La Navidad no es una etapa tan dulce para muchas personas. De hecho, es un momento del año en la que el exceso de planes, las reuniones familiares, el consumo desbordado… son factores que pueden causar incluso ansiedad a algunas personas. “Desde mi punto de vista, en general, la Navidad alcanza un coste emocional muy alto para muchas personas”, nos comenta Pilar Guerra Escudero, psicóloga clínica y coach ejecutivo, con quien hemos tratado de profundizar en esos factores que pueden influir en la aparición de la temida ansiedad en estas fechas.
“La época de Navidad puede gustar o no gustar. Es un período del año muy diferente al resto, con connotaciones también muy distintas según para qué personas. Pero la sensación de no alcanzar las expectativas de lo que conllevan las fechas navideñas, en muchas ocasiones lleva a la frustración y esto puede generar síntomas de ansiedad importantes”, anticipa.
Posibles causas de la ansiedad
En opinión de Pilar Guerra, el primer factor es el sobre esfuerzo que supone llegar a las expectativas que la época navideña nos demanda a todos. “Es un esfuerzo físico, por la consecución de los preparativos de comidas, regalos, decoración… Pero también es económico porque, aunque tengamos un presupuesto, solemos salirnos de él, lo que produce desazón y ansiedad en las personas. Además, a nivel psicológico también supone un estrés por el hecho de tener a los niños en casa, sin ocupación, entrando en conflicto la conciliación de la vida laboral y familiar”, nos comenta.
Pero va un paso más allá. Y es que a nivel psicológico más profundo, está el tema de los vínculos. “En general, la Navidad está vinculada con el concepto de familia y el concepto de unión. Y aquí también se da un sobre esfuerzo. Hay familias que están muy unidas, que están deseando verse y reunirse, en un ambiente jovial y colaborativo”, apunta la psicóloga.
Así, detalla que, suele tratarse de familias funcionales, generalmente muy numerosas, que tienen un repertorio de conductas de adaptación que permiten la interrelación entre ellos de una manera asombrosa; frente a familias disfuncionales que curiosamente coincide que no suelen reunirse de forma numerosa, sino solamente el núcleo cerrado que convive, sin “hacer piña” con más familia.
“Según mi experiencia, he podido observar que a menor número de personas que se reúnen, mayores posibilidades de ser diagnosticadas como familias disfuncionales. Son familias que evitan la unión porque ya de por sí tienen problemas de comunicación previos. Y esto perjudica sobre todos a los jóvenes, a las nuevas generaciones de la familia que se ven arrastradas por los problemas de los mayores, sin poder convivir más con sus primos o coetáneos de su edad”, indica.
Cuando falta alguien en la mesa
Hay otro aspecto importante con respecto al coste de la Navidad en relación con los vínculos. Y es que es destacable también que para muchas personas en esta época se hacen especialmente duras las ausencias de nuestros seres queridos que han fallecido. Puede aparecer el síndrome de la silla vacía. “Son por ello unas fechas que simbolizan de forma muy descarnada las ausencias. Depende del grado de superación que cada persona haya alcanzado de la ausencia de sus allegados fallecidos, pero para muchos supone un sobre esfuerzo llegar a su casa familiar a celebrar la Navidad sin que su allegado se siente a la mesa”, nos comenta
Emociones negativas asociadas a esta época
En opinión de Pilar Guerra, las principales emociones en Navidad son la nostalgia y la tristeza, pero también la ilusión (especialmente de los niños) o esperanza. En cuanto a sentimientos negativos, podemos destacar los de estar sobrepasado, sobreexigido, sobreesforzado, extralimitado, frustrado por las expectativas de la sociedad, la obligatoriedad de estar contentos…
“La Navidad es una época en la que se pone de manifiesto la imposibilidad de poner nuestros propios límites. Hay personas que desearían vivir la Navidad a solas por diversos factores y, sin embargo, existe como un veto para que podamos pasarlo solos, como si fuese una noche más”, nos comenta.
Comenta que, además, la sociedad no admite esos límites, porque hay unos prejuicios muy extendidos. Y si llega a ocurrir, en ocasiones, con nosotros mismos entra en acción la disonancia cognitiva: por una parte, quiero estar solo, pero por otra parte estoy nostálgico porque “debería” estar con los demás. “Todo esto hace que todos los conflictos familiares que tenemos salgan a la luz. Por ejemplo, para familias de padres separados, la Navidad puede hacer replantear decisiones que ya se tomaron con mucha anticipación. O si se trata de hermanos que no se hablan, esta época también puede cuestionar si se puede establecer ‘una tregua’ para que el resto de los miembros de las familias se puedan reunir en Navidad. Todo esto supone mucho desasosiego porque se cambia continuamente de registro emocional”, argumenta la experta.
Y es que considera que la época de Navidad nos hace huir del aquí y ahora. Muchas personas mantienen el mantra de estar “desando que pasen las fiestas”, incluso antes de que empiecen. “Al querer eso, nos alejamos del presente y la insatisfacción es brutal porque se está viviendo algo que no se quiere. Esto genera también mucho desgaste psicológico. Mi recomendación es la de vivir el momento e intentar adaptarnos en la manera de lo posible, intentando atender no solo a lo negativo, sino también a lo positivo. Ya que hay que hacerlo, hacerlo de la mejor forma, cuidándonos de no extralimitarnos, pero tampoco dejarnos llevar por la desidia. También se puede disfrutar de detalles pequeños”, sugiere.
Consejos que pueden ayudarnos a gestionar la ansiedad en estas fechas
- Establecer expectativas realistas: Reconocer que las reuniones familiares pueden tener momentos desafiantes es el primer paso. No todas las interacciones serán perfectas, pero tener expectativas realistas puede ayudar a reducir la frustración. Hemos de estar en un continuo contacto con la realidad; la idea es que seamos nosotros los que gestionemos la Navidad, y no que la Navidad nos gestione a nosotros. Hemos de conocer nuestras verdaderas necesidades, nuestros deseos, y hacer un análisis de nuestras expectativas para que en ningún caso dejen de ser realistas. Si mantenemos esto a rajatabla, será mucho más fácil que sepamos gestionar todas aquellas situaciones que nos superen, y encontraremos que nuestros pensamientos, emociones y conductas estén alineados y que no se descompensen.
- Enfoque en lo positivo y comunicación abierta: Antes de las reuniones, es recomendable reflexionar sobre aspectos positivos de cada miembro de la familia. Esto nos puede ayudar a mantener una perspectiva equilibrada y a enfocarnos en lo bueno en lugar de lo negativo. Fomentar una comunicación abierta y respetuosa puede prevenir malentendidos y reducir la posibilidad de conflictos. Escucha activamente a los demás y expresa tus pensamientos de manera clara y considerada. También hemos de saber decir “no” a todo aquello que nos produzca presión. La Navidad no debe de tener tanto poder como para que nos haga salirnos de nuestras posibilidades.
- Evitar temas sensibles y establecer límites: Si hay temas que históricamente nos han provocado tensiones, considerar evitarlos durante la reunión puede ser la mejor estrategia. En lugar de centrarnos en áreas conflictivas, busquemos conversaciones neutrales y positivas. Por otro lado, si la situación se vuelve tensa, no dudemos en establecer límites saludables. Podemos tomar un descanso breve, cambiar de tema o incluso expresar nuestra necesidad de un espacio tranquilo por un momento.
- Buscar actividades compartidas y también el autocuidado: En lugar de centrarnos solo en las conversaciones, busquemos actividades compartidas para disfrutar juntos. Juegos, paseos o actividades recreativas pueden crear un ambiente más relajado. A la vez, durante las reuniones familiares, es crucial cuidar de nosotros mismos. Prestar atención a nuestros límites emocionales y, si es necesario, tomar tiempo para descansar y recargar energías.
- Celebrar las diferencias y practicar la empatía: En una familia, las diferencias son inevitables. Aprender a celebrar y respetar esas diferencias puede contribuir a un ambiente más tolerante y enriquecedor. Tratemos de entender las perspectivas de los demás y practicar la empatía. Reconocer que cada miembro de la familia tiene sus propias experiencias y desafíos puede fomentar la comprensión mutua.