Anabel Gonzalez, psiquiatra: 'Las experiencias negativas que hemos tenido nos enseñan cosas, pero no siempre son aprendizajes productivos'

No acabas de sentirte bien, tienes un malestar emocional que no parece tener una causa certera, pero ahí está. Y te influye. Y te impide avanzar. Tal y como explica la psiquiatra Anabel Gonzalez, en ocasiones las causas están precisamente en las cosas que no nos han pasado, lo que la especialista califica como el abandono, la ausencia y las pérdidas, y de las que nos habla en su nuevo libro Lo que no pasó, publicado por Planeta. Sus efectos, en ocasiones silenciosos y latentes, pueden estar en la base de una constante insatisfacción en nuestras relaciones y deseos. Por eso, toca hacer un trabajo interior, para buscar lo que considera la pieza del puzle que nos falta para conocernos realmente a nosotros mismos. 

¿En qué momento nace 'Lo que no pasó', que le llevó a escribir este libro?

El título llevaba en mi cabeza mucho tiempo, en mi experiencia en terapia he visto como muchas veces las experiencias de abandono o de ausencia son más difíciles que el daño directo, y con frecuencia no nos damos cuenta, precisamente porque son cosas que no estuvieron.

Me pareció interesante poner el foco en esta parte. Luego la idea se fue ampliando a muchos otros tipos de experiencias, mucho más cotidianas, a las que no llamaríamos traumas.

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Siempre le damos importancia a lo que nos ha pasado, a la huella que nos deja todo aquello que nos sucede a lo largo de nuestra trayectoria personal, pero no solemos reflexionar sobre lo que no pasó, ¿no es así?

Sí, es como fijarnos en los huecos, en el fondo, más que en la figura que destaca por delante. La cuestión es que aquellas cosas que nos pasan desapercibidas pueden tener una influencia mucho mayor que las que son evidentes, precisamente, porque van como por el subsuelo, y nos ocurren cosas en el presente sin que tengamos las claves para poderlas entender.

Sin embargo, apunta a que eso que no pasó también nos puede dejar heridas emocionales, ¿son más difíciles de detectar?

Es como la historia no escrita, podríamos hacer una biografía centrada en las palabras que no nos dijeron o en las que no dijimos, en los gestos que echamos de menos, en los abrazos que faltaron, en los silencios. Igual esta historia nos puede explicar muchas cosas, porque en ocasiones nos vemos mal y no entendemos, miramos atrás y pensamos, ¡pero si no me pasó nada tan grave! Esos huecos pueden ser la pieza del puzzle que nos falta para darle sentido a lo que nos ocurre. 

¿Cuáles son las principales cosas que no pasaron que pueden dejarnos esa huella emocional e influirnos en nuestro día a día, aunque no nos demos cuenta?

Si llevamos mal la soledad y hacemos cualquier cosa para no estar solos, puede que en algún momento hayamos vivido situaciones de una soledad muy dura. Si en las relaciones estamos siempre con miedo a que nos abandonen, quizás las primeras sensaciones de abandono se están reactivando constantemente. Si nos sentimos un fraude, como si no estuviésemos a la altura, puede que hubiésemos necesitado que alguien nos aceptase íntegramente como somos, con nuestras limitaciones, cuando nos equivocamos. Muchas cosas del presente, que analizadas solo desde ahora pueden parecernos desproporcionadas o ilógicas, cobran sentido si buscamos su raíz y desde ahí nos planteamos cómo cambiarlo.

¿Puede incluso impedirnos avanzar, bloquearnos?

Totalmente. Imaginemos que no nos hemos sentido importantes en las relaciones centrales de nuestra vida, no hace falta que nuestros padres no nos hayan querido, ni que tengamos grandes traumas, por ejemplo, si somos de los últimos en una familia numerosa, o crecemos en una familia en la que hay alguna persona muy enferma, que necesita muchas atenciones, puede que no hayamos recibido todos los nutrientes emocionales que un niño necesita. Todo esto ha pasado, la infancia ha quedado atrás, pero él “no importo” sigue dentro de nosotros. Así que, como no importo, cuido de todo el mundo, menos de mí, mis necesidades siempre quedan en último lugar, y me acabo quedando sin energía para funcionar. 

¿Qué estrategias tenemos a nuestro alcance para poder valorar si eso que no nos ha pasado es realmente lo que nos está causando malestar emocional?

Podemos tirar del hilo y preguntarnos, esta sensación que me cuesta ahora, ¿me suena familiar?, ¿la he sentido más veces?, y ¿cuándo fue la primera? El cerebro adopta unos patrones de funcionamiento, que tienen sentido en ese momento, pero muchas veces los mantiene en automático. Por ejemplo, quizás hayamos tenido en el colegio la experiencia de que se metieron con nosotros, y se haya desarrollado la creencia de “no te puedes fiar de nadie”. Con esta creencia no dejaremos que se nos acerquen personas estupendas que no nos iban a hacer daño y que podrían habernos aportado mucho, literalmente, pagan justos por pecadores, pero nuestro cerebro cree que nos está protegiendo. Tenemos nosotros que enseñarle a nuestro cerebro a cambiar un poco el chip.

Entendemos que toca mirar hacia dentro, trabajar el autoconocimiento para encontrar esos vacíos de los que habla en el libro. ¿Es una tarea complicada?

Creo que es una tarea interesante, descubrirnos, es apasionante, aunque llevo años trabajando en el campo de la salud mental, uno nunca termina de aprender. Yo creo que esto es una suerte, si llegase un momento en el que ya lo supiésemos todo, ¿qué gracia tendría? Pero sí, claro, si llevamos toda la vida funcionando de una manera, no vamos a cambiar por arte de magia, necesitamos tener paciencia.

¿De qué forma pueden afectar las heridas emocionales del pasado a la salud mental y física en el presente?

Si nos han faltado nutrientes emocionales, podemos acabar deprimidos, sin energía. Si nos angustia volver a vivir un abandono, es fácil que muchas cosas de las relaciones humanas nos generen ansiedad. Realmente las experiencias negativas que hemos tenido nos enseñan cosas, pero no siempre son aprendizajes productivos, sobre todo a largo plazo, y a veces pueden dar lugar a problemas de salud mental y también a muchos problemas de salud física. Cada vez está más clara la conexión entre la mente y el cuerpo y en cómo se influyen entre sí.

¿Cuáles son las señales de que una persona no ha superado una herida emocional del pasado?

Podemos verlo por las cosas que no funcionan ahora, cuando exploramos esas conexiones, y a veces también cuando pensamos en esas heridas. Si nos paramos un rato a pensar en ellas, nos damos cuenta de que quedan sensaciones dolorosas ahí. Por muy grave que haya sido lo que pasó, después de transcurrido el tiempo el dolor se tiene que ir marchando. Cuando no ha sido así, implica que la herida quedó mal curada, y hemos de trabajar en ella para que pueda cicatrizar y deje de doler para siempre.

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¿A quién va especialmente dirigido su libro 'Lo que no pasó'?

A todos los que sientan curiosidad por entender la mente humana y a los que quieren buscar caminos para mejorar de un malestar emocional o de una dificultad. Mis libros siempre están orientados a entendernos mejor, y a pensar en los cambios que necesitamos siempre después de esa reflexión. No creo en las recomendaciones generales porque somos todos muy diferentes. Entender lo que nos faltó nos puede ayudar a identificar qué semillas hemos de sembrar en nuestros huecos.