No podemos evitar desear que nos ocurran cosas buenas: prosperar, conseguir el amor, mejorar nuestra profesión, más dinero, más amistad, más popularidad… Puede que estos objetivos no sean confesables, pero simplemente los deseamos y hacemos todo lo que está en nuestra mano para conseguirlos. Y en este periplo hacia la felicidad, cómo nos vinculamos emocionalmente a nuestras metas hace que se convierta en un viaje tortuoso o que el fracaso final pueda convertirse en una situación difícil de superar.