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¿Cuáles son los síntomas y cómo se trata la esquizofrenia paranoide?

Hablamos con dos expertos sobre los síntomas de esta enfermedad mental que padece Noelia de Mingo, así como de los tratamientos que permiten a los pacientes afrontarla


Actualizado 22 de septiembre de 2021 - 19:45 CEST

En las últimas horas nos sobrecogía la noticia de que Noelia de Mingo apuñalaba a dos personas en la localidad de El Molar, años después de haber matado a tres personas en la Fundación Jiménez Díaz, donde trabajaba. La mujer está diagnosticada de esquizofrenia paranoide, por lo que hemos querido poner un poco más de luz sobre esta enfermedad que ha vuelto a ponerse en el punto de mira. Tal y como detalla la Organización Mundial de la Salud, la esquizofrenia es un trastorno mental grave por el cual las personas interpretan la realidad de manera anormal. Así, apuntan a que puede provocar una combinación de alucinaciones, delirios y trastornos graves en el pensamiento y el comportamiento, que afecta el funcionamiento diario y puede ser incapacitante. Y no es un problema menor, pues afecta a más de 21 millones de personas en todo el mundo. Para conocer más sobre esta enfermedad, hemos hablado con el doctor Adán así como con Diego Sánchez Ruiz, psicólogo clínico en GrupoLaberinto, para que nos ayuden a entender mejor esta enfermedad, huyendo de los estigmas y entendiendo que la salud mental es tan importante como la física y, por ello, hay que prestarle también atención.

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“La esquizofrenia paranoide es una enfermedad mental de curso crónico que afecta a diferentes áreas de la vida psíquica. Por lo general irrumpe de forma más o menos brusca durante la adolescencia tardía o a comienzos de la vida adulta. A grandes rasgos distinguimos entre tres grupos de síntomas: síntomas positivos, que incluyen delirios y alucinaciones (típicamente se sienten perseguidos y escuchan voces que hablan entre sí o que le hablan directamente en tono amenazante o despectivo), síntomas negativos (desgana, apatía, falta de iniciativa y falta de interés en las relaciones interpersonales) y síntomas cognitivos, que incluyen problemas en la atención, concentración y memoria. No es imprescindible que aparezcan todos estos síntomas para realizar un diagnóstico de Esquizofrenia”, nos cuenta el doctor Jaime Adán, Director Médico en Consulta Velázquez y Jefe del Equipo de Psiquiatría del Hospital Ruber Internacional, miembro de Top Doctors.

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pastillas para la esquizofrenia© Adobe Stock
Es fundamental mantener el tratamiento farmacológico pautado por los especialistas en salud mental.

¿Qué es exactamente la esquizofrenia paranoide crónica?

“La esquizofrenia paranoide es una entidad clínica dentro del grupo de los diferentes tipos de esquizofrenia que existen. La esquizofrenia es una enfermedad especialmente compleja, ya que se puede presentar de formas diversas con diferentes agrupaciones de síntomas y signos que pudieran indicar uno u otro curso y pronóstico de la enfermedad. En general, los síntomas de la esquizofrenia se clasifican en positivos o negativos. Los positivos reciben su nombre debido a que reflejan un exceso o alteración de las funciones normales, por ejemplo alucinaciones, delirios, un pensamiento o lenguaje desorganizados (el lenguaje es incoherente o la persona va pasando de una frase a otra sin ningún tipo de hilo conector) o el comportamiento extravagante y violento. Los síntomas negativos reflejan una disminución o pérdida de las funciones normales, por ejemplo, el aplanamiento afectivo, la pobreza del lenguaje, la falta de motivación, la inactividad, falta de disfrute por lo que antes sí disfrutaba la persona o el aislamiento", cuenta Diego Sánchez Ruiz.

"La esquizofrenia paranoide estaría caracterizada por el predominio de síntomas positivos, especialmente por la presencia de ideas delirantes y alucinaciones auditivas. Frecuentemente los delirios tienen un contenido persecutorio (donde la persona piensa que se conspira para producirles algún tipo de daño o que les están siguiendo o espiando), de control (como si una fuerza externa controlara sus pensamientos, conductas o sentimientos), de grandeza (pensar que se tienen poderes especiales o que han realizado algo extraordinario) o referencial (la persona cree que detalles, hechos o frases se refieren a ellos o tienen un significado especial para ellos). Las alucinaciones suelen presentarse en forma de voces que hablan a la persona o le llaman de diversas maneras, también pueden ser ruidos o sonidos. La esquizofrenia paranoide recibe el apelativo de crónica cuando la persona ha tenido varios momentos en los que los síntomas han estado presentes y estos no remiten. Por suerte, el subtipo paranoide (especialmente cuando aparecen síntomas negativos) suele tener mejor pronóstico que otros subtipos de esquizofrenia y va asociado a una buena respuesta a los tratamientos, por lo que es menos probable que se la considere crónica”, cuenta Diego Sánchez Ruiz.

¿Cómo se manifiesta, cuál es el comportamiento de las personas que la padecen?

“En este subtipo de esquizofrenia los primeros síntomas que se detectan son los delirios o la escucha de voces en torno a una temática determinada. Es habitual que la persona cambie su comportamiento social o laboral y sea el entorno el que dé cuenta de tal diferencia. No hay un patrón concreto, el comportamiento variará en función de la temática del delirio o de las alucinaciones que está teniendo la persona. Por ejemplo, si la persona cree que la están controlando o que alguien trata de hacerle daño, se mostrará suspicaz y tenderá a aislarse”, cuenta el psicólogo clínico.

En opinión del doctor Adán, las manifestaciones clínicas son muy variadas y suelen depender de la fase de la enfermedad, aunque por lo general se trata de personas tranquilas, con cierta tendencia al aislamiento, en ocasiones algo excéntricas o peculiares (hecho que con frecuencia se manifiesta a través de creaciones artísticas de gran valor). “En etapas precoces, antes de que se diagnostique y se controle la enfermedad, pueden presentar conductas más desorganizadas y en ocasiones agresivas, aunque éstas suelen surgir como respuesta a la creencia de estar siendo perseguidos o atacados de alguna manera. En los periodos de descompensación tiende a desorganizarse el pensamiento y suelen agravarse las alucinaciones y las ideas de persecución, lo que ocasiona mayores problemas a nivel conductual (lo más habitual en estos casos es que se muestren más aislados y evitativos, siendo las conductas agresivas muy poco frecuentes)”, nos detalla.

¿Suele cursar con brotes?

“El curso de la enfermedad es variable, puede que la persona únicamente tenga un brote y que no le produzca ningún deterioro, es decir, la persona se recupera tras el episodio y vuelve a su vida habitual. Antes de que tenga lugar el brote es frecuente detectar una serie de signos (llamados síntomas prodrómicos) como deterioro social o retraimiento, deterioro de las actividades diarias y rutina de la persona, una conducta peculiar, extravagante o llamativa, deterioro de la higiene personal, y falta de motivación. Posteriormente aparecerá el brote, donde se desarrollan de forma más llamativa los síntomas positivos (delirios o alucinaciones) y la persona muestra mayor nivel de angustia. Tras esta fase puede aparecer una recuperación total o un deterioro cognitivo (afectación de la atención, la memoria y otras funciones neurológicas). Con el paso del tiempo pueden aparecer nuevos brotes, y tras cada uno de ellos el deterioro cognitivo es más importante”, apunta el psicólogo de GrupoLaberinto.

Coincide el psiquiatra, para quien el curso de la enfermedad es muy variable en función del paciente. “Aunque en la mayoría de casos el curso es estable y predominan los síntomas negativos (apatía, falta de iniciativa, aislamiento), en ocasiones cursa en forma de brotes más agudos en los que destacan las alucinaciones auditivas y las ideas delirantes (típicamente de contenido persecutorio). Estos brotes pueden deberse a diferentes factores, siendo los más habituales el abandono de la medicación, al consumo de tóxicos o las situaciones de elevado estrés”, nos dice.

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Es una enfermedad que puede causar delirios y alucinaciones en quien la padece. 

¿Afecta más a un determinado grupo de población?

“Teóricamente no existen diferencias entre personas de diferentes razas o nacionalidades. Tampoco hay diferencias en relación al sexo, aunque la esquizofrenia suele afectar a los varones a edades más precoces, lo que generalmente condiciona un pronóstico menos favorable. El consumo de tóxicos también puede acelerar el desarrollo de una Esquizofrenia, contribuyendo así a un peor pronóstico. Sí se ha identificado un riesgo mayor para el desarrollo de una Esquizofrenia en personas con familiares afectados por esta enfermedad. Asimismo, el hecho de ser migrante o de pertenecer a una minoría étnica puede aumentar el riesgo de desarrollar una esquizofrenia”, nos cuenta el doctor.

“La esquizofrenia es una enfermedad presente en todo el mundo y afecta aproximadamente a una persona de cada cien. Los estudios demuestran que el haber nacido en un entorno urbano o residir en él se asocia a un mayor riesgo de desarrollar la enfermedad. Asimismo, los emigrantes tienen mayor riesgo de desarrollar la esquizofrenia. El tener familiares con la enfermedad hace más probable el padecerla y esas probabilidades van aumentando conforme aumenta la proximidad biológica (ejemplo, padres-hijos)”, añade el psicólogo clínico, que matiza que suele afectar en igual números a hombres y mujeres, pero no de la misma forma. En promedio, en hombres el inicio suele ser más temprano (entorno a los 15-24 años), tener más síntomas negativos y peor pronóstico. En las mujeres, el inicio suele ser más tardío (25-34 años), presentan más frecuentemente síntomas positivos o afectivos (alteraciones importantes en el ánimo) y tener mejor pronóstico.

“Se observa mayor cantidad de casos de esquizofrenia en países desarrollados (hasta el triple) que en países del tercer mundo en vías de desarrollo, y que además, en los países desarrollados el curso y pronóstico es peor”, nos dice.

¿Es una enfermedad de difícil diagnóstico?

El especialista en psiquiatría nos detalla que en la mayoría de casos el diagnóstico no es particularmente complejo una vez que la enfermedad se ha desarrollado completamente. “Resulta mucho más complejo el diagnóstico en fases precoces, en las que los síntomas suelen ser más atenuados. En ocasiones la enfermedad se desarrolla de forma lenta y larvada, lo que da lugar a que el diagnóstico no se realice hasta pasados varios meses o incluso años. Desde hace años se están realizando importantes esfuerzos destinados a mejorar las técnicas de detección precoz, lo que podría contribuir a un menor impacto de la enfermedad y a un mejor pronóstico a largo plazo”, nos comenta el doctor.

“El diagnóstico lo debe realizar siempre un profesional cualificado. Esto es debido a que, como hemos comentado, la enfermedad tiene distintos subtipos, cada uno con una forma de presentación, síntomas asociados, curso y necesidades de tratamiento diferentes. Puede ser difícil diferenciarla de otras enfermedades como el trastorno delirante o el trastorno esquizotípico de la personalidad, con los que comparte síntomas como las ideas delirantes o el comportamiento extravagante”, comenta el psicólogo clínico.

Una vez diagnosticada, ¿cuál es el tratamiento que se debe seguir?

“Cuando un profesional realiza el diagnóstico previamente ha hecho una evaluación global sobre diferentes áreas, si ha habido indicios antes del brote, cómo era la vida de la persona previamente a la aparición de los síntomas, los estresores que afectan a la persona y el entorno y red social (familia y amigos) de la que dispone el individuo. En función de ésta evaluación existen diferentes intervenciones para tratar los síntomas, prevenir futuros brotes y mejorar el funcionamiento vital de la persona. La medicación antipsicótica es el tratamiento más empleado para reducir la sintomatología positiva. Lo ideal es combinar esta medida con tratamiento psicosocial, psicoeducación sobre la enfermedad para la persona y sus familiares, promover su funcionamiento social y calidad de vida”, nos cuenta Diego Sánchez Ruiz.

Y es que no podemos olvidar, como explica el doctor Jaime Adán, que un aspecto fundamental del tratamiento de la esquizofrenia es el tratamiento farmacológico (medicación antipsicótica). “Sin embargo, éste no es ni mucho menos el único tratamiento disponible. Así, la medicación puede (o debe) complementarse con diferentes formas de tratamiento que han demostrado mejorar la funcionalidad y calidad de vida tanto de los pacientes diagnosticados de esquizofrenia. Estas intervenciones incluyen diferentes formas de psicoterapia (tanto individual como familiar), la terapia ocupacional, la rehabilitación psicosocial y la rehabilitación laboral. Este tipo de intervenciones resultan especialmente importantes durante los primeros años tras el debut de la enfermedad. El objetivo de estas intervenciones se orienta hacia la inclusión plena de las personas diagnosticadas de esquizofrenia en todas las áreas de nuestra sociedad”, nos cuenta.

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Si se trata de forma correcta, la persona puede afrontar su vida sin complicaciones, siguiendo las pautas marcadas por los médicos y especialistas que la tratan.

¿Podemos pensar que está controlada la enfermedad de forma errónea?

“La esquizofrenia no posee signos (pruebas objetivas perceptibles por un observador externo, como la fiebre en una infección) que evidencien que una persona tenga la enfermedad o “avisen” de que esa persona puede volver a tener un brote. Los síntomas prodrómicos (sensaciones subjetivas), siempre que tanto la persona como su entorno los conozcan bien, sí pueden ayudar a saber si la persona está en riesgo de tener un nuevo brote. Por eso es tan importante la psicoeducación sobre la enfermedad una vez emitido el diagnóstico de la misma, para conocer qué elementos pueden estresar a la persona y qué aspectos pueden ayudar a que esté menos angustiada o sea el momento de volver a consultar con un profesional”, cuenta el psicólogo.

Y es que el doctor nos cuenta que cabe la posibilidad de que los signos propios de una descompensación sean pasados por alto, aunque en la práctica cotidiana esto es muy poco habitual. “Aquellos que mantienen una relación estrecha con una persona que está sufriendo una descompensación, habitualmente sus convivientes o sus familiares más próximos, suelen ser los primeros en advertir los cambios (en ocasiones se trata de algo muy sutil, como cambios en la expresión facial o en el tono de voz). El aislamiento, la suspicacia y el insomnio son otros síntomas que con frecuencia orientan hacia una descompensación. Con mucha frecuencia es el propio paciente quien solicita ayuda a su médico o a sus familiares ante la sospecha de una reagudización de la enfermedad”, nos cuenta el especialista de la Clínica Ruber.

Bien controlada, ¿puede una persona con esquizofrenia paranoide tener buena calidad de vida?

El doctor Adán lo tiene claro: “Sin duda alguna. Existen innumerables personas diagnosticadas de esquizofrenia que disfrutan de una vida plena y satisfactoria. Muchas de ellas están casadas o tienen pareja estable, cuidan maravillosamente de sus hijos, disfrutan de una vida social activa y desempeñan su actividad profesional sin problema alguno. En este sentido, los esfuerzos realizados desde el ámbito sociosanitario se orientan hacia la constante mejora en la calidad de vida y funcionalidad de las personas diagnosticadas de esquizofrenia, priorizando siempre sus propios valores y objetivos vitales”.

Y el psicólogo añade, además, que el hecho de que la persona pueda tener la enfermedad mejor controlada depende de su calidad de vida y viceversa. “El nombre esquizofrenia va frecuentemente asociado a noticias sensacionalistas y no suele tener 'buena prensa'. Es por ello que a muchas personas que se les diagnostica esta enfermedad se les da de lado, al despertar miedo y rechazo en su entorno (familia y amigos). Es importante entender que el diagnóstico de una enfermedad mental conlleva un estigma, y la consecuencia es que la autoestima de la persona se ve afectada, haciendo más probable que se deprima, se aísle, cuide menos de sí misma y en consecuencia tenga menos en cuenta las recomendaciones de los profesionales, tenga mayor estrés y haya más probabilidades de un nuevo brote”, nos dice.

“Hay que entender que aunque esté muy extendida la opinión en la población general de que la presencia de un trastorno mental incrementa el riesgo de violencia, las investigaciones indican que no es mayor que el que sucede en la población general. Los actos violentos llevados a cabo por personas con esquizofrenia suelen resultar inexplicables para la población general, generando gran alarma social y aumentando el estigma. Sin embargo, no más del 10% de los actos de violencia criminal están relacionados con la enfermedad mental y la mayoría de pacientes con diagnóstico de esquizofrenia no realizan comportamientos violentos. Una persona con esquizofrenia puede recuperarse y tener buena calidad de vida, pero ello depende en parte de la ayuda que reciba por parte de su entorno y de la reacción que tenga la sociedad al conocer su diagnóstico”, concluye Diego Sánchez Ruiz.

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