Es innegable la importancia del papel de la madre (y del padre) en el desarrollo de un niño durante los primeros años de vida, y sabemos que es la base de su mundo afectivo. Esto es así hasta el punto de que el vínculo que se crea en esta etapa entre ambos influirá directamente en la conducta y la personalidad del niño, tanto en la adolescencia como en la etapa adulta. Este vínculo comienza en la gestación y se acrecienta en las etapas posteriores, abarcando sus primeros años de vida.