Lamentablemente, la sociedad no está formada ni informada para acompañar a personas que atraviesan una depresión. De ahí que, cuando un paciente manifiesta los síntomas propios de la enfermedad, sus familiares, sus amigos y su propia pareja se sientan perdidos y, erróneamente, vuelquen sus esfuerzos en evitar que se sienta triste o desanimado insistiendo en mensajes del tipo: “sal y distráete un poco”, “debes poner algo de tu parte”, “no pienses tanto”, “no hagas un mundo de tu problema” o “no sé de qué te quejas si no te falta de nada…”. Aunque la intención es buena, lejos de ayudar al paciente a superar su enfermedad, estas palabras pueden llegar a hundirle aún más, pues el paciente tiene anulada su voluntad para mejorar.
La ayuda comienza por entender qué es la depresión. El familiar también deberá saber cuáles son los tratamientos más eficaces, cómo se administran, qué problemas puede llegar a tener el paciente y qué ventajas verá si sigue el tratamiento. Sin embargo, esta no es la única forma de apoyar a los pacientes. Tener una actitud positiva y activa es un aspecto básico. Los psicólogos recomiendan seguir una serie de consejos para tratar con pacientes que sufren depresión.
Te interesa: ¿Por qué las mujeres son más propensas que los hombres a sufrir depresión?
1. Dejar de creer que la depresión es sinónimo de tristeza
La tristeza es una emoción absolutamente normal que uno experimenta cuando pasa alguna cosa que le entristece: que pierda tu equipo de fútbol, que tengas problemas en el trabajo o que su hija tenga un novio que no te gusta. Tampoco es una depresión el hecho de tener problemas de adaptabilidad, es decir, que ocurran cosas en la vida que producen un estrés o ansiedad constantes que le hagan a uno ser más infeliz.
Una depresión es una enfermedad que aparece de una manera lenta y progresiva, en la que hay una tristeza patológica que es intensa y más duradera y que está asociada a otros síntomas: la incapacidad para sentir placer, notable falta de energía, la pérdida de peso y apetito, trastornos del sueño, fatiga, dificultades para concentrarse, y sucesión de ideas reiteradas de sentimiento de culpa, preocupación excesiva por la salud e incluso fantasías suicidas.
2. Desterrar el mito de que la depresión es una enfermedad exclusivamente mental
En la depresión una dimensión del estado del ánimo, pero también se puede dar trastorno del sueño, fatiga, problemas de concentración, etc. Creer que la depresión es presentar un estado de ánimo deprimido provoca que se pasen por alto otras señales emocionales, cognitivas o físicas que también llevan a diagnosticar esta grave condición. La depresión es multidimensional.
3. Evitar críticas y reproches por "no poner de su parte"
Cambiar el estado de ánimo de una persona que se siente triste es una cuestión de actitud. Pero cuando se padece una depresión, la voluntad del paciente de mejorar queda anulada, es decir, la aparente falta de esfuerzo del paciente por recuperarse no se más que uno de los síntomas de la propia enfermedad. Por tanto, hay que darse cuenta de que, al igual que existen problemas físicos que necesitan de tratamiento, también existen problemas psicológicos que deben ser tratados.
Si el familiar percibe que el paciente con depresión no desea mejorar, no debe reprochárselo o intentar ayudarle con expresiones como “anímate, que solo es una mala racha”, “debes poner algo de tu parte”, “sé positivo”, “vamos, alégrate", “no pienses tanto” o “no sé de qué te quejas si no te falta de nada…”. El paciente se puede sentir culpable por haberse metido allí y no ser capaz de salir.
4. Estar en contacto continuo con el paciente y elogiar sus avances
Si de verdad queremos ayudar al paciente, es clave reservar tiempo para estar con él y, sobre todo, apostar por la empatía. Solo así tendremos más pistas sobre lo que quiere el enfermo: si necesita un hombro sobre el que llorar, si quiere distraerse, si necesita un remanso de silencio o si necesita que le demos conversación. En este sentido, es importante que no caigamos en el error de darle más argumentos para verlo todo negro. Llegado el caso, los expertos proponen intentar desviar la conversación hacia otros temas, pero de forma sutil, con frases del estilo: “Creo que no es bueno para ti hablar de cosas que te hacen sentir mal”, o “entiendo que veas todo tan negativo pero, si te parece, podemos hablar de otros cosas, por ejemplo…”.
No está de más que le ayudemos a identificar fuentes de estrés y preocupación y que elogiemos cada uno de sus avances. El paciente ha perdido la confianza en sí mismo, por lo que necesitará sentirse valorado, por lo que es fundamental trasladarle lo mucho que le valoras y lo importante que es para ti.
5. No obligarle ni engañarle para que busque ayuda profesional o siga hábitos saludables
Cuando uno tiene un coche sin frenos, lo lleva al mecánico. Pero cuando uno se siente mal, cuando uno piensa que no vive feliz o que tiene problemas en la cabeza, no suele acudir a un especialista. Y es que, suele ser bastante habitual que las personas con depresión no reconozcan que tienen un problema que necesita ser tratado por profesionales sanitarios. Ante esta reticencia a acudir a un profesional o a adquirir hábitos saludables, la familia suele obligarles o engañarles para que reciban ayuda. Pero no es la solución.
Lo ideal es intentar convencer, pero sin presionar y sin que suene a imposición. El mejor momento para hacerlo es aquel en el que la persona se percata de que algo no está bien, cuando verbaliza su preocupación. Se le debe hacer ver el daño que se está provocando a sí mismo y a los demás. Se le puede motivar con ejemplos de personas conocidas para que compruebe que su problema puede tener solución, con propuestas de ejercicios para que se encuentre activo, con planes para mantener una dieta sana o compartiendo las restricciones respecto al consumo de alcohol. No menos importante es hacerle comprender que el psicólogo o el psiquiatra son profesionales que no solo atienden patologías como la depresión, sino también ayudan a encauzar la vida y a superar dificultades.
6. Buscar asesoramiento en una asociación de pacientes
Se calcula que un episodio depresivo puede durar entre 6 y 8 meses, por lo que la paciencia de los familiares y amigos del paciente se puede ver resentida en numerosas ocasiones. Recurrir a una asociación de paciente constituye una buena solución, pues no solo permite encontrar a personas que padecen esa enfermedad, los familiares también aprenderán a entender la situación por la que están atravesando sus seres queridos y encontrarán el apoyo de expertos en la materia. Además, los usuarios de estas asociaciones son personas con las que puede hacer sesiones de grupo, charlar o preguntar.
7. Después de la depresión… Apoyo y más apoyo
Después de sufrir una depresión, el paciente irá recuperando el control de su vida. El psicólogo le recomendará que se fije objetivos alcanzables, que aumente sus relaciones sociales positivas, que mantenga una buena salud física y que afronte las situaciones de forma saludable. El hecho de que el paciente consiga resultados favorables en estas tareas, no significa que no necesite apoyo para prevenir futuros episodios depresivos. Y es que, aunque entre las principales causas de la depresión podemos encontrar factores genéticos, también los hay ambientales que son evitables: consumo de alcohol, abuso de drogas, casos de escasas o nulas relaciones interpersonales, etc’. Tener pensamientos positivos, cuidar la salud física, expresar las emociones o algo tan sencillo como mantener un calendario diario uniforme puede ayudar a evitar alteraciones en su estado mental.