Se suele pensar que la forma en que se nos educa en nuestra etapa infantil es lo que luego marcará nuestras vidas como adultos. Y, según los estudios y teorías psicológicas, esta certeza se hace más segura al tener en cuenta que somos el producto de cómo nos trataron nuestros mayores, pues nuestro cerebro está preparado para reaccionar ante el tipo de amor, comprensión y seguridad que recibimos en nuestra etapa más primaria, y de esta forma la infancia nos predispone a comportarnos de una determinada manera cuando alcanzamos la madurez.