Son las 9 menos cuarto de la mañana. Bajo al hall del Hotel Ciudad de Vigo para buscar un lugar tranquilo y entrevistar a la autora María Oruña, cuyo nuevo libro, El albatros negro, de Plaza &Janés, sale hoy a la venta. Me la encuentro esperándome a mí. La entrevista se había concertado a las 9 y su puntualidad ya me hace intuir la clase de persona que puede ser: alguien que respeta el tiempo de los demás, tanto como el suyo propio. La saludo y acordamos sentarnos en un rincón para tener algo más de intimidad. Ya sé que uno no se puede dejar guiar por la primera impresión, pero la que tengo de ella es muy positiva. Natural, afable, muy risueña y cercana además de ser una de las autoras más reconocidas de nuestro país y cuyas obras han cautivado a más de un millón de lectores.
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Comenzamos hablando de su nueva novela. Es la más ambiciosa hasta la fecha, y en ella, Oruña nos invita a sumergirnos en las profundidades de la costa de Vigo, su ciudad natal, donde yacen los restos de la decisiva batalla naval de Rande, en 1702, que enfrentó a las coaliciones angloneerlandesa e hispanofrancesa durante la guerra de sucesión. El tesoro que esconde la ría es el desencadenante de la misteriosa muerte de una historiadora naval que se conecta también con la existencia de una joven entomóloga que vivió en la zona en el siglo XVIII.
En esta adictiva trama policiaca, Oruña trata temas como el expolio del patrimonio histórico en la actualidad, el papel de la mujer en la ciencia a las puertas de la Ilustración o los orígenes de la entomología, a la vez que homenajea la literatura de aventuras de autores como Stevenson o los relatos de bucaneros de Conan Doyle.
En esta entrevista, además de presentar su libro, también queremos conocer su faceta como escritora y entender qué es lo que sienten personas como ella que han hecho de este oficio, el de escribir, un estilo de vida. También de sus emociones y de cómo se sienten los autores cuando son tan reconocidos.
María, tras diez libros publicados, se ve que amas escribir. ¿Nos podrías contar qué es para ti la escritura?
Para mí es una catarsis. No importa el caos que pueda haber a mi alrededor, cuando estoy escribiendo, no existe nada más. Estoy dentro de la historia y es como si ni siquiera la estuviera escribiendo yo. No sé muy bien cómo explicarlo, pero es como si estuviera viendo la escena desarrollarse delante de mí. Los personajes se mueven y hablan por sí solos, y yo solo me limito a transcribir lo que ocurre.
¿Eso significa que ya tienes toda la historia estructurada en tu cabeza antes de escribir?
Sí. Cuando ya estoy muy, muy metida, simplemente es como si estuviera viendo qué rayos están haciendo y diciendo los personajes. Soy un testigo invisible en una escena y me limito a transcribir lo que pasa. En ese momento, para mí no existe nada más. Me pongo los cascos de música en casa y, mira, lo mío es una especie de loft: el perro, el niño, la tele de fondo, la música de no sé qué... Me da igual. Estoy ahí, y no me entero de nada.
Ahora entiendo lo que mencionaste antes, que a veces lees un diálogo que escribiste y descubres un significado que en el momento no habías pensado. Es como si tu cabeza te dictara lo que tienes que escribir sin que seas del todo consciente.
Exactamente. Por eso necesito dejar reposar el texto. Cuando lo retomo después de una o dos semanas, me pregunto: "¿Me engancha? ¿Funciona?". Si no me engancha a mí, no va a enganchar a nadie más. No importa que yo sepa lo que va a pasar, la lectura debe atraparme. Si no lo hace, elimino, reescribo.
La idea de ser escritora me parecía algo irrealizable, solo para gente famosa o muy erudita. No me veía en ese sector. Siempre tuve una visión diminuta de mí misma,
¿Siempre has escrito o en algún momento decidiste que querías ser escritora?
Nunca. Siempre me gustó mucho escribir. Descubrí que escribía bien en el colegio, en los premios literarios de Coca-Cola. Estaba en 7.º de EGB o así, y el colegio no había tenido tiempo de seleccionar a los participantes. De repente dijeron: 'Rápido, necesitamos a los dos que mejor escriban del colegio. Vicente y Oruña'. Y yo dije: '¿Yo, yo escribo bien?'. Luego me di cuenta de que siempre me subía la nota con las redacciones y todo eso, pero no era consciente para nada. Yo no soñaba con ser escritora, no.
De hecho, estudiaste derecho...
Sí, porque la idea de ser escritora me parecía algo irrealizable, solo para gente famosa o muy erudita. No me veía en ese sector. Siempre tuve una visión diminuta de mí misma así que estudié Derecho sin ninguna vocación especial. Estaba "de moda" en ese momento. Ejercí y después fui madre. Trabajé en un bufete internacional muchas horas al día. La historia es más larga pero hubo un momento en que decidí ponerme por mi cuenta, ya que tenía que cuidar del bebé y conciliar. Y no sé qué me pasó por la cabeza. Se ve que me sobraba el tiempo, porque me puse a escribir, pero sin pretensiones.
¿Ese fue tu inicio como escritora?
Escribí un librito con contenido jurídico y también con narrativa, para ayudar a la gente que tuviera problemas de abuso de autoridad laboral, que era lo que yo controlaba. Lo regalaba, lo regalábamos. Con mi permiso, todavía lo siguen regalando asociaciones de mobbing y acoso laboral. Y no sé, me pareció fácil, me pareció asequible, me divirtió escribirlo. Entonces pensé: 'Bueno, me quedan siete meses antes de empezar fuerte con mi propia web y mi despacho desde casa'. Y dije: 'Pues en estos siete meses voy a hacer algo'. No por ayudar a nadie, sino por disfrutar yo.
Y escribí Puerto Escondido, pero sin ningún tipo de afán, porque yo no conocía a nadie en el mundo literario, ni editoriales, ni nada de nada. Cuando lo terminé, pensé: 'Yo creo que es bueno'. Pero claro, a lo mejor era muy malo. Así que busqué en internet y encontré una web en la que decía que tenías que buscar agente. Yo creo que escribí a todos los agentes de España y me rechazaron todos.
¿Cuántos años tenías en ese momento?
Unos 35. Nunca había hecho un curso de escritura ni había tenido formación literaria. Simplemente, me lancé a escribir. Durante más de seis meses recibí rechazos semanales. Y yo ahí aguantando...
Al terminar mi primera novela, creo que escribí a todos los agentes de España y me rechazaron todos. Durante más de seis meses recibí rechazos semanales. Y yo ahí aguantando...
¿Te daban alguna razón?
Yo no mandaba el manuscrito, solo la sinopsis. Y, de hecho, hubo una agencia que me dijo: ‘Esto tiene pinta de bestseller, pero no sabemos quién es usted, no tiene currículum, no la conocemos y estamos saturados de manuscritos, así que no lo vamos a leer’. Hasta que un agente me dijo: ‘Mándame 15 líneas’. Y pensé: ‘Bueno, 15 líneas’. Pasaron unas horas y me pidió 50 páginas. Luego: ‘Mándamelo todo’. Y en dos semanas estaban Planeta y Penguin interesados. Después se vendió en Francia, en Alemania… Y yo seguía tranquila, porque pensaba que era lo normal. No tenía ni idea de cómo funcionaba el mundo de los escritores.
A partir de ahí todo fue muy rápido. Me dijeron: ‘Tienes que venir a la presentación del libro. Hay mucha pdirensa’. Y me sorprendió muchísimo que quisieran entrevistarme. Pensaba: ‘Pero si yo no tengo nada interesante que decir, mi vida no es especial. El libro ya está ahí, yo estoy en el libro’.
No sabía que todo este proceso funcionaba así. Yo imaginaba que entregabas el manuscrito y, un año después, ya te contarían qué tal. No tenía ni idea. Iba un poco desprevenida, sin ser consciente de la magnitud de todo esto. Y claro, luego entendí que era una oportunidad enorme, algo que muchos escritores buscan durante años. Al principio, sí que tuve un poco de síndrome del impostor.
¿Cuándo empezaste a aceptar que eras escritora?
Me llevó años. Llegar a eventos como Sant Jordi y compartir espacio con escritores consagrados me hacía sentir fuera de lugar. ¿Qué hacía yo ahí? Decir "soy escritora" me daba vergüenza. Pero seguí escribiendo y mis libros comenzaron a sostenerse por el boca a boca. Yo soy 'hija' de la gente. Y estoy muy agradecida a todas esas personas que han apostado por un autor que no conocen.
¿Dejaste tu trabajo de abogada cuando tus libros empezaron a funcionar?
No, yo soy muy prudente. Durante un tiempo compaginé mi trabajo como abogada con las cosas que iba haciendo desde el despacho, mi faceta como madre y luego la de escritora. ¿Qué pasó? Que llegó un momento en que lo estuve compaginando durante dos, tres años… pero la cosa empezó a crecer muchísimo. Me empezaban a pedir conferencias en universidades, o recibí una carta del Gobierno de Perú invitándome a la Feria del Libro de allí...
Recuerdo perfectamente lo de Perú, porque al principio creí que se habían confundido conmigo y que en realidad querían invitar a María Dueñas. Pero me dijeron: ‘No, no, es usted. Nos gustan mucho sus libros’. Y yo pensaba: ‘Pero si solo tengo dos libros en el mercado, ¿esto es real?’.
Era como vivir dentro de una película. No entendía por qué querían hablar conmigo, me parecía surrealista. Ahora ya sí, ahora lo veo de otra manera. Pero al principio me costó muchísimo quitarme el síndrome de la impostora, porque todo pasaba tan rápido que no terminaba de creérmelo. Ahora ya sí, porque sé las horas que le dedico, lo que me cuesta, con toda la modestia del mundo y sabiendo que todavía tengo que seguir trabajando, aprendiendo y mejorando con cada libro. Pero al principio, cada vez que me llamaban de algún sitio, me parecía rarísimo
¿Cómo surge la inspiración para una nueva novela?
A veces llega un chispazo. Puede ser una conversación casual, una noticia, algo que veo en la calle. Cuando tengo una idea primitiva, la desarrollo investigando. Por ejemplo, para El albatros negro quería escribir una historia de aventuras náutica, pero no conocía ningún tesoro real hasta que investigando lo encontré.
¿Cuánto tiempo dedicas a documentarte antes de comenzar a escribir una novela?
Mucho más de lo que tardo en escribirla. Si el proceso total de creación de una novela dura un año, aproximadamente ocho meses los paso investigando y documentándome. La escritura en sí me lleva unos tres o cuatro meses, aunque después hay una fase de revisión que puede extenderse más.
Para mí, la documentación es clave. No se trata solo de recopilar información, sino de seleccionar qué es relevante para la historia y qué no. Muchas veces me encuentro con datos fascinantes que podrían encajar en la novela, pero si no aportan a la trama o ralentizan el ritmo, los descarto sin piedad. No quiero que la historia se convierta en un ensayo ni que el lector sienta que está leyendo un libro de texto en vez de una novela.
Además, hay una parte del proceso en la que tengo que "aprender a olvidarme" de la información que he investigado. Suelo trabajar con una escaleta bien definida, donde organizo los acontecimientos principales de la historia. Pero una vez que empiezo a escribir, me doy la libertad de cambiar el rumbo si noto que algo no funciona o si los personajes me llevan por otro camino. A veces, lo que parecía un pilar fundamental durante la documentación se vuelve innecesario cuando la historia cobra vida.
Excepto en Puerto Escondido, mis asesinos son personas normales que, por algo que les ocurre, terminan matandome parece mucho más inquietante, porque en el fondo nos podría pasar a cualquiera
¿Tienes una rutina diaria de escritura?
No tengo una rutina estricta, pero intento adaptarme a los tiempos que tengo. Me gustaría decir que escribo todos los días a la misma hora, con un ritual previo y una taza de café al lado, pero la realidad es que la vida no me lo permite.
Tengo que conciliar la escritura con la familia y otras responsabilidades. Cuando mi hijo era más pequeño, tenía que organizarme para escribir mientras él estaba en el colegio o en sus actividades. Ahora tengo más flexibilidad, pero sigo aprovechando cualquier momento libre para sentarme y escribi con los auriculares puestos.
Hay escritores que necesitan escribir todos los días, aunque sea solo una página, para no perder el ritmo. Yo no. Puedo pasar meses sin escribir mientras me documento y no pasa nada. No siento la necesidad de escribir constantemente, porque cuando lo hago, quiero que sea algo que valga la pena.
No puedes escribir a lo tonto, porque sí. Para que un texto realmente valga la pena, tienes que desnudarte por completo. Cualquiera que lea un libro mío va a saber qué me interesa. Le interesa la historia, la ciencia… Va a saber también qué me cabrea, qué me emociona, qué me entristece.
Pero no hago autoficción, no cuento mis problemas personales ni quién soy yo. No se trata de hablar de mí, pero sí de las emociones. Tienes que mostrarte. Si escribes de forma demasiado mecánica, se nota y no funciona. Cualquiera que lea mis libros verá que siempre hay detalles históricos, porque es algo que me interesa.
Lo que pasa es que luego los lectores y la prensa tienden a asociarte con tus personajes. Por ejemplo, con El albatros negro ya hay quien me dice: 'Ah, tú eres Miranda'. Y yo pienso: 'Sí, claro… pero también soy el villano, el tarado, el tonto, el erudito'. En realidad, el escritor está en todas partes. Es como actuar. En mis libros casi siempre hay un crimen, un criminal. Y, aunque nunca he matado a nadie, tengo que meterme en la mente de alguien que lo haría. Excepto en Puerto Escondido, donde hay un psicópata, en el resto de mis novelas los asesinos no tienen una condición psicológica o psiquiátrica particular. Son personas normales que, por algo que les ocurre, terminan matando. Y eso me parece mucho más inquietante, porque en el fondo nos podría pasar a cualquiera.
Por cierto, 'El albatros negro' es la primera novela que ambientas en tu ciudad natal. ¿Cómo fue el proceso?
Pues complicado, porque en Vigo, lamentablemente, no tenemos ese patriotismo histórico y la documentación es escasa, muy poca. Me costó muchísimo encontrar información y descubrir qué edificios del Casco Viejo seguían en pie en 1700.
Dibujar el plano de las murallas fue relativamente fácil, porque esa información sí se conserva. Pero, por ejemplo, aunque no está reflejado en toda la novela —porque entonces sería más un ensayo—, conseguí mapas que indicaban qué tipo de comida se vendía en cada plaza, todos esos detalles históricos.
También fue difícil averiguar cómo hablaban en aquella época: si usaban castellano, gallego o una mezcla de ambos. Galicia en ese tiempo es un poco una zona oscura en cuanto a documentación, no hay obras de teatro ni muchas referencias que permitan reconstruir el habla con precisión. Así que tuve que tirar de fuentes como el padre Feijóo y otras obras que fui encontrando. No podía recurrir, por ejemplo, al Quijote, porque es de 100 años antes y no reflejaba bien el contexto lingüístico de la época en Galicia.
Si un libro mío ha vendido miles de ejemplares y ha recibido el respaldo de los lectores, ¿por qué me preocuparía el comentario aislado de alguien que simplemente quiere molestar? Al final, si tienes éxito, es inevitable que aparezcan detractores. No puedes gustarle a todo el mundo.
¿Cómo manejas las críticas, tanto las positivas como las negativas?
Al principio, las críticas me afectaban más. Cuando publicas tu primera novela, cada comentario negativo se siente como un puñal, porque piensas: "¿Y si tienen razón? ¿Y si lo que escribí no es bueno?".
Con el tiempo, aprendí a tomarlas con más perspectiva. Si una sola persona me dice que un personaje le ha parecido plano o que una trama le ha resultado predecible, lo tomo como una opinión individual. Pero si varias personas, sin conocerse entre sí, hacen la misma crítica, entonces me paro a analizarlo con más detenimiento. Intento aprender de ello y mejorar en mis siguientes libros.
Eso sí, distingo muy bien entre una crítica constructiva y un comentario malintencionado. Hoy en día, en las redes sociales, es fácil encontrarte con personas que critican solo por criticar. Hay comentarios que no aportan nada, que simplemente buscan hacer daño o desacreditar sin fundamento. Esos no los tomo en cuenta.
De hecho, con el tiempo he llegado a un punto en el que incluso me hacen gracia algunos ataques gratuitos. Si un libro mío ha vendido miles de ejemplares y ha recibido el respaldo de los lectores, ¿por qué me preocuparía el comentario aislado de alguien que simplemente quiere molestar? Al final, si tienes éxito, es inevitable que aparezcan detractores. No puedes gustarle a todo el mundo.
¿Qué autores han influido en tu escritura?
Es difícil nombrar solo unos pocos, porque en realidad soy hija de todo lo que he leído y visto a lo largo de mi vida. Desde los clásicos hasta la literatura contemporánea, todo ha dejado una huella en mí.
Recuerdo que a los 13 años leí Al este del Edén, de John Steinbeck, y fue una revelación. También la colección de El Barco de Vapor cuando era niña. De adulta, me han influido muchos autores anglosajones. Es curioso, pero puedo notar la diferencia entre la narrativa de un escritor inglés, francés o estadounidense solo por el ritmo y la estructura de sus historias.
¿Tienes ya pensada la próxima novela?
Sí.
¿Nos puedes adelantar algo?
¡No! Jajajajaja.