La reciente DANA que ha devastado Valencia ha dejado una estela de destrucción que va mucho más allá de lo visible. Con numerosas víctimas (más de 100 en el momento de la redacción de este artículo) y desaparecidos, la Comunidad Valenciana se enfrenta no solo pérdidas materiales, sino también una profunda crisis emocional. En situaciones como esta, el acompañamiento psicológico inmediato después de la tragedia es de vital importancia para ayudar a las personas a gestionar el miedo, la ansiedad y las emociones derivadas del trauma. Con el fin de entender mejor los efectos emocionales y mentales de este tipo de eventos y las mejores prácticas para superarlos, hemos entrevistado a dos especialistas: José Martín del Pliego, psicólogo experto en trauma, y el Profesor Antonio Cano Vindel, catedrático de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid.
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Respuestas tras una catástrofe: del miedo a la culpa
Tras un desastre natural como la DANA, los afectados pueden experimentar una variedad de emociones. Según José Martín del Pliego, el impacto de estos eventos genera reacciones tanto emocionales como físicas. “Cuando uno vive algo de alto impacto, como esta tragedia, se activan respuestas fisiológicas de defensa que pueden ir desde la tensión en los músculos de la espalda y los hombros, hasta la rigidez de la columna, e incluso una ralentización del ritmo cardíaco. Todo el cuerpo queda en un estado de ‘congelación’, ya que la situación supera la capacidad de afrontamiento personal”, explica el especialista en trauma.
Para el profesor Antonio Cano Vindel, la reacción emocional también depende de la experiencia individual de cada persona. Él afirma que quienes han presenciado situaciones de peligro extremo o han auxiliado a otras personas, tienden a registrar estos eventos de una forma muy vívida y dolorosa en la memoria, ya que "las emociones intensas como el miedo, la ansiedad y la culpa se quedan grabadas de forma especial en el cerebro, lo que puede hacer que se revivan constantemente esos momentos en la mente". Según el catedrático, este proceso de revivir la experiencia intensifica el trauma, al hacer que la persona quede atrapada en los recuerdos de la situación.
En una catástrofe de tal magnitud, todo el cuerpo queda en un estado de ‘congelación’, ya que la situación supera la capacidad de afrontamiento personal
El sentimiento de culpa, precisamente, es otro de los efectos psicológicos comunes en los sobrevivientes de tragedias de esta magnitud. Martín del Pliego nos explica que la ‘culpa del superviviente’ es especialmente frecuente, ya que algunos pueden preguntarse por qué ellos sobrevivieron mientras otros no. “Este tipo de culpa es una experiencia que ha sido estudiada desde los atentados de Nueva York, y es particularmente común en situaciones donde hay víctimas mortales. Sentir esta culpa hace que los afectados se replanteen constantemente sus decisiones, lo cual complica aún más su proceso de duelo y recuperación”, aclara el experto en trauma.
Consecuencias psicológicas a corto y largo plazo
Ambos expertos coinciden en que el impacto psicológico de una catástrofe como la DANA en Valencia no solo es muy doloroso, sino que puede perdurar a lo largo del tiempo si no se abordan adecuadamente las secuelas emocionales. A corto plazo, explica Martín del Pliego, los afectados tienden a concentrarse únicamente en satisfacer sus necesidades básicas, dejando de lado aspectos emocionales más profundos. “Las personas buscan refugio, agua, comida y seguridad física; es un estado de supervivencia en el que la vida se reduce a lo esencial”, añade el psicólogo.
En el caso de eventos de esta magnitud, pueden cumplirse fácilmente los criterios para el diagnóstico de estrés postraumático en cuestión de semanas, y que la intervención temprana es esencial para evitar que los síntomas se agraven.
Por su parte, el catedrático de Psicología Antonio Cano Vindel advierte que, a largo plazo, estos síntomas iniciales de estrés agudo pueden evolucionar hacia un cuadro de estrés postraumático. “Las emociones intensas provocadas por el evento pueden acarrear una progresiva pérdida de funcionalidad en quienes no reciben apoyo emocional, sumado a síntomas como alta activación fisiológica, recuerdos recurrentes de la catástrofe, y la evitación de lugares o situaciones similares que recuerden el trauma. Todo esto puede llevar a una vida dominada por el miedo y la confusión”, puntualiza el especialista en ansiedad y estrés. Cano Vindel explica que, en el caso de eventos de esta magnitud, pueden cumplirse fácilmente los criterios para el diagnóstico de estrés postraumático en cuestión de semanas, y que la intervención temprana es esencial para evitar que los síntomas se agraven.
Ver una y otra vez las imágenes de la tragedia genera un 'shock' adicional y reabre las heridas emocionales
Cómo gestionar el miedo y la ansiedad
En cuanto a la gestión de las emociones en el corto plazo, ambos especialistas coinciden en que es importante que los afectados conozcan y comprendan las emociones que están experimentando. Antonio Cano Vindel, quien fue presidente de la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés (SEAS), subraya que uno de los mayores errores es intentar evitar o reprimir estas emociones intensas. “La evitación y la negación, aunque son respuestas comunes, no ayudan a superar el trauma. De hecho, la evitación de los recuerdos o de las situaciones similares suele dar más fuerza al trauma a largo plazo, haciendo que los síntomas emocionales se intensifiquen y se vuelvan más difíciles de controlar”, comenta el experto en psicología clínica.
Martín del Pliego aconseja buscar el apoyo de personas cercanas y evitar la exposición a imágenes trágicas repetitivas en redes sociales o televisión. “Ver una y otra vez las imágenes de la tragedia genera un shock adicional y reabre las heridas emocionales. También es importante que las personas hablen de lo ocurrido, pero sin obsesionarse ni repasar una y otra vez la experiencia, ya que eso puede llevar a lo que se llama ‘retraumatización’, es decir, revivir el trauma una y otra vez al ver el peligro al que se ha estado expuesto”, indica el psicólogo especializado en trauma. Para algunos, añade el experto, puede resultar beneficioso apoyarse en creencias espirituales, ya que estas brindan consuelo en momentos de dolor.
Sin el apoyo adecuado, el duelo puede volverse más complejo. La culpa del superviviente sumada a la sensación de que se podría haber hecho más tiende a dificultar la aceptación de la pérdida.
El proceso de duelo en las catástrofes naturales
Otro de los aspectos más dolorosos para las personas que han perdido seres queridos es el proceso de duelo. Ambos expertos afirman que el duelo en estas circunstancias puede complicarse debido a las condiciones traumáticas en las que se produjo la pérdida. El experto en trauma José Martín del Pliego destaca que este tipo de duelo se torna más difícil si las personas no cuentan con apoyo social y emocional: “Sin el apoyo adecuado, el duelo puede volverse más complejo. La culpa del superviviente, sumada a la sensación de que ‘se podría haber hecho algo más’, tiende a dificultar la aceptación de la pérdida”, explica.
Antonio Cano Vindel añade que, aunque el duelo en una catástrofe natural es traumático, al menos tiene la particularidad de no haber sido provocado por otro ser humano. “El hecho de que la pérdida sea resultado de un fenómeno meteorológico y no de una acción deliberada puede ayudar a que la aceptación sea un poco más sencilla. Sin embargo, la intensidad del duelo y la culpa pueden verse aumentadas en estos casos si la persona recurre a estrategias de regulación emocional inadecuadas, como la evitación o la rumiación", apunta el catedrático. Estas estrategias de regulación emocional, según el experto, incrementan los síntomas emocionales y dificultan la superación del duelo.
En los menores, la experiencia de que uno no puede controlar lo que ocurre afecta su sistema nervioso, dejándoles una percepción de vulnerabilidad que puede persistir a lo largo de su vida
Impacto en los niños y jóvenes
La catástrofe afecta a todas las personas, pero los niños y adolescentes son especialmente vulnerables, debido a que su percepción del mundo y su capacidad para gestionar el estrés están aún en desarrollo. Para José Martín del Pliego, los menores pueden quedarse con la sensación de que el mundo es un lugar peligroso e incontrolable, lo que genera una huella emocional muy profunda: “En este tipo de eventos, lo que queda grabado en los niños es la falta de control personal. La experiencia de que uno no puede controlar lo que ocurre afecta su sistema nervioso, dejándoles una percepción de vulnerabilidad que puede persistir a lo largo de su vida”, señala.
Por su parte, el catedrático Antonio Cano Vindel apunta que los niños y adolescentes suelen manifestar el trauma a través de síntomas específicos como pesadillas y recuerdos intrusivos, los cuales, si no se tratan a tiempo, pueden afectar su desarrollo emocional y mental. “Es importante que los menores reciban apoyo psicológico adecuado, no solo para procesar lo que han vivido, sino para aprender a reinterpretar esos recuerdos de una manera que no interfiera negativamente en su vida futura”, comenta el especialista en ansiedad y estrés.
Señales de alarma y cuándo buscar ayuda profesional
Tanto José Martín del Pliego como Antonio Cano Vindel coinciden en que no todos los afectados requerirán apoyo psicológico formal, pero existen señales que pueden indicar que alguien necesita ayuda profesional. Entre estas señales, Martín del Pliego destaca la sobreactivación (agitación constante y nerviosismo) y la congelación (apatía y desconexión emocional). “Aunque la sobreactivación puede ser más visible, las personas en estado de congelación suelen necesitar más ayuda, ya que pueden parecer que están bien, cuando en realidad están profundamente afectadas”, explica el experto en trauma.
Por otro lado, Cano Vindel aconseja estar atentos a la rumiación, la evitación de situaciones que recuerdan el evento traumático y la negación de lo ocurrido, ya que estas son respuestas inadecuadas que agravan los síntomas. “El apoyo profesional es esencial para ayudar a quienes presentan signos persistentes de malestar emocional. Una de las mejores formas de afrontar el trauma es recurrir a la terapia cognitivo-conductual, que ha demostrado ser efectiva en el tratamiento del estrés postraumático”, señala el catedrático de Psicología.
Tratamientos y terapias para casos de catástrofe
Para ambos expertos, el uso de psicofármacos en estos casos no es una recomendación adecuada. El catedrático Antonio Cano Vindel enfatiza que la Organización Mundial de la Salud desaconseja el uso de medicación para tratar estos síntomas y, en su lugar, aboga por una intervención psicológica basada en el apoyo social y la terapia cognitivo-conductual, que es la que cuenta con mayor respaldo científico. “La terapia cognitivo-conductual es particularmente eficaz porque permite al afectado procesar el trauma de una forma consciente y constructiva, ayudándole a integrar la experiencia en su vida sin quedar atrapado en ella”, asegura.
La Organización Mundial de la Salud desaconseja el uso de medicación para tratar estos síntomas y, en su lugar, aboga por una intervención psicológica basada en el apoyo social y la terapia cognitivo-conductual
Martín del Pliego respalda esta opinión y añade que el tratamiento psicológico debe enfocarse en estrategias de regulación emocional, así como en el fortalecimiento de las redes de apoyo. “Contar con un espacio seguro donde poder hablar de lo vivido es esencial para evitar la rumiación y la negación”, indica. Ambos expertos coinciden en que la recuperación emocional tras una catástrofe como la DANA es posible y que, con el respaldo adecuado y las herramientas psicológicas necesarias, los afectados pueden aprender a afrontar la experiencia y continuar adelante.
La ayuda de la comunidad y el país en la recuperación emocional
La ayuda de la comunidad y el respaldo de las instituciones son cruciales en el proceso de recuperación de los afectados. Según José Martín del Pliego, las personas que han perdido su hogar o a sus seres queridos necesitan recuperar un sentido de seguridad y estabilidad, algo que puede lograrse proporcionando alojamiento, alimentos y asistencia económica. “El sentimiento de desamparo es muy común en este tipo de catástrofes. Las personas necesitan sentir que tienen un futuro, que cuentan con el apoyo de otros y que no están solas en esta situación”, aclara el psicólogo.
Antonio Cano Vindel, subraya la importancia del apoyo social como un pilar en la recuperación. Para el especialista, saber que cuentan con una red de apoyo y que pueden recibir ayuda en momentos de adversidad, reduce significativamente el sentimiento de aislamiento. “El apoyo social tiene un efecto protector para la salud mental, ya que permite a los afectados sentir que su dolor no es invisible y que hay personas y recursos a su disposición para ayudarles a salir adelante”, concluye el catedrático.