Párate a pensar por un momento en si has vivido esta situación: ¿tiendes a comer sin control cuando estás más nerviosa? Cuando gestionamos los problemas a través de la comida, entramos en un bucle que nos enfrenta al mero acto de comer y a nuestro propio cuerpo. Así lo refleja la terapeuta especializada en la ansiedad por la comida Miriam Salinas Gascón (@miriamnutriemocional) en su libro Atrévete a comerte la vida, en el que recopila las claves para romper con la cultura de la dieta.
¿Hasta qué punto están ligadas la comida y las emociones?
La comida y las emociones están ligadas desde que nacemos, cuando mamá nos da pecho o biberón. En ese acto tan íntimo, mamá nos nutre, pero también nos da amor, seguridad y sentido de pertenencia. Esta conexión es nutriemocional y se da en todo momento y para todos.
¿Por qué hay ocasiones en las que esa relación se tuerce y un acto placentero como comer puede generar incluso ansiedad?
La relación con la comida se tuerce cuando comemos para calmar emociones no expresadas o restringimos alimentos para sentir control sobre nuestra vida. Es decir, que cuando queremos transitar por nuestra vida, ya sean alegrías, penas o vicisitudes, acudimos a la comida o a la ausencia de la misma para gestionarla. Esto nos lleva a rechazar nuestra forma de comer y nuestro cuerpo porque dejamos de comer de forma intuitiva, esta la tuvimos todos de nacimiento. Es ahí donde empezamos un largo viaje de control (dietas), que nos lleva al descontrol (atracones), de restricciones que no funcionan y que cada vez nos generan más ansiedad, culpa y vergüenza, abocadas a un círculo infernal de dieta, ansiedad, culpa y, de nuevo, una nueva dieta.
La relación con la comida se tuerce cuando comemos para calmar emociones no expresadas o restringimos alimentos para sentir control sobre nuestra vida
¿Cómo influyen mis experiencias previas e incluso nuestra infancia en nuestros hábitos alimenticios actuales?
Las experiencias previas y la infancia influyen en nuestros hábitos alimenticios a través de la formación de creencias sobre la comida y el cuerpo. Los mensajes que recibimos en la infancia, como "Si comes tantas chuches, te pondrás como una vaca", generan miedo a engordar, a no ser aceptado y a que el cuerpo enferme. Lo ideal es educar a nuestros hijos retirando la moral de la comida y enseñarles que existe diversidad corporal. No todos los cuerpos son iguales.
¿Qué señales nos pueden alertar de que tengo una relación poco saludable con la comida?
Sentirse culpable, ansiosa u obsesionada con la comida, restringir la alimentación o tener miedo a comer en público son señales de una relación poco saludable con la comida. También debemos estar alerta si "Radio Miseria" está constantemente en nuestra cabeza, diciéndonos qué comer o no, y generando culpa si no hacemos ejercicio.
Una de las tareas más complicadas tal vez, es darnos cuenta de que tenemos un problema en relación con la comida, ¿no cree?
Sí, es complicado darnos cuenta de que tenemos un problema con la comida porque muchas veces lo ocultamos o lo negamos. La cultura de dieta, introyectada en nuestra sociedad, nos dice que si tenemos un cuerpo XXS seremos amados y exitosos. Detrás de ella hay muchos intereses farmacéuticos y de cirugías para que sigamos esclavas de las dietas y gastemos nuestra energía en ellas, y no en la energía que nos lleva con fuerza a la vida. Por ende, es difícil ver qué es realmente saludable. Una alimentación saludable debe serlo física y mentalmente. Puedo comer brócoli y pollo cada día, pero no estar saludable porque convivo con una alimentación y vida carcelarias.
Las dietas para adelgazar no funcionan, sino todo lo contrario, empeoran la relación con la comida
¿Por qué deberíamos darnos cuenta de que es un error gestionar los problemas a través de la comida?
Es un error gestionar los problemas a través de la comida porque esta no puede resolverlos. Si bien en la infancia la comida puede servir como consuelo, de adultos debemos darle luz a estos temas para sanar. La comida puede calmarnos momentáneamente, pero no nos da lo que realmente necesitamos, que en la mayoría de las ocasiones es un hambre de mí misma, de qué necesito realmente.
¿Qué le diría a alguien que vive prácticamente toda su vida a dieta?
Le diría que la cultura de la dieta nos vende la idea de que restringir la comida es sinónimo de salud, pero se olvida de la salud mental. Además, las dietas para adelgazar no funcionan, sino todo lo contrario. Empeoran la relación con la comida, nos desconectan de nuestra alimentación intuitiva y de nuestros gustos. El metabolismo se ralentiza por las restricciones severas, ya que el cuerpo, al ingerir menos comida, disminuye el gasto energético en reposo. Y la autoestima, con 50 o 60 años, está por los suelos porque cada vez se engorda más con menos ingesta de comida.
¿Realmente hay distintos tipos de hambre?
Sí, hay distintos tipos de hambre. Además del hambre física, hay hambre emocional, que se refiere a la necesidad de conectar con nuestras emociones y expresarlas. También hay hambre de placer, de sentirnos bien y disfrutar. Y hay hambre de sentido, de encontrar un propósito en la vida. Hay hambre de amor, de cuerpo, de sentido vital… en realidad, hay tantas hambres como seres vivos. La pregunta clave es: ¿de qué tiene hambre tu vida? Contesta, y desde ahí podremos empezar un camino para darte realmente lo que estás necesitando.
Nuestra forma de comer nos da muchísima información. Puede reflejar carencias afectivas, inseguridades y miedos
¿Cómo puedo identificar si estoy comiendo por hambre física o emocional?
Observando cómo come una persona, podemos intuir si es rígida, estricta o, por el contrario, flexible y adaptable. También podemos percibir si la ansiedad la domina o si se deja llevar por la gula. La forma de comer nos da información sobre el carácter o el estado emocional.
Nuestra forma de comer nos da muchísima información. Puede reflejar carencias afectivas, inseguridades y miedos. Si estás sufriendo ansiedad con la comida o te restringes mucho, pide ayuda. Probablemente, esa sea la mejor forma que has encontrado para afrontar momentos complejos de tu infancia o adolescencia. En lugar de culpar a la comida, intenta hacerte amiga de tu ansiedad. Es posible que te haya acompañado en momentos de soledad y que, en el fondo, esté intentando protegerte.
La comida puede ser un refugio, una forma de escapar de los problemas. Pero cuando la utilizamos para gestionar nuestras emociones, entramos en un círculo vicioso que nos aleja de nosotras mismas.
Por eso, es importante identificar qué hay detrás de nuestros hábitos alimentarios. ¿Comemos por hambre real o por ansiedad? ¿Nos restringimos por salud o por miedo a engordar? Responder a estas preguntas nos ayuda a comprender mejor qué nos pasa y a tomar las riendas de nuestra vida.
El hambre física se siente como una sensación de vacío en el estómago, baja energía y malestar físico. El hambre emocional se relaciona con emociones no expresadas o con la necesidad de sentir control.
¿De qué forma puedo cambiar patrones de pensamiento negativos relacionados con la alimentación y el peso?
Podemos cambiar los patrones de pensamiento negativos a través de reprogramar nuestro software mental. Debemos hacer detox de redes sociales que nos "gatillen", que nos hagan sentir que nuestro cuerpo y forma de comer son erróneos. Debemos introducir otro tipo de información en nuestra cabeza y seguir perfiles de diversidad corporal. Al final, somos, entre muchas otras cosas, lo que metemos en nuestra cabeza. Para cambiar la calidad de los pensamientos, debemos poner atención, intención y dirección hacia otras lindes. Podemos hacer psicoeducación con talleres, seguir perfiles no pesocentristas ni gordofóbicos, y si nos sentimos desbordados, pedir ayuda y empezar un proceso terapéutico de psiconutrición. Solos es muy complejo, y más en el momento sociocultural actual, donde estamos abocados a una estética y forma de comer determinadas.
¿Qué te llevó a ponerte delante de las páginas en blanco y comenzar a escribir el libro?
El deseo ardiente de ayudar. Por eso, en la primera parte del libro, hablo de mi cronología; el sincericidio tiene el sentido de retirar la culpa a miles de mujeres que se sienten bichos raros por seguir con patrones dietéticos. Detrás de una mala relación con la comida y el cuerpo hay mucho más que vanidad. En la segunda parte del libro, mi idea es responsabilizarlas y que tengan herramientas eficaces para sanar su relación con la comida, el cuerpo y la vida. Compartir mi experiencia y mis aprendizajes me llevó a ayudar a otras personas a mejorar su relación con la comida y el cuerpo. El libro es donde más exposición he tenido en mi vida, pero creo que es muy necesario, sabiendo que se están cuadruplicando los casos de TCA, ansiedad y depresión cada vez a edades más tempranas.
¿A quién va especialmente dirigido, en quién pensabas cuando lo escribías?
Va dirigido a todas las personas que quieran mejorar su relación con la comida, el cuerpo, consigo mismas y con la vida especialmente a las mujeres. Nosotras, transgeneracionalmente, nuestros cuerpos han sido la moneda de cambio en los sistemas familiares, y es por eso que aún a día de hoy llevamos más carga en este sentido. Aunque cualquier hombre que se sienta desbordado con la comida, obsesionado, también podrá sacar un gran fruto.