Es un hecho que muchas veces compramos en el supermercado productos que aparentan ser queso, pero en realidad no lo son. Y si vamos un poco deprisa a la hora de hacer la compra, es posible que acabemos llevando a casa un producto que no es lo que pensábamos que era. La trampa está en un envoltorio que muchas veces ni siquiera incluye la palabra “queso”, pero sí descripciones que le pertenecen como “para sandwich” o “para gratinar”. Esto ocurre porque se trata de productos que no cumplen la normativa para llamarse queso, pero que llegan al consumidor a través del circuito de productos alimenticios, y para ello no necesitan ser auténtico queso.