La soledad no deseada se ha convertido en un problema de primera índole en nuestra sociedad, con importantes implicaciones para la salud no solo emocional, sino también cognitiva. Tenemos que partir de la base de que sentirse solo no es lo mismo que estarlo. El aislamiento social es una realidad medible —la falta objetiva de contacto humano— y la soledad es una percepción subjetiva: una sensación de desconexión y vacío que, aunque rodeado de personas, puede afectar gravemente la salud mental y cognitiva del individuo.
Y estamos ante un problema que va en aumento. Según datos del “Barómetro de la soledad no deseada en España 2024”, una de cada cinco personas en España experimenta soledad no deseada, y dos de cada tres de estas personas llevan más de dos años en esta situación. Sin duda, esto se agrava con el aislamiento social, que reduce las oportunidades de interacción social y de estimulación cognitiva, elementos fundamentales para mantener el cerebro activo y prevenir enfermedades degenerativas.
La soledad reduce las oportunidades de practicar habilidades cognitivas y de lenguaje esenciales para mantener el cerebro en forma
Vínculo entre soledad no deseada y demencias
Tanto es así que existen estudios recientes que han puesto en evidencia que la soledad no deseada es un factor de riesgo significativo en el desarrollo del Alzheimer y otras demencias. La relación entre aislamiento y el deterioro cognitivo está respaldada por investigaciones que muestran cómo la falta de interacción social empobrece el vocabulario, reduce la flexibilidad cognitiva y acelera el deterioro cerebral. “El aislamiento social es un factor de riesgo significativo en el desarrollo del Alzheimer y otras formas de demencia. Aunque no es una causa directa, la soledad reduce las oportunidades de practicar habilidades cognitivas y de lenguaje esenciales para mantener el cerebro en forma”, asegura la doctora Liliana Vargas, geriatra en la Unidad de Diagnóstico de Ace Alzheimer Center Barcelona. Hemos tenido la ocasión de hablar con la doctora para profundizar en este vínculo.
¿Existen evidencias científicas que confirmen la relación entre soledad y desarrollo o progreso de Alzheimer?
Sí, actualmente existen numerosos estudios científicos, tanto desde la medicina clínica como desde la epidemiología, que confirman esta relación. En España, por ejemplo, se ha evidenciado que un alto porcentaje de personas mayores viven solas, aunque esta situación también afecta a personas jóvenes.
Se ha observado una correlación entre una elevada proporción de personas que viven en soledad y un aumento en la incidencia de enfermedades neurodegenerativas, incluyendo el Alzheimer. Además, desde el punto de vista clínico, cuando analizamos retrospectivamente a los pacientes con diagnóstico de Alzheimer, uno de los factores de riesgo más destacados es el aislamiento social o la escasa interacción social.
El tratamiento no farmacológico del Alzheimer busca precisamente estimular y mantener las capacidades cognitivas afectadas. En este contexto, la interacción social juega un papel fundamental
¿Cómo afecta la falta de interacción social a los pacientes con demencia?
La demencia implica un deterioro cognitivo que afecta la funcionalidad del paciente, es decir, su capacidad para realizar actividades básicas de la vida diaria. Este deterioro suele involucrar no solo la memoria, sino también el lenguaje, la percepción visual, la motricidad fina y otras funciones ejecutivas.
El tratamiento no farmacológico del Alzheimer busca precisamente estimular y mantener las capacidades cognitivas afectadas. En este contexto, la interacción social juega un papel fundamental. Por ejemplo, si el paciente presenta dificultades en el lenguaje, es crucial que, además de recibir terapia logopédica, mantenga conversaciones regulares con distintas personas para estimular esta área.
El contacto social permite trabajar no solo el lenguaje, sino también la memoria, ya que recordar nombres, situaciones o características de otras personas es en sí mismo un ejercicio cognitivo. Además, recibir estímulos sociales variados obliga al cerebro a mantenerse activo, lo que contribuye a enlentecer la progresión del deterioro.
Las actividades pasivas, como ver televisión o leer, son útiles, pero si estas se complementan con actividades más activas —como explicar a otros lo que se ha visto o leído—, el beneficio cognitivo es mucho mayor. Esta participación activa promueve la reflexión, la interpretación y la expresión de opiniones, lo cual estimula el pensamiento crítico y el lenguaje.
¿Puede la soledad crónica ser un factor de riesgo tan significativo como otros como la genética y el estilo de vida, entonces?
Sí, sin duda. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha reconocido la soledad no deseada como un factor de riesgo tan importante como otros tradicionalmente conocidos, como la hipertensión, la diabetes, el colesterol, la inactividad física o la falta de estimulación cognitiva. Esto significa que la soledad crónica tiene un impacto comparable al de estos factores en la aparición del Alzheimer. Por tanto, debe abordarse con la misma seriedad y consideración dentro de las estrategias de prevención.
¿El aislamiento social tiene un impacto diferente en las distintas etapas del Alzheimer?
Personalmente, creo que el impacto del aislamiento social está presente en todas las fases de la enfermedad, aunque se manifiesta de forma diferente.
- En fases leves, cuando el paciente es consciente de sus fallos cognitivos, es crucial que cuente con una red social que lo apoye en su proceso de adaptación. Las personas cercanas pueden ayudarle a encontrar estrategias compensatorias y proporcionarle contención emocional.
- En fases moderadas, tanto el paciente como el cuidador se benefician de contar con apoyo social. La red de soporte puede ofrecer ayuda práctica, emocional y cognitiva, facilitando el manejo de los síntomas y reduciendo la sobrecarga del cuidador.
- En fases avanzadas, aunque la comunicación verbal suele estar muy deteriorada, el contacto humano sigue siendo fundamental. La estimulación sensorial, el lenguaje no verbal, la compañía, la música o simplemente la presencia de otra persona pueden generar respuestas emocionales y cognitivas positivas.
¿Cómo podrían las intervenciones sociales o comunitarias prevenir o ralentizar la aparición de síntomas en personas en riesgo?
Son fundamentales. Diversas administraciones públicas, como los ayuntamientos de Barcelona y Madrid, han desarrollado estrategias específicas al detectar, a través de estudios demográficos y censales, un alto número de personas mayores que viven solas. Existen programas comunitarios diseñados para ofrecer acompañamiento, tanto desde instituciones como el INSERSO o fundaciones como Amics de la Gent Gran, que promueven el contacto social mediante voluntariado o actividades grupales.
Desde los centros de atención primaria (CAP), también se han implementado grupos de acompañamiento y talleres dirigidos a personas mayores o en situación de soledad no deseada. Estas iniciativas buscan no solo ofrecer un espacio de socialización, sino también detectar precozmente señales de aislamiento emocional o depresión.
Estas iniciativas buscan principalmente promover el contacto social a partir de cierta edad, independientemente de si la persona vive sola o no, ¿no es así?
Exacto. El objetivo es garantizar el contacto social, más allá de la situación de convivencia. Hay barreras físicas, como la falta de movilidad o la ausencia de ascensores en edificios, que pueden dificultar el acceso a recursos comunitarios, incluso en ciudades bien comunicadas como Barcelona. Por ello, se busca combinar recursos generales con intervenciones individualizadas.
También existen grupos de apoyo para personas en situación de duelo, ya que muchas veces la soledad no deseada surge tras una pérdida significativa. La idea es detectar precozmente estos casos y ofrecer un entorno de acompañamiento antes de que se conviertan en problemas de salud mental.
En grandes ciudades, donde uno puede estar rodeado de personas, es posible experimentar una profunda soledad si no se tiene una conexión emocional o cognitiva significativa con los demás
En la última publicación de 'The Lancet' se diferencia entre el aislamiento objetivo y la soledad percibida. ¿Cómo influye esta distinción?
Efectivamente, no es lo mismo estar objetivamente aislado que sentir soledad. En grandes ciudades, donde uno puede estar rodeado de personas, es posible experimentar una profunda soledad si no se tiene una conexión emocional o cognitiva significativa con los demás. Por eso hablamos de soledad no deseada: personas que, aunque no estén solas físicamente, sí se sienten solas, lo cual tiene un gran impacto emocional y cognitivo.
La calidad de la interacción es fundamental. No se trata solo de estar con alguien, sino de poder expresarse emocionalmente, sentirse escuchado, estimulado, comprendido. Desde los CAP se intenta identificar estos casos de soledad no deseada, incluso antes de que aparezcan síntomas clínicos de depresión o ansiedad.
Existen grupos de duelo y de acompañamiento, no solo para personas que han perdido a un ser querido, sino también para cuidadores que, aunque acompañen a alguien, pueden sentirse solos debido a la falta de reciprocidad en la relación.
¿Los cuidadores de personas con demencia también tienen un riesgo elevado de sufrir soledad no deseada?
Sí, absolutamente. El papel del cuidador es muy exigente y, muchas veces, absorbe tanto que puede llevar al aislamiento emocional. Desde el ámbito sanitario se trabaja para identificar estas situaciones y ofrecer recursos de apoyo, tanto formales como informales. La prevención es clave, no solo centrada en el paciente, sino también en quienes le cuidan.
¿Qué recomendaciones se podrían dar a familiares y cuidadores para minimizar el impacto de la soledad en estas personas?
Es importante que los cuidadores comprendan que no pueden hacerlo todo solos. Aunque intenten seguir todas las recomendaciones médicas —estimulación cognitiva, ejercicio físico, dieta saludable— es fundamental contar con una red de apoyo. La socialización del paciente no solo beneficia su cognición, sino que también alivia la carga del cuidador.
Participar en actividades grupales, como talleres de memoria u otras actividades, permite al paciente mantener sus capacidades y, al mismo tiempo, ofrece al cuidador momentos de respiro y bienestar personal.
¿Sería entonces clave aprovechar los recursos existentes para que no todo recaiga sobre el cuidador?
Exacto. Actividades como talleres de memoria, centros de día o espacios lúdicos permiten que el paciente se relacione con otros en situaciones similares, lo cual es beneficioso tanto para su salud emocional como cognitiva. Además, ofrecen al cuidador un espacio de descanso, tan necesario para preservar su salud mental.
Participar en actividades grupales, como talleres de memoria u otras actividades, permite al paciente mantener sus capacidades y, al mismo tiempo, ofrece al cuidador momentos de respiro y bienestar personal.
Y también para que el cuidador pueda preservar su salud mental, ¿verdad?
Por supuesto. El proceso de adaptación al diagnóstico no solo lo vive el paciente, también lo vive el familiar. Poder compartir lo que se siente, hablar con otros, ya sea con profesionales o con amigos, forma parte del autocuidado del cuidador. Estas redes permiten procesar emocionalmente la situación y evitar que derive en un trastorno afectivo.
Consejos prácticos para evitar la soledad
Teniendo en cuenta esta situación, desde el centro Ace Alzheimer Center Barcelona proponen una serie de consejos prácticos dirigidos a cuidadores y familias, así como a personas mayores o con riesgo de Alzheimer, para evitar la soledad:
- Participar en actividades grupales: se recomienda participar en talleres de memoria, clubes de lectura y clases de ejercicio en grupo para no solo estimular la mente, sino también promover la socialización e incluso mejorar la salud física.
- Aprovechar la tecnología para mantenerse en contacto: las videollamadas y los grupos de WhatsApp son herramientas clave para conectarse con familiares y amigos, especialmente en casos en los que la movilidad está limitada.
- Crear una rutina social: programar actividades regulares, como paseos matutinos, realizar la compra, etc. ayuda a estructurar el día e incorporar momentos de interacción con otras personas.
- Fortalecer los vínculos familiares: incluir al paciente en reuniones familiares o realizar visitas de forma regular ayuda a mantener el contacto constante y a frenar el aislamiento.
- Buscar apoyo profesional: recurrir a entidades especializadas puede proporcionar terapias grupales y programas de acompañamiento, diseñados para personas con riesgo de demencia.