Suena el móvil y aparece una notificación de ese grupo de WhatsApp en el que no has hablado desde hace semanas, o en el que tan solo lo has hecho por compromiso. En lugar de sentir ilusión o curiosidad por el mensaje que acabas de recibir, lo que sientes es un agobio repentino, una sensación mala que te genera cierto estrés o ansiedad. Si te identificas con esta situación, debes saber que es normal.
Hay muchos grupos de WhatsApp que, con el tiempo, terminan convirtiéndose en espacios de ruido, saturación emocional o incluso malestar.
Aunque esta aplicación de mensajería fue creada para mantenernos conectados, a veces nos genera el efecto contrario. En lugar de acercarnos, puede generar tanta sobrecarga de información y presión social que termina provocando efecto rebote, desconectándonos.
Y, sin embargo, en vez de tomar la vía más pragmática (abandonar el chat), muchos continuamos siendo parte de estos grupos sin sentirnos ya a gusto, sin querer estar más tiempo en ellos. ¿Por qué?
La respuesta no solo está en la tecnología; sino que detrás hay un complejo entramado de razones emocionales que explican esa resistencia a pulsar la opción de “salir del grupo”.
Por qué no abandonamos los chats (aunque queramos hacerlo)
“Muchas veces nos cuesta salir de grupos de WhatsApp que ya no nos interesan o incluso nos generan malestar porque, en el fondo, hay una necesidad muy humana de sentir que pertenecemos a algo", explica la psicóloga y cofundadora de Serena Psicología (serenapsicologia.com), Lorena González, en el marco de esta reflexión sobre los vínculos digitales, haciendo hincapié al sentido de pertenencia que sentimos los seres humanos: "Estar en un grupo, aunque ya no lo sintamos como antes, puede darnos una sensación de inclusión y conexión, aunque sea superficial, y de la que es difícil deshacerse”.
A esto se suma el FOMO (Fear of Missing Out en inglés), ese temor a perdernos algo relevante si dejamos de estar presentes.
Además, el compromiso social y la culpa también juegan un papel importante, pues al abandonar un chat, podemos sentir haremos daño a alguien, o que desprenderemos antipatía. Pero aún hay más, como la experta en salud mental comenta, hay ocasiones en las que otro factor muy actual entra en juego: “A esto se suma el FOMO (“Fear of Missing Out” en inglés), ese temor a perdernos algo fundamental si dejamos de estar presentes. Todo esto hace que, aunque racionalmente sepamos que ya no nos aporta, emocionalmente nos cueste dar ese paso de salir”.
Más allá de sentirse mal al leer una notificación de un chat al que hace tiempo que no nos sentimos vinculados, la psicóloga comenta que esta lejanía y ansiedad puede sentirse también en las conversaciones de nuestros círculos más íntimos donde, con el tiempo, los temas dejan de interesar, la dinámica cambia o el exceso de mensajes interfiere en el bienestar personal. En estos casos, se mezclan emociones como la culpa, el miedo a herir o el deseo de evitar conflictos innecesarios. Consecuencias que refuerzan la permanencia en espacios que ya no encajan con las propias necesidades.
Cómo irse bien de un grupo de WhatsApp
Aunque nadie tiene la obligación de estar conectado constantemente, y existen otros muchos medios de comunicación para intercambiar información, como las llamadas o los encuentros personales, lo cierto es que existe también la posibilidad de gestionar de forma saludable nuestra participación en grupos de WhatsApp. Para saber cuándo merece la pena, o cuándo no resulta necesario, Lorena González aconseja “observar cómo nos sentimos al estar en ellos. Pensar en sí nos aportan, es decir, si nos hacen bien, o si, por el contrario, nos generan malestar", señala.
Estás saliendo de un grupo, eso no significa que salgas de la vida de nadie, hay que intentar relativizar para aminorar la culpa y nuestro propio malestar
Gestionar la culpa que pueda surgir a raíz de esto no es del todo fácil. Pero en estas ocasiones hay que pensar en uno mismo, y para hacerlo, la psicóloga propone un método: "Recordar que el tiempo es limitado y que merecemos dedicarlo a personas o cosas que nos aporten”.
Salir de un grupo no debería percibirse como una ruptura ni como una falta de afecto. Es, más bien, un acto de cuidado personal y de honestidad emocional. La psicóloga lo plantea de forma clara y directa: “No es necesario dar grandes explicaciones. De hecho, una opción válida es simplemente salir sin decir nada o, si lo sentimos así, dejar una frase breve proponiendo que te llamen cuando necesiten algo. Estás saliendo de un grupo, eso no significa que salgas de la vida de nadie, hay que intentar relativizar para aminorar la culpa y nuestro propio malestar”.
Hay ocasiones en las que sabemos que alguna persona de nuestro entorno necesita una explicación más detallada, o una atención especial. Para estos casos, Lorena González aconseja hablar en privado: “Ser honestos y amables con nosotros y con los demás es la mejor manera de poder poner límites y gestionar la culpa que esto nos puede provocar”.
En un entorno hiperconectado, donde cada conversación parece urgente y cada mensaje exige una respuesta inmediata, atreverse a silenciar, salir o simplemente poner un freno también es una forma de salud mental. Estar bien, a veces, empieza por desconectarse.