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Existen dos tipos de fibra, soluble e insoluble, que tomamos a través de los alimentos y que son imprescindibles para el correcto funcionamiento del nuestro organismo. La fibra soluble se caracteriza porque absorbe los líquidos que encuentra a su paso por el tracto digestivo. Tras la hidratación forma geles viscosos que se ensanchan aumentando la sensación de saciedad.

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