El duelo es un proceso muy complicado que cada persona vive de manera distinta. Algunas personas se ven sumidas en el dolor durante años, mientras que otras encuentran formas de canalizarlo y darle un significado a la pérdida.
En este contexto, la historia de Ana Obregón se ha convertido en un ejemplo público de resiliencia. Su capacidad para seguir adelante después de la muerte de su hijo, Aless Lequio, ha sido observada de cerca por la opinión pública. Pero, ¿qué ha permitido que Ana Obregón haya podido procesar su duelo de una manera tan particular?
El golpe más duro: la enfermedad y muerte de su hijo
Aless Lequio falleció el 13 de mayo de 2020 a los 27 años, después de años de lucha contra un sarcoma de Ewing, un tipo raro de cáncer que afecta principalmente a los huesos y tejidos blandos. La batalla contra la enfermedad fue muy dura y estuvo marcada por tratamientos agresivos en España y en Estados Unidos, recuperaciones y recaídas. Durante este tiempo, Ana Obregón se volcó completamente en su hijo, acompañándolo con la esperanza de que pudiera recuperarse.
Cuando la enfermedad avanzó y los médicos confirmaron que no había opción de cura, Ana Obregón se enfrentó a la dolorosa realidad de tener que despedirse de su hijo. En entrevistas posteriores, ha reconocido que su vida se detuvo en ese momento. La pérdida de un hijo es, según los psicólogos, una de las experiencias más devastadoras que una persona puede vivir.
Ana Obregón decidió que el legado de su hijo debía perdurar. Por ello, creó la Fundación Aless Lequio, con el objetivo de financiar la investigación contra el cáncer.
Afrontar el duelo: entre la tristeza y la transformación
El duelo es un proceso que, según los expertos, atraviesa varias fases: negación, ira, negociación, depresión y aceptación. En el caso de Ana Obregón, estas fases se manifestaron de manera visible ante el público. Durante los primeros meses tras la muerte de su hijo, la actriz se aisló del mundo mediático y encontró refugio en su entorno más cercano. La tristeza y el vacío eran palpables en cada una de sus apariciones.
Sin embargo, a medida que avanzaba su duelo, encontró una razón para seguir adelante: honrar la memoria de su hijo. "El duelo es un proceso natural en el que entran en juego mecanismos de aceptación sobre lo que me está ocurriendo", explica el psicólogo José Martín del Pliego. "En este proceso, la resiliencia es clave, ya que no se trata de evitar el dolor, sino de aprender a manejarlo con flexibilidad y darle un sentido".
Ana Obregón decidió que el legado de su hijo debía perdurar. Por ello, creó la Fundación Aless Lequio, con el objetivo de financiar la investigación contra el cáncer. Esta iniciativa se convirtió en su propósito de vida y en un mecanismo para canalizar su dolor en algo constructivo.
Muchas personas en duelo buscan maneras de hacer perdurar a sus seres queridos. A veces es a través de recuerdos, otras veces mediante acciones concretas como crear una fundación o, en este caso, asegurarse de que la vida continúa a través de un nieto
La llegada de su nieta: un nuevo sentido a la vida
Uno de los aspectos más controvertidos en la historia de Ana Obregón fue su decisión de tener una nieta a través de gestación subrogada. La pequeña Ana Sandra fue la forma de cumplir el último deseo de su hijo: ser padre.
Como reflexiona el psicólogo José Martín del Pliego, "muchas personas en duelo buscan maneras de hacer perdurar a sus seres queridos. A veces es a través de recuerdos, otras veces mediante acciones concretas como crear una fundación o, en este caso, asegurarse de que la vida continúa a través de un nieto".
Para Ana, la llegada de su nieta ha supuesto un nuevo motivo para seguir adelante. En sus propias palabras, "mi hijo ya no está, pero su hija sí, y ahora mi vida gira en torno a ella". El vínculo con la pequeña se ha convertido en un refugio emocional y en una razón para reconstruir su felicidad.
Resiliencia y aceptación
La historia de Ana Obregón es un testimonio de resiliencia. Ha demostrado que, aunque el dolor nunca desaparece por completo, es posible seguir adelante y encontrar nuevos motivos para vivir. A través de su fundación, de la llegada de su nieta y del apoyo de su entorno, ha logrado reconstruirse tras la pérdida de su hijo.
Y es que el duelo es un camino personal y cada persona lo transita a su manera. Ana Obregón ha hecho de su pérdida una razón para seguir adelante, demostrando que incluso en los momentos más oscuros, la vida puede encontrar nuevas formas de florecer. Pero ¿qué pasa con aquellas personas que no son capaces de asumir la pérdida y cuyo duelo se vuelve patológico?
Quienes tienen capacidad de resiliencia no es que eviten el dolor, sino que lo afrontan con mayor flexibilidad e incluso pueden crecer a través de él
Cuándo el duelo se vuelve patológico
El duelo se considera patológico cuando una persona se queda estancada en él y no logra avanzar. "Cuando el dolor sigue de forma obsesiva, cuando los pensamientos sobre la persona fallecida se convierten en una fijación constante y la vida diaria se ve afectada de manera significativa, estamos hablando de un duelo complicado", señala Martín del Pliego.
Un duelo complicado, también conocido como duelo congelado, es un proceso en el que la persona no logra avanzar en las distintas fases del duelo, quedando atrapada en una de ellas, lo que puede generar serios problemas emocionales. La psicóloga valenciana Sara Navarrete, directora del Centro de Psicología Clínica y de la Salud de Valencia, explica que “cuando un proceso de duelo no se ha sanado correctamente, se produce un encapsulamiento emocional que lleva a tomar decisiones que pueden acarrear consecuencias muy fuertes y problemáticas”. Como contábamos al principio, el duelo tiene diferentes etapas, desde el shock inicial hasta la aceptación y transformación, pero cuando una persona permanece estancada en la tristeza o la negación durante mucho tiempo, puede desarrollar un duelo enquistado que requiere tratamiento profesional.
Uno de los riesgos del duelo congelado es la acumulación de emociones encapsuladas, que tarde o temprano terminan saliendo a la superficie. Navarrete compara este fenómeno con intentar mantener un flotador sumergido en el agua: “Por mucho que hagamos fuerza para mantenerlo abajo, en cuanto nos descuidemos, saldrá disparado”. Del mismo modo, la tristeza profunda no trabajada puede emerger de forma incontrolable, afectando la vida cotidiana y generando nuevos conflictos emocionales. Según la especialista, muchas personas intentan llenar el vacío emocional con nuevas experiencias, como una relación o la llegada de un hijo, pero “la pena y la tristeza volverán a aflorar, y puede que lo hagan con más fuerza que antes”.
Para evitar que el duelo se convierta en un problema crónico, es fundamental permitir que las emociones fluyan y buscar ayuda psicológica si es necesario. “Ante una gran pérdida no hablamos de superar, porque esa persona no se va a olvidar nunca. Hablamos de aceptar, porque si logro aceptar, dejo ir, y si dejo ir, me voy a sentir en paz. Y eso sí se puede conseguir”, afirma Navarrete. Avanzar en el proceso de duelo implica reconocer el dolor, trabajar las emociones y permitirse transformar la experiencia en aprendizaje.
Ante una gran pérdida no hablamos de superar, porque esa persona no se va a olvidar nunca. Hablamos de aceptar, porque si logro aceptar, dejo ir, y si dejo ir, me voy a sentir en paz. Y eso sí se puede conseguir
Consejos para transitar el duelo
- Permítete sentir. No bloquees las emociones, dales espacio para expresarse.
- No tomes decisiones importantes en plena crisis emocional. El duelo nubla el juicio y puede llevar a decisiones precipitadas.
- Busca apoyo. Hablar con amigos, familiares o acudir a terapia ayuda a procesar la pérdida.
- Evita llenar el vacío con sustitutos emocionales. Una nueva pareja, un hijo o un cambio drástico no borrarán el dolor.
- Trabaja en la aceptación. No se trata de olvidar, sino de integrar la experiencia para seguir adelante.