A lo largo de nuestra vida, todos nos enfrentamos a frustraciones, pérdidas, dificultades o traumas de distinto grado. No podemos perder de vista que vivimos en un mundo que cambia constantemente, que escapa a nuestro control y previsiones. Para la autora Sylvia Comas, cuando nos damos cuenta de que el sufrimiento es inevitable, estamos preparados para comprender que la compasión no es un lujo, sino una necesidad básica. Se trata de una sensibilidad al sufrimiento en uno mismo y en los demás y un compromiso para intentar aliviarlo y prevenirlo. Pero insiste en una idea: desarrollar la compasión requiere paciencia y práctica, dejar de lado ciertos prejuicios y conocer cómo funciona nuestra mente, cómo gestionar nuestras emociones y lidiar con nuestros patrones, y echar mano de valiosos recursos como la imaginación y la respiración. Todo ello ha querido plasmarlo en el libro Mindfulness con corazón, una guía paso a paso que combina la práctica de la atención plena con el camino de la compasión para cultivar una actitud de cuidado y amabilidad hacia nosotros mismos y hacia los demás. De todo ello hemos hablado con la autora.
Para ti que te gusta
Este contenido es exclusivo para la comunidad de lectores de ¡HOLA!
Para disfrutar de 8 contenidos gratis cada mes debes navegar registrado.
Este contenido es solo para suscriptores.
Suscríbete ahora para seguir leyendo.Este contenido es solo para suscriptores.
Suscríbete ahora para seguir leyendo.TIENES ACCESO A 8 CONTENIDOS DE
Recuerda navegar siempre con tu sesión iniciada.
¿Piensa que vivimos en una sociedad que nos obliga a ser demasiado exigentes, incluso duros en ocasiones, con nosotros mismos?
Bueno no sé si la sociedad en su conjunto realmente nos obliga a ello, pero sí que determinados contextos, culturas y/o sistemas ponen mucha presión en los individuos. Presión sobre la obtención de determinados resultados, sobre la necesidad de tener éxito o de ganar dinero o de tener un cierto físico.
Por ejemplo, en el caso de mi generación, yo voy a cumplir 60 años, las mujeres profesionales teníamos que ser unas especies de superwoman que consiguieron compaginar la doble carga profesional y familiar, haciéndolo todo “perfecto”. Y eso indudablemente ha generado mucha autoexigencia y una manera de relacionarnos con nosotras mismas desde la dureza y la crítica en vez de la amabilidad y el apoyo.
El problema es que, como evidencian numerosos estudios científicos, ser demasiado duros con nosotros mismos a la larga afectará nuestra propia salud y rendimiento.
¿Por qué piensa que es importante practicar la compasión, qué es lo que nos aporta hacerlo?
La compasión es la capacidad de ser sensible al sufrimiento, al nuestro y al de los demás, asociado a un deseo de poder hacer algo para aliviarlo.
Por eso, la compasión nos ayuda a responder de manera más positiva al sufrimiento, a manejarlo mejor. Y eso es fundamental porque el sufrimiento es parte inherente de la experiencia humana. Todas las personas lo experimentamos, en algún momento de la existencia.
Pero cada vez hay más evidencias científicas de que la compasión no solo alivia el sufrimiento, sino que también contribuye a la felicidad. De ahí que alguien tan respetado como el Dalai Lama diga que “la compasión no es un lujo sino una necesidad básica”.
Indica, además, que hay que practicarla tanto hacia fuera como hacia nosotros mismos, ¿qué es más complejo?
Sí, efectivamente la compasión es una cualidad inclusiva, que no distingue entre uno mismo y los demás. A menudo las personas que vienen a las formaciones que facilito comparten que les resulta más difícil ser compasivas con ellas mismas que con los demás.
Uno de los grandes descubrimientos que yo he tenido en los años que llevo practicando es que resulta difícil ser realmente compasiva con otras personas si no puedo serlo con la persona con la que pasó más tiempo, que soy yo misma...
¿Por qué a veces nos cuesta tanto gestionar nuestras emociones?
En gran medida, eso tiene que ver con el propio diseño del cerebro, que permite reacciones automáticas básicas esenciales para la supervivencia, como huir de un peligro. Las emociones nos proponen ciertas reacciones y comportamientos rápidos, automáticos ante determinados estímulos. Por ejemplo, el miedo nos lleva a huir o evitar algo y la rabia nos empuja a afrontar o luchar.
Gestionar las emociones implica reconocerlas conscientemente, aceptarlas y regularlas de manera a que no solo puedan expresarse de manera adecuada, sino que seamos capaces de actuar con sabiduría y de manera positiva, tanto para nosotros como para las personas que nos rodean. Y todo eso en tiempo real, a medida que van surgiendo.
El problema es que a menudo no somos conscientes de lo que estamos sintiendo o si lo somos, antes de que podamos filtrarlas o valorar de manera reflexiva si la acción que proponen a lo que está ocurriendo es la mejor respuesta en ese momento, ya hemos actuado. La mejora de la regulación emocional es una de los grandes beneficios que tiene la práctica de mindfulness y que puede entrenarse a través de la práctica meditativa.
¿Es fundamental encontrar un equilibrio emocional para tener una vida más plena?
Poder mantener -o recuperar con rapidez- el equilibrio emocional es sin duda una buena manera de poder disfrutar de más comodidad, calma y bienestar en la vida.
Todas las personas experimentamos emociones difíciles en algún momento, pero cuando nos vemos atrapados o secuestrados por ellas de manera prolongada o incluso crónica, entonces hay un problema.
Podríamos considerar que el estrés, tan prevalente en nuestra sociedad, es esencialmente una ausencia de equilibrio y estabilidad emocional. Cuando experimentamos estrés, nos sentimos sobrepasados por las emociones aflictivas que surgen. No somos capaces de gestionarlas de manera adecuada.
Uno de los capítulos del libro se titula 'Diseñados para sobrevivir más que para prosperar', algo que nos debería hacer reflexionar. ¿Está de acuerdo con quienes dicen que no estamos diseñados para ser felices?
Los expertos en la evolución consideran que el cerebro humano es un órgano de supervivencia complejo, con propiedades que se remontan a tiempos prehistóricos e incluso, muy anteriores a la existencia de la especie humana. Posee, por ejemplo, un sistema de emergencia o de detección de amenazas muy antiguo y que nos permitió sobrevivir en entornos muy duros y difíciles en el pasado. Es el que nos lleva a huir o luchar ante eventuales peligros que percibamos, aunque ahora la mayor parte del tiempo ya no se trate de temas de vida o muerte.
El cerebro cambia con la experiencia como ningún otro órgano, lo que nos ha permitido aprender y adaptarnos a los constantes cambios de la vida.
Pero la evolución es un proceso tan lento que nuestros cuerpos y cerebros siempre están un poco atrasados en su capacidad de captar nuevas circunstancias y situaciones. Y el mundo ha cambiado mucho y de manera muy rápida, especialmente en los últimos 100 años. Hay una gran brecha entre el diseño de nuestro cerebro y cuerpo, que tomó forma esencialmente cuando todavía vivíamos en cuevas como cazadores recolectores, y el estilo de vida que la mayoría de las personas tenemos actualmente. No estamos diseñados por ejemplo para comer comida rápida, para comer tanto y tan a menudo como lo hacemos, llevar una vida sedentaria, estar conectados constantemente o recibir mensajes de nuestros teléfonos inteligentes. Pensemos simplemente en todos los estímulos e informaciones que recibe en un solo día una persona media comparados a los que recibía una persona hace 50 o 100 años…
Por eso, aunque el cerebro nos ofrece inmensas posibilidades, no siempre funciona de la manera adecuada. La capacidad que tenemos de pensar en cosas que no están sucediendo puede ser una gran fuente de malestar e infelicidad. La buena noticia es que podemos aprender a gestionar nuestro cerebro, a entrenarlo de manera a favorecer hábitos y patrones que sean menos tóxicos para nosotros y más fuente de bienestar. La práctica de mindfulness con amabilidad y compasión propone un camino para hacerlo.
¿Por qué piensa que, pese a todo, hay quienes siguen tratando de buscar la felicidad a toda costa?
El deseo de ser felices y de tener bienestar es un anhelo humano normal y legítimo. El problema es que a veces las personas buscamos la felicidad en lugares equivocados o de maneras que imposibilitan el poder alcanzarla de una manera estable y profunda.
¿Es importante también aprender de nuestras imperfecciones?
En mi experiencia, para poder tener bienestar y felicidad en la vida, es imprescindible aceptar y abrazar nuestras imperfecciones. Como dice la famosa canción del cantante Leonard Cohen “Hay una grieta, una grieta en todo, así es como entra la luz.”
Cuando no lo hacemos, no solo no podemos aprender de ellas y eventualmente, encontrar maneras de trascenderlas o incluso, transformarlas, sino que estamos en lucha con ellas y por tanto con nosotros mismos. Lo cual es fuente de mucho sufrimiento interno.
Los seres humanos somos imperfectos, vulnerables. Nos equivocamos, cometemos errores, aunque, la mayor parte del tiempo, hagamos en cada instante las cosas lo mejor que podemos.
El camino de la amabilidad y la compasión nos invita a aceptarnos tal y como somos y, sobre todo, a apreciarnos y querernos. Y eso no implica ser autoindulgentes o no asumir la responsabilidad de aquello que hacemos mal sino al contrario, tener la intención de poder desplegar la mejor versión de nosotros mismos, observándonos con una atención consciente, sin juicios que nos permita ver con más claridad y tener más sabiduría.
Le da también mucha importancia a la atención plena, ¿cómo podemos practicarla?
La atención plena o mindfulness es esencial en el proceso de poder desarrollar amabilidad y compasión. Por eso la propuesta de entrenamiento del libro se basa en la atención plena.
Practicar mindfulness es una forma de estar presentes en la vida. De estar conscientemente presentes, viviendo plenamente y no en piloto automático que es lo que hacemos prácticamente la mitad del tiempo, tal y como demuestra un estudio famoso de la Universidad de Harvard. Es algo sencillo y muy poderoso, aunque no fácil, como habrá podido experimentar cualquier persona que haya intentado parar y prestar atención intencionalmente al momento presente de manera sostenida durante unos minutos, simplemente atendiendo al proceso de su propia respiración. La mente tiende a vagabundear de un tema a otro, como un mono enloquecido. Por eso tiene un valor entrenar mindfulness de manera pautada, con un guía y en grupo. Puede hacerlo cualquier persona, incluso los niños y no requiere necesariamente "estar bien”. Pero, sin lugar a dudas, al principio, implica una dedicación y una disciplina, un poco como hacer ejercicio físico.
¿Qué factor diferenciador dirías que tienes en comparación con otros expertos en 'mindfulness'?
En los últimos años, ha habido una explosión de las propuestas de mindfulness. Creo que el valor que tienen mis formaciones es que proponen una práctica de mindfulness compasiva, desde el corazón y no una mera técnica meditativa. Por otro lado, para mí es esencial que un instructor encarne los principios que desea transmitir y tenga un compromiso personal con la práctica y con el tipo de presencia que mindfulness nos invita a desarrollar y eso es lo que intento en cada momento en los cursos y retiro que facilito.
Entonces, desde tu experiencia, ¿cómo puede el 'mindfulness' mejorar la vida personal de quienes lo practican? ¿Mejora realmente el bienestar personal y las relaciones personales?
El mindfulness puede considerarse un gran amigo para la vida, ya que abre nuestra conciencia a la vida tal y como es. Al abrir nuestros sentidos, somos más conscientes de la belleza natural de las cosas, del canto de los pájaros, del aroma del café recién hecho y del gesto amable de un compañero de viaje. Nos ayuda a entendernos mejor y a ver con más claridad lo que ocurre en nuestra vida y, especialmente, como la manera en que nos relacionamos con ello, puede ser fuente de bienestar o de sufrimiento para nosotros y para las personas que nos rodean. Si añadimos la amabilidad y la compasión a nuestra práctica, seremos capaces de permanecer presentes y de manejar con sabiduría incluso los momentos más difíciles y dolorosos que de otra manera nos hacen perder el equilibro y nos generan sufrimiento. Como dice un maestro de meditación: “el dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional”. Mindfulness con compasión nos ayuda a vivir más plenamente y a desarrollar bienestar y armonía en nuestra vida.
¿Qué se va a encontrar el lector que abra las páginas de 'Mindfulness con corazón’?
Las personas que lean Mindfulness con corazón encontrarán una guía práctica para desarrollar una relación más amable y compasiva con ellos mismos y con aquello que ocurre en sus vidas, incluyendo en esto último las relaciones interpersonales que mantienen con otras personas.
El libro presenta de manera detallada todos los contenidos y fundamentos teóricos y científicos del programa MBCL (Mindfulness based Compassionate Living) -Vida compasiva basada en mindfulness- que fue desarrollado por dos profesionales de salud holandeses, el psiquiatra Erik van den Brink y el enfermero de salud mental -y maestro de meditación- Frits Koster hace unos 15 años.
Propone explicaciones sencillas sobre el diseño y desarrollo del cerebro humano que permiten entender con claridad cómo precisamente ese mismo diseño, del que no somos responsables, puede ser una importante fuente de sufrimiento para las personas. Incluye también audios de prácticas guiadas y hojas de trabajo con ejercicios para reflexionar sobre la propia vida y experiencia.
Es un manual práctico y fácil de leer y usar, que ayudará al lector a poder entrar en contacto con su malestar y a transformarlo, conectando con su capacidad de sentir y expresar amabilidad y compasión en cada momento, de manera consciente.