Es una costumbre muy humana atesorar objetos que nos recuerdan a momentos importantes de nuestra vida. Conceder una importancia relevante y emocional a lo material forma parte del ADN de la psicología del ser humano. Porque es una llave para transportarnos a aquellos momentos en los que fuimos felices, tratando de que existan rastros que no se borren y que nos permitan mantener vivos y frescos esos momentos.