Lamentablemente, la sociedad no está formada ni informada para tratar con personas que atraviesan una depresión. De ahí que, cuando un paciente manifiesta los síntomas propios de la enfermedad, sus familiares, sus amigos y su propia pareja se esfuercen por evitar que se sienta triste o desanimado. En un intento de verle más activo, insisten en mensajes del tipo: “sal y distráete un poco”, “debes poner algo de tu parte”, “no pienses tanto”, “no hagas un mundo de tu problema” o “no sé de qué te quejas si no te falta de nada…”. Aunque la intención es indudablemente buena, lejos de ayudar al paciente a superar su enfermedad, estas palabras pueden llegar a hundirle aún más.