Como sociedad, tendemos a buscar estereotipos de comportamiento que nos indiquen que está bien y qué no para favorecer una buena convivencia entre las personas, que sea saludable. Y aunque esto en principio resulta algo de lo más natural, lo cierto es que en ocasiones nos invade una idea de lo que es normal y lo que no lo es demasiado encasillada, que resta libertad a nuestro verdadero comportamiento. Y como tenemos el afán de permanecer dentro de los límites de lo normal es en ocasiones demasiado forzado, lo lógico es que sintamos que somos personas raras, porque hacemos o nos apetece hacer cosas que al parecer “no le gustan a todos”.