En un mundo donde las relaciones se han vuelto efímeras, en el que las situationships han reemplazado los compromisos y el amor líquido parece la norma, el romanticismo resurge como un bálsamo para corazones cansados.
Llevamos un tiempo asistiendo a esta reencarnación, pero una de las pruebas más evidentes que lo confirman es el revuelo que ha causado el vídeo de Dua Lipa y Callum Turner bailando despreocupadamente frente a la Torre Eiffel, en París.
Las redes sociales han sido testigos de una transición generacional en la forma de ver el amor. Si en décadas pasadas el ideal romántico estaba marcado por cartas de amor, serenatas y compromisos duraderos, la actualidad ha estado dominada por la incertidumbre de las relaciones fugaces.
Las situationships, una categoría ambigua entre el amor y la indiferencia, han dejado a muchas personas sintiéndose emocionalmente desorientadas. En este contexto, un gesto tan simple como que una de las parejas más mediáticas del star system baile bajo las luces parisinas adquiere un poder simbólico enorme: nos recuerda, o nos convence, de que el amor espontáneo y auténtico todavía parece que existe.
El romanticismo vuelve a tener espacio en la cultura
El sociólogo Zygmunt Bauman hablaba del amor líquido como la imposibilidad de establecer relaciones duraderas en una sociedad donde todo es desechable. En esta realidad, el romanticismo parecía una reliquia del pasado, una narrativa de cuentos de hadas incompatible con la velocidad de la vida moderna, una manera de ver y sentir el mundo que era completamente diferente a lo que nos habían contado nuestros padres (y a todo lo que habíamos visto en películas).
Sin embargo, hay señales de que la nostalgia por el amor romántico está regresando con fuerza.
El auge de plataformas como Tinder o Hinge, aunque parezca que no, también tiene mucho que ver con esto.
Además, películas, libros y series han comenzado a reivindicar las historias de amor tradicionales dejando, casi siempre, finales abiertos para que podamos imaginar que sí, que esas historias continúan. Y, el vídeo de Dua Lipa y Callum Turner ha actuado como un detonante de este anhelo colectivo.
Las imágenes de la pareja bailando en París no tienen la grandilocuencia de una escena cinematográfica ni la perfección de una estrategia de marketing. Ambos bailan despreocupadamente, agarrados ante la mirada de fanáticos.
¿Lo mejor? No les importa. Ahí no hay mirada ajena que parezca perturbarles. De hecho, después del baile hay más gestos cómplices, pues se sientan en unas escaleras, se abrazan, se fotografían juntos.
Ella enseña su supuesto anillo de compromiso a la cámara del móvil que sujeta él: se hacen una fotografía con este accesorio en modo selfie. Parece que no existe nadie más a su alrededor, porque cada uno está en ese momento con la persona que quiere estar, que son tan solo ellos dos mismos.
En una era donde las redes sociales nos han acostumbrado a amores estéticamente curados y artificialmente producidos, ver a dos personas disfrutando del momento sin pretensiones nos devuelve la sensación de que el amor genuino no necesita grandes artificios.
Parece tratarse de una conexión pura, no un performance que, además, tiene lugar en el único sitio que podía volver a convencernos de creer en el amor, París.
Amor auténtico frente al 'hiperproducido'
Si hay un lugar en el mundo que evoca el romanticismo, esta es la capital francesa. La ciudad del amor ha servido como telón de fondo de algunas de las historias más icónicas de la cultura popular.
Desde Casablanca hasta Antes del amanecer, el mito de París como epicentro del amor sigue intacto. Teniendo esto en cuenta, y que es sabido por todos que está apodada como ciudad del amor (por sus calles, sus cafeterías, o sus monumentos), no es casualidad que el vídeo de Dua Lipa y Callum Turner haya causado tanto revuelo: la imagen de dos enamorados en la Torre Eiffel resuena con un imaginario colectivo que aún cree en la magia del romance.
No hay nada en ese contexto ni demasiado empalagoso, ni forzado, ni, por lo que relatan sus rostros, fingido. Ellos ni siquiera son de esos que publican numerosos mensajes de amor ni demostraciones en redes sociales.
Dua Lipa es una superestrella global, y Callum Turner, un actor en ascenso, pero lo que ha emocionado al público no es su fama, sino la autenticidad del momento.
En un mundo donde las relaciones de celebridades suelen estar rodeadas de estrategias de imagen y especulaciones, este video nos recuerda que incluso los famosos pueden enamorarse de manera simple, sin filtros ni poses. Nos permite imaginarnos viviendo esa misma escena, nos empuja, de hecho, a querer vivirla.
Las generaciones más jóvenes han crecido en un entorno donde el escepticismo hacia el amor romántico es la norma. Las decepciones sentimentales, el miedo al compromiso y la hiperdigitalización de las relaciones han creado una barrera entre las personas y el ideal del amor profundo y significativo.
Sin embargo, este vídeo de la cantante (que tiene tan solo 29 años) ha funcionado como una grieta en ese cinismo colectivo. Ha invadido Instagram, TikTok, Threads, y medios de comunicación.
Y, que lo haya hecho, tiene sentido: nos ha permitido imaginar, aunque sea por unos instantes, que el amor aún puede ser un baile espontáneo bajo las luces de París; que podemos dejarnos llevar sin pensar en posibles consecuencias, que es lícito (y deberíamos) confiar en el que hay relaciones que, sí, efectivamente, se pueden vivir como si fueran una película.
En tiempos donde la conexión real parece un lujo, este pequeño instante capturado nos ha recordado algo esencial: el amor sigue siendo posible.
Toca admitirlo: nos emociona porque nos recuerda algo que, en el fondo, muchos seguimos deseando. Un amor genuino, espontáneo y sin artificios.
En una era en la que las relaciones parecen volátiles y mediadas por algoritmos, ver a dos personas simplemente disfrutando del momento sin preocuparse por la imagen que proyectan nos conecta con una idea más pura de esta conexión.
No es una reliquia del pasado ni una fantasía inalcanzable. Es algo que puede suceder en cualquier momento, en cualquier ciudad, y con la persona adecuada, incluso bajo las estrellas de la Torre Eiffel. Y, destacamos: aunque decora el momento con sobresaliente, la mayoría de las veces no hacen falta estos bailes. El amor se manifiesta diversas formas, y esta no es más que la más evidente de todas ellas.