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Psicología

¿Te preocupas por todo? Consejos y estrategias para abordar este problema

Hay quienes viven con un constante sentimiento de inquietud


5 de mayo de 2021 - 16:26 CEST
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No lo puedes evitar: te preocupas demasiado por todo. Vives constantemente inquieta, lo cual no es del todo sano. “Preocuparse textualmente se define como un sentimiento de inquietud, temor o intranquilidad que se tiene hacia una persona, cosa o situación. Además de poder preocuparse por uno mismo, y llevado a extremos, preocuparse por preocuparse”, nos cuenta la psicóloga clínica Pilar Guerra Escudero, que parte de la propia palabra: el prefijo “pre” y palabra “ocuparse”, nos lleva a la idea de que el concepto de la preocupación tiene que ver con ocuparse con demasiada anticipación de un hecho que ni tan siquiera ha ocurrido aún.

 

“Preocuparse sería entonces una actividad no demasiado necesaria ni útil, en general, ya que nos posiciona tensos en la cola de espera del cine para ver una película de terror cuando ni tan siquiera sabemos si tenemos entradas”, ejemplifica la psicóloga clínica.

 

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Posibles causas de tu preocupación

En opinión de la psicóloga, “cuando una persona mantiene ocupada su mente en ocuparse de absolutamente todo, seguramente sus pensamientos son los que le gestionan, y no al contrario”. La psicóloga advierte de varios escenarios posibles que nos pueden llevar a esta situación de constante preocupación:

-Quizá mantengas toda tu atención en todos aquellos sucesos que pueden ocurrir en un futuro inmediato. O quizá también llenes la mente de todo aquello que ocurrió en tu pasado. En ambos casos, estás utilizando tu presente para llenarlo de fantasmas que han ocurrido o que pueden llegar a ocurrir, por lo que tu contacto con la realidad de este presente se disipa y no estás viviendo lo que realmente ha de vivir, que es lo único real: el aquí y el ahora.

-Quizá también te sientas la mayor parte del tiempo con cierto malestar emocional que no cesa: intranquilidad…, e incluso palpitaciones y otros síntomas físicos que te contaminan tu día a día. Estás utilizando también entonces tu pensamiento de manera inadecuada, y es tu propio cuerpo el que te muestra señales de alarma, como si de alguna manera te gritase que salgas de ahí, de esa maraña de pensamientos que no tienen ningún sentido, tan solo el de indicarte que eres una persona con problemas de excesiva preocupación.

-Quizá puedes tener problemas de autoestima, y que pongas en duda aspectos de tus propias actitudes, aptitudes, carácter y personalidad. Quizá no creas que está relacionado con la excesiva preocupación. Sin embargo, tu inteligencia emocional también se preocupa de lo mucho que te preocupas, por lo que tú mismo te metes en la trampa de cuestionarte demasiadas cosas. Así, el agotamiento empieza a dar la cara también para indicarte que tienes el perfil de una persona demasiado tendente a la “pre” ocupación.

-Quizá, por último, creas que tu vida es una continua amenaza, que abundan muchos más momentos de marea que de calma, que el miedo es más frecuente que la tranquilidad emocional, e incluso que tu identidad pública, es decir, que lo que los demás opinan de ti va en la línea de tener la “fama” de ser una persona demasiado obsesionada por los hechos desagradables o peligrosos que pudieran ocurrir, en lugar de disfrutar del momento y tener conversaciones sin tanta carga emocional. Quizá entonces estés espejando la personalidad de alguien con una gestión muy regular de las creencias negativas que has de trabajarte.

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¿Por qué motivo te preocupas tanto?

La psicóloga considera que las personas que se preocupan demasiado tienen un estilo de pensamiento que tiende a distorsionar con exageración todas aquellas situaciones o contextos que les rodean y que forman parte de su vida cotidiana. Y advierte que el estilo de pensamiento forma parte de nuestra estructura de personalidad y, por tanto, es importante saber los porqués para identificar e identificarte. Cuando nos informamos, nos formamos, y con ello, podemos elegir modificar y mejorar.

Nos preocupamos tanto porque procesamos de manera errónea la información que nos rodea. La mejor manera de comprobarlo, es observar las consecuencias negativas que esto nos produce.

Pilar Guerra Escudero considera que este estilo de pensamiento puede estar basado en estas características:

-Abstraer del mundo solo los aspectos negativos, centrando toda la atención en todo lo que no brilla y atendiendo solo a lo que está mal, es inadecuado, o incluso nos falta.

-Sobregeneralizar, es decir, a partir de un detalle, sacarlo de contexto e ignorar otros hechos que también ocurren. Si se ha cometido una sola torpeza, por ejemplo, se puede llegar incluso a tener la osadía de auto insultarnos con un “qué torpe soy…”

-Personalizar, atribuyéndonos todo a nosotros mismos, incluso llegando a referenciarnos como el culpable de casi todo, por lo que no hay descanso para estar preocupado, ni tan siquiera a la hora de la siesta. ¿Realmente creemos que pueda ser posible que seamos las personas responsables de todo lo que ocurre a nuestro alrededor?

-Utilizar de manera inadecuada las conjugaciones de los verbos del lenguaje, ya que los “debería de…”, “tendría que…” son nuestros tiempos preferidos. La preocupación excesiva tras utilizar estas palabras hace que el pensamiento esté condicionado de manera negativa constantemente.

 

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Otras causas de tu preocupación

Pensar de manera extrema, de forma que el gris no existe y los movimientos van del blanco al negro, de lo positivo a lo negativo, de tal manera que nuestros días se convierten en una pista de tenis donde de manera continua nos movemos en los dos bandos, sin atender a que estamos en los dos polos de un continuo, y casi nunca nos quedamos descansando en medio del campo, junto a la red.

- Razonar emocionalmente sin objetividad, ya que se atribuye el malestar a que los hechos son negativos y no es así. Es la manera de pensar la que provoca sentimientos negativos, y esto hace que se pueda ver la realidad como negativa. La realidad es real, es la interpretación de la realidad lo que hace mantenernos en la preocupación de manera constante.

- Adivinar el pensamiento como un gran profesional del Tarot, de igual manera que adivinamos el futuro, y ambos tienden a ser negativos. Bajo ese prisma, no hay posibilidad de que sean positivos o neutros. Tenemos asegurada una preocupación mayor, que nos aleja del aquí y el ahora de manera continua.

- Tender a hacer magnificaciones y minimizaciones. Exagerar los errores propios y justificar los errores de los demás, de la misma manera que minimizamos nuestros éxitos y magnificamos los éxitos de los demás. La preocupación vuelve. La autoestima se somete a un juzgado de lo penal, en el que por supuesto la persona sale con veredicto de culpa. Y la autoestima dañada, por consiguiente.

- Utilizar el deseo de querer controlar todo, y el control es tan solo una ilusión. No somos los responsables de todo. Hay miles de vectores del exterior que se cruzan de manera constante, dentro de un mundo de posibilidades y probabilidades. Es imposible que tengamos el poder de poder controlar. Como mucho, somos capaces de gestionar las cosas. Y a nosotros mismos.

-Y por último, y de manera opuesta, tender a tener la preocupación constante de que no hay ninguna posibilidad de que las cosas negativas cambien, ya que son las cosas las que tienen que cambiar, y nada más lejos de esto. Dando pequeños cambios desde nosotros, sí que podemos cambiar la situación. Interpretaciones diferentes que hagamos, pueden llevarnos a visualizar nuevas y mejores realidades.

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Consejos para abordar este problema

La psicóloga clínica ofrece un listado de posibles abordajes para las personas que se preocupan demasiado:

1. No estamos acostumbrados a saber que somos capaces de detectar los pensamientos y reestructurarlos, de pasarlos de negativos a positivos. Nos creemos la historia que nos contamos a nosotros mismos, como un disco rayado. Sin embargo, un entrenamiento en saber parar y observar qué estamos pensando, cómo lo estamos pensando y verificar si es real o no, es la mejor herramienta para empezar a gestionar una estructura de personalidad cargada de preocupaciones.

2. Familiarizarnos con nuestras emociones es otra herramienta que nos prepara para el tratamiento de nuestra tendencia a preocuparnos. El miedo, el enfado y la ira, la tristeza, la rabia y la frustración son emociones que pueden ser gestionados si conocemos qué pensamientos son los que nos las disparan. De esta manera “cazaremos” el pensamiento cargado de negatividad.

3. Mantener a raya el pasado. “Pasado, pisado”. Recrearnos en el pasado es una manera de “rumiar” nuestras frustraciones, culpabilidades, añoranzas, rabias y melancolías. Si bien es cierto que como seres adultos tenemos la obligación de hacernos cargo de nuestros errores, una vez identificados, hemos de traerlos al presente para que nos sirva de aprendizaje, y no viajar en el túnel del tiempo para revivir lo que ya ocurrió. Es una manera de intoxicar de nuevo de “pre” ocupación nuestro presente.

4. Mantener más a raya aún el futuro, trampa para caer exhaustos en el mundo del malestar. Las expectativas futuristas han de ser realistas. Ni más ni menos de lo que realmente sea real, objetivo y práctico. Si bien es reforzante tener deseos, que en innumerables ocasiones son cumplidos, convertir estos en necesidades es caer en la obsesión constante y el pensamiento ansioso.

5. El “aquí y el “ahora” es el punto de referencia más saludable para el ser humano. Centrarnos en el minuto, en el instante en el que vivimos, en el detalle presente, nos hace ser conscientes de lo que realmente está aconteciendo y de manera natural nos reconduce a un pensamiento sano, novedoso y ausente de condicionantes de pasado y futuro. Aprender a centrarnos en el carpe diem es la mejor medicina para alejarnos de todo lo que intoxica nuestra psiquis.

 

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Otras estrategias para abordar este problema

6. La idea del perfeccionismo ha de ser reestructurada también. Una carga de exigencia extrema con nosotros mismos, con las cosas y con los demás es una droga dura que nos hace depender del “cómo” han de ser las situaciones, en lugar de vivirlas tal y como son.

7. Ser conscientes de que podemos estar “sin pensar” es un descubrimiento para detener las preocupaciones. El pensamiento es domable si tenemos la intención de querer modificar todas las ideas extremistas. En nuestra sociedad comienza a escucharse la palabra meditación como una herramienta muy eficaz para poder “soltar” las ideas y hacer un vaciado de estas con el fin de mantenernos libres de todas estas distorsiones.

8. Ser cuidadosos con las conversaciones con los demás, tanto las que nosotros emitimos, como las que recibimos. La comunicación con el entorno no es gratuita. A veces están cargadas de quejas, pesimismo, críticas destructivas… cosa que nos lleva al lado de lo tóxico y de la nutrición de emociones negativas. Observar qué nos evocan los demás puede llevarnos a saber que tenemos el derecho de elegir con quien queremos estar y observar también de esta manera qué personas son las que son capaces de sacar de nosotros todo lo contrario a las preocupaciones.

9. Aprender a que nuestras conductas son consecuencia de nuestras emociones y éstas de nuestros pensamientos nos ayuda a saber cómo somos, y por lo tanto, del cómo funcionamos. Una conducta se modifica de negativa a positiva si previamente nos sentimos de manera positiva. El responsable de esto es nuestro trabajo en ser conscientes de que nuestros pensamientos de preocupación pueden cambiar si cambiamos la interpretación de los hechos.

10. Y, por último, no es mala opción recurrir a la que la psicóloga califica como la reina de las herramientas, el desarrollo personal, que nos ayuda a ser conscientes de nosotros mismos y de nuestras fortalezas y áreas de mejora.

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