Gestionar momentos de ansiedad no es labor sencilla para quien la padece. Pero tampoco lo es para las personas que están alrededor de quien está afrontando una etapa complicada de su vida. Por eso, es importante cuidar incluso nuestro lenguaje, teniendo mucho cuidado con todo aquello que le decimos a una persona que está viviendo un episodio de ansiedad. Hemos pedido ayuda a una experta, Aída Rubio, directora del Servicio de Psicología y Psicóloga Sanitaria en TherapyChat, para que nos resuma cuáles son esas frases que no deberíamos decir nunca a alguien cercano que está pasando por una crisis de ansiedad, que deberíamos evitar pronunciar cuando tratamos de ayudarle. Nos las resume en las siguientes.
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“No entiendo qué te pasa. Hay gente que tiene problemas mucho más grandes que los tuyos”
No hay que menospreciar nunca la experiencia de cada uno. Y es que no podemos perder de vista que lo que para ti no es importante, para otro sí; y viceversa. Por eso, aunque seamos conscientes de que otros están en peores situaciones, nuestras circunstancias más próximas conforman un impacto mucho mayor en nuestras vidas. Quizás su ansiedad no supone para ti un mundo de importancia, pero es SU mundo. Hay que cultivar la empatía. En lugar de esto mejor dile: “Si a ti te importa, entonces es un problema relevante. Te escucho”.
“Tranquilo”, “relájate”, “calma”…
Es, tal vez, lo que más tendemos a decir cuando una persona cercana está atravesando una crisis de ansiedad. Cualquiera de estas fórmulas son inútiles a no ser que tengas el poder de inducir un estado de relajación con una sola consigna. Una persona no puede tranquilizarse sólo con tener voluntad de hacerlo; todo lo contrario, la ansiedad se ha descontrolado y la domina. Empatiza con ella y muéstrale que puede contar contigo. Y es que sentirse apoyado será un arma más efectiva.
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“Espabila, no puedes estar así para siempre”
Si hay algo que tiene claro la experta es que la ansiedad puede complicarse cuando además la persona tiene miedo a la propia ansiedad. Por eso, cuando insinuamos que va más lento de lo esperado en su recuperación, que estamos impacientes o que no vemos que esté poniendo de su parte, podemos hundirle aún más. Hay que ser comprensivos y muy pacientes.
“No me cuentes más, yo también tengo mis problemas”
Todo aquello que consideramos aversivo (desagradable o dañino para nosotros) tiende a generarnos rechazo y podemos tener reacciones de defensa, ataque o huida. Esta sensación puede aumentar si además la persona a la que vemos sufrir es alguien que nos importa mucho. La situación puede llegar a superarnos y podemos querer hacer como que el problema no existe. Pero esa persona necesita apoyo y si se ha sincerado contigo es, sin duda, un paso importante. Hay que escuchar y ponerse en su lugar.
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“¿Otra vez? De verdad, que si no te pasa una cosa, te pasa otra”
Una frase muy desacertada que, sin duda, no le va a hacer ningún bien a la persona que la escucha y que está pasando por un proceso de ansiedad. "Nadie niega que apoyar a una persona con ansiedad sea difícil, por eso es importante no descuidar el autocuidado. Pero nunca, nunca, debemos volcar nuestra fatiga emocional en ella", recomienda la experta.
“¿Ir al psicólogo? No creo que lo necesites, eso es para problemas mayores”
Error. Cuando alguien está pensando en ir a terapia y lo comenta a su entorno, normalmente sucede que lo lleva ya pensando desde hace más tiempo del que crees; y una de las primeras señales de que uno necesita ir a terapia es planteárselo. Sin duda, ir a terapia es un paso valiente y, por eso, mucha gente necesita darle vueltas un tiempo para madurar la idea, así que es importante que no se la invalides.
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“Estás loco, ¿oyes lo que dices? Está en tu cabeza”
Vamos a evitar frases que hundan más anímicamente a la persona o que puedan incluso agravar su ansiedad. Una persona con ansiedad, aunque pueda sentir que sus síntomas físicos (náuseas, temblores, palpitaciones, etc.) y sus pensamientos negativos y ansiógenos están fuera de control, no es una persona desconectada de la realidad. Cuanto mayor sea su ansiedad, mayor será su descontrol, y más aumentarán sus síntomas. Así que nuestro discurso debe ir dirigido a que pueda sentirse seguro, escuchado y apoyado, para que de manera natural su activación vaya bajando y retome el control.
“Mira, lo que tienes que hacer es…”
No es extraño que tendamos a dar consejos a los demás. Incluso muchas veces nos precipitamos a la hora de aportar opiniones o consejos, sin pararnos a pensar que quizás no son de utilidad en la vida de esa persona a quien se los damos aunque sí a la nuestra. Es mejor estimular a la persona a que ella misma piense distintas vías de solución, y podemos ayudarle escuchándole y formulándole las preguntas adecuadas.
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