El envejecimiento es un proceso inevitable, pero la ciencia avanza para entender cómo afecta específicamente al cerebro en diferentes etapas de la vida. Y cada vez más. De hecho, cada vez hay más investigaciones que trata den averiguar qué perjudica más a nuestro cerebro y qué podemos hacer para contrarrestar el paso del tiempo. Ahora, un estudio publicado en Nature Aging indica que nuestro cerebro atraviesa puntos críticos de deterioro a los 57, 70 y 78 años, marcados por cambios biológicos y el impacto acumulativo de factores genéticos, hormonales, ambientales y de estilo de vida. Información que nos puede valer para prestar mayor atención a la salud cerebral.
La ciencia detrás del envejecimiento cerebral
Este estudio, liderado por la Universidad de Zhengzhou en China, analizó muestras de plasma sanguíneo de 11.000 adultos sanos y complementó los datos con pruebas de diagnóstico por imagen. Los investigadores identificaron varias proteínas que actúan como biomarcadores del deterioro cerebral, permitiendo detectar de forma más temprana los cambios neurodegenerativos relacionados con la edad.
Los biomarcadores relacionados con el proceso de envejecimiento no solo permiten identificar cambios en la actividad mental, sino que también abren la puerta a intervenciones terapéuticas personalizadas.
Entre los biomarcadores clave se encuentran la Brevican (BCAN) y el factor de diferenciación del crecimiento 15 (GDF15). Según Alfonso Galán, médico experto en antienvejecimiento de Neolife, la BCAN es una proteína del sistema nervioso central esencial para la formación y estabilidad de las sinapsis, fundamentales en la comunicación neuronal. Por su parte, el GDF15 es una citoquina involucrada en procesos de inflamación y respuesta al estrés celular. Estos biomarcadores no solo permiten identificar cambios en la actividad mental, sino que también abren la puerta a intervenciones terapéuticas personalizadas.
Además, el análisis detallado de estas proteínas ha permitido a los investigadores observar cómo su expresión varía con la edad. Por ejemplo, la BCAN se asocia con la plasticidad sináptica, lo que sugiere que su disminución puede estar relacionada con una menor capacidad de aprendizaje y memoria. En el caso del GDF15, su aumento está vinculado con procesos inflamatorios que aceleran el deterioro neuronal, especialmente en personas con factores de riesgo como la hipertensión o la diabetes. Estos hallazgos no solo mejoran nuestra comprensión del envejecimiento cerebral, sino que también destacan la importancia de abordar estos biomarcadores a través de estrategias preventivas.
Edades críticas y sus implicaciones
El estudio resalta que los impactos en el cerebro no son lineales, sino que progresan de manera diferente en cada etapa. A los 57 años, los cambios están asociados principalmente con la inmunidad adaptativa, como el recuento de linfocitos, y con alteraciones metabólicas. Este período puede ser crucial para identificar señales tempranas de deterioro cognitivo y actuar en consecuencia.
Los 57 años son un periodo crucial para identificar señales tempranas de deterioro cognitivo y actuar en consecuencia
A los 70 años, las consecuencias son más visibles, con pérdidas cognitivas, dificultades de movimiento e incremento del riesgo de ictus. En esta etapa, es frecuente que las personas experimenten olvidos más pronunciados y una reducción en su capacidad para realizar tareas complejas. Además, las enfermedades cardiovasculares comienzan a jugar un papel importante, ya que la disminución del flujo sanguíneo cerebral afecta directamente a las funciones cognitivas.
Finalmente, a los 78 años, el deterioro se centra en la fragilidad neuronal, lo que incrementa la vulnerabilidad del cerebro ante enfermedades neurodegenerativas. Esta etapa está marcada por una mayor prevalencia de patologías como el Alzheimer y el Parkinson, así como por una disminución significativa en la capacidad de recuperación del cerebro frente a lesiones o insultos externos.
La identificación de estas etapas críticas permite a los especialistas centrar esfuerzos preventivos y terapéuticos en momentos clave. Aunque no es posible revertir completamente el envejecimiento cerebral, sí se pueden implementar estrategias para ralentizar su progresión y mejorar la calidad de vida en las personas mayores. Esto incluye desde intervenciones médicas personalizadas hasta cambios en el estilo de vida que potencien la salud cerebral.
Pautas para contrarrestar las edades críticas para el cerebro
Desde Neolife, Alfonso Galán subraya la importancia de adoptar medidas preventivas en el día a día para proteger la salud cerebral. Estas son algunas de las recomendaciones más destacadas:
- Actividad física regular: el ejercicio mejora la circulación sanguínea cerebral y promueve la neurogénesis, ayudando a mantener la plasticidad del cerebro. Estudios han demostrado que incluso caminar 30 minutos al día puede reducir significativamente el riesgo de deterioro cognitivo.
- Dieta equilibrada: consumir alimentos ricos en antioxidantes, ácidos grasos omega-3 y vitaminas esenciales. La dieta mediterránea, rica en frutas, verduras, pescado y aceite de oliva, se ha asociado con una menor incidencia de enfermedades neurodegenerativas.
- Estimulación mental: actividades como leer, resolver puzles o aprender nuevas habilidades son esenciales para mantener el cerebro activo. Aprender un nuevo idioma o tocar un instrumento musical son ejemplos efectivos de estimulación cognitiva.
- Interacción social: las relaciones sociales activas juegan un papel crucial en la salud mental. Participar en grupos comunitarios, mantener contacto con amigos y familiares, y evitar el aislamiento social son fundamentales para un envejecimiento saludable.
- Gestión del estrés: técnicas como la meditación, el yoga o incluso ejercicios de respiración pueden reducir el impacto del estrés en el cerebro, protegiendo las conexiones neuronales de los efectos dañinos del cortisol.
- Sueño adecuado: dormir al menos 7 horas por noche asegura un descanso reparador que favorece la función cognitiva. La falta de sueño se ha vinculado con un mayor riesgo de acumulación de proteínas tóxicas en el cerebro, como la beta-amiloide, relacionada con el Alzheimer.
Además de estas pautas, es fundamental realizar chequeos médicos regulares para monitorear la salud cerebral. Evaluaciones cognitivas periódicas pueden ayudar a identificar problemas en etapas tempranas, facilitando un tratamiento más efectivo.
Las patologías neurodegenerativas en cifras
Para terminar, no podemos olvidar que en España, aproximadamente 1.150.000 personas padecen patologías neurodegenerativas, según datos del Servicio de Información sobre Discapacidad (SID). Entre estas enfermedades, el Alzheimer afecta a unas 800.000 personas y el Parkinson a 150.000. Otras enfermedades, como la esclerosis múltiple, la esclerosis lateral amiotrófica (ELA), la demencia con Cuerpos de Lewy (precisamente mañana se celebra el Día Mundial) y la enfermedad de Huntington, también forman parte de esta preocupante realidad.
El impacto de estas enfermedades no solo se refleja en quienes las padecen, sino también en sus familias y cuidadores. El cuidado de una persona con una enfermedad neurodegenerativa puede ser emocional y físicamente agotador, lo que resalta la importancia de contar con redes de apoyo y servicios especializados. Además, estas patologías representan un desafío significativo para los sistemas de salud pública, que deben adaptarse a las crecientes necesidades de una población envejecida.