansancio y fatiga.
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¿Hay alimentos que no deberían faltar en su cesta de la compra?
Serían los alimentos que componen una dieta mediterránea bien hecha, pero con control en la ingesta de lácteos y priorizando pescados frente a carnes, con porciones pequeñas de cereales integrales y aceite de oliva.
¿Son indispensables los alimentos ricos en antioxidantes?
Los antioxidantes son sustancias que forman parte de los alimentos que ayudan a frenar las reacciones de oxidación en las células, a partir de las cuales se originan los nocivos radicales libres. Por ello, a un paciente con COVID-19 se aconseja una alimentación rica en antioxidantes (presentes en vegetales), además de acompañarlos con una disminución o eliminación puntual de lactosa y gluten, ya que pueden favorecer la inflamación de bajo grado.
Los expertos recomiendan el llamado menú pro-inmunidad, ¿cuáles serían sus claves?
Una dieta pro-inmunitaria es aquella que facilita que el sistema inmune tenga todos los elementos necesarios para poder ejercer su función correctamente. Esta dieta favorece el consumo de alimentos como frutas, verduras, hortalizas, legumbres, pescados blancos y azules, carnes blancas, huevos, lácteos sin lactosa (aunque sí se consumen fermentados como el yogur) y, en ocasiones, es necesario retirar también el gluten, sustituyendo los cereales que lo contienen por otros cuyo contenido de gluten es menor o sin gluten. No se busca que la persona elimine el gluten por completo de su dieta, pero sí que reduzca su consumo y elija otros cereales o pseudocereales integrales.
¿Puede haber, incluso, la necesidad de recurrir a la suplementación en momentos muy concretos?
En ocasiones suele ser necesario suplementar estos nutrientes, ya que solo con la alimentación habitual podemos no estar llegando a cubrir las necesidades diarias de la persona en el proceso de enfermedad. En algunos casos la suplementación de vitamina D y B12 es conveniente establecerla tras pedir una analítica en la que veamos que, efectivamente, están en niveles de insuficiencia.