Nuestro cuerpo es el hogar de millones de microorganismos que, en su mayoría, coexisten con nosotros sin causar problemas. Estos microorganismos, que incluyen bacterias, virus y hongos, forman lo que se conoce como el microbioma, una especie de ecología corporal que juega un papel fundamental en nuestra salud. Sin embargo, cuando este delicado equilibrio se altera, pueden aparecer problemas de diversa índole, incluidas manifestaciones en nuestra piel. La pregunta claves es cuál es el secreto para tratar de mantener esa armonía que evite la aparición de estos problemas. Y queremos centrarnos especialmente en los cutáneos, analizando de qué forma puede llegar a afectar el SIBO a nuestra piel. De todo ello hemos hablado con Jerónimo Ors, farmacéutico, especialista en salud y belleza de la piel y director de la firma de cosmética botánica Cosméticos Paquita Ors.
¿Por qué es importante mantener en equilibrio las bacterias que habitan nuestra piel?
La epidermis, a pesar de su eficacia como barrera de defensa, es un medio frágil e inestable. Y es importantísimo mantenerla bien. Aun hoy en día, con los maravillosos avances de la medicina, no se puede vivir sin piel. Uno muere de infecciones y de deshidratación, eso les ocurre a los grandes quemados. Esto mismo pasaría en un bosque, que es un ecosistema cerrado donde conviven la flora y la fauna en un equilibrio delicado. Y donde, si entra una especie invasora, todo puede alterarse, destrozándose la armonía ecológica. Digamos que la piel es nuestro más humilde, servicial y discreto servidor. También, el que nos da mayores alegrías, ya que el placer viene de sus terminaciones nerviosas. Pero aguanta hasta un cierto punto, y a partir de ahí se viene abajo; es donde empiezan los problemas.
¿Qué sucede cuando ese equilibrio se ve alterado?
Aunque la piel es un sistema extraordinariamente bien diseñado para protegernos de las infecciones, si nos empeñamos en castigarla innecesariamente o bien nuestras defensas están bajas y se vuelven ineficaces, podemos contraer infecciones. Hay que tener en cuenta que estamos rodeados de un ambiente hostil, rodeado de enemigos más o menos agresivos que están deseando meterse en nuestro interior y destrozarnos. La piel es nuestra gran muralla, nuestra principal línea de defensa.
¿Existe un vínculo entre el SIBO y los problemas de la piel?
Cada día sabemos más y conocemos en mayor profundidad lo que se llama eje intestino-cerebro-piel. Por ejemplo, sabemos que las alteraciones microbiológicas —disbiosis— en el intestino producen brotes de acné, y que la microbiota intestinal es menos diversa en las personas con acné. El efecto modulador de las bacterias intestinales se expande a otros órganos, como puede ser la piel. Y del mismo modo, el estrés afecta al microbioma del intestino y al de la piel, alterando las defensas y generando inflamación. Tanto en la piel como en el intestino, la dieta tiene una enorme importancia. La dieta mediterránea es especialmente beneficiosa para el acné y otras afecciones. Y el consumo de probióticos es saludable para ambos órganos, como puede ser el kéfir o los yogures.
¿Cuáles son las principales afecciones cutáneas relacionadas con el sobrecrecimiento de microorganismos en la piel?
Por citar solo las más frecuentes: el acné, causado por una bacteria; la dermatitis seborreica y la caspa, causadas por un hongo; el herpes, provocado por un virus; o la rosácea, donde interviene un parásito. Estas son solo algunas de las más habituales, a las que podemos sumar el impétigo, el ántrax, la foliculitis, el molusco, etc.
¿Qué síntomas nos pueden alertar de que tenemos la piel con el microbioma desequilibrado y cómo podemos reconocerlos?
Por supuesto, existen innumerables síntomas que varían según el tipo de alteración. Los más habituales son: ante la aparición de pequeños granitos con cabeza blanca, podemos sospechar un sobrecrecimiento bacteriano; si existe descamación en la piel y el cuero cabelludo, puede haber presencia de un hongo; si la piel aparece irritada, con rojeces, disconfort, etc., puede existir la presencia de un parásito. Por supuesto, todo esto tiene que ser comprobado y verificado por un especialista.
¿Hay alguna época especialmente compleja para estas afecciones?
En general, las épocas con picos de estrés afectan muy negativamente a las disbiosis (cambios en los microorganismos). Por ejemplo, la vuelta al trabajo en septiembre, las épocas de exámenes, los cambios estacionales propios del otoño y la primavera, situaciones como tener a un familiar hospitalizado o, en general, la tensión emocional, generan cortisol, citoquinas y sustancias proinflamatorias que bajan las defensas.
El otoño es, por excelencia, una época de inestabilidad, donde todas las malas tendencias se manifiestan más agresivamente. Las alteraciones hormonales empeoran, siendo frecuentes cambios en el ciclo hormonal. La ansiedad crece, y las personas con tendencia a la anemia ven agudizados sus bajos niveles. Esto último es especialmente notable en la piel, porque la falta de oxígeno y nutrientes se manifiesta en cambios en el ecosistema.
¿Qué factores pueden alterar el equilibrio del microbioma de la piel y provocar problemas como el acné o la dermatitis?
Entre los problemas que nos pueden llevar al caos, podemos citar:
- El exceso de higiene. La limpieza es un equilibrio; ni poca ni excesiva. La tendencia en sociedades tan tecnológicas como la nuestra, y donde la mayoría de la gente tiene trabajo de oficina, es que nos enjabonamos demasiado, quitando la capa de protección de la piel y eliminando las defensas. La piel pica, se irrita y aparecen pequeñas infecciones. La mayoría de las veces no es necesario enjabonarse a diario por completo, centrándose en la zona íntima o en algunas zonas más problemáticas. España es, por desgracia o por fortuna, el país del mundo con más consumo de geles y jabones por habitante y año, lo cual puede ser un poco excesivo.
- El sol. La radiación ultravioleta es el gran enemigo de la epidermis: literalmente la fríe, la envejece, baja las defensas, produce cáncer de piel y un largo etcétera de patologías.
- El estrés. La piel es el órgano con más terminaciones nerviosas del cuerpo y, por tanto, junto con el corazón y el intestino, el más susceptible de acusar las subidas de cortisol y adrenalina, que anulan muchos mecanismos de la piel, entre ellos la capacidad de defenderse.
- El uso de cosméticos inadecuados. Hoy en día existen maravillosos cosméticos para el cuidado de la piel, pero no siempre son los adecuados para nuestro tipo de piel o nuestra circunstancia. Si, por ejemplo, tenemos descamación o la piel irritada, el uso de retinol está completamente desaconsejado. Si tenemos tendencia a granitos, las cremas muy grasas o muy hidratantes no harán sino empeorar el problema. Por eso hay que consultar a un profesional que estudie nuestra piel y nuestra circunstancia vital y que nos recomiende lo adecuado para ese momento, más aún en épocas de cambio de estación como el otoño. De ahí lo esencial de un diagnóstico personalizado.
- La dieta. El consumo de alcohol, alimentos ultraprocesados, comida rápida o el tabaco pueden ser responsables de alteraciones en la epidermis.
¿Cuáles son los cosméticos más eficaces para restaurar la ecología natural de la piel?
No existe una sola respuesta a esta pregunta, sino varias, dependiendo del estado de la piel y de nuestra circunstancia vital.
- Si, por ejemplo, tenemos un pico de estrés, sea por razones laborales o por un problema emocional, debemos usar cremas calmantes que incorporen en la formulación avena, mimosa, caléndula, etc.
- Si tenemos tendencia a la anemia, lo que baja las defensas, lo mejor es utilizar cremas activadoras de la circulación, con activos como el ginkgo, la ximenia o la visnaga, para aportar más oxígeno a la piel.
- Si tenemos cambios en la regla, y la piel y el cabello sobreengrasado, debemos utilizar cremas o lociones antiandrógenas donde el regaliz es un potente activo.
- Si hemos tomado mucho el sol y la piel aparece apagada y mortecina, los extractos de centella asiática son importantísimos para activar la regeneración y las defensas. Y así podemos citar muchas situaciones de alteración de las defensas y el microbioma donde podemos ayudar eficazmente.
¿Cuál es la relación entre los probióticos y posbióticos con la salud de la piel? ¿Cómo actúan estos componentes?
En la piel, el uso de sustancias bióticas es importantísimo, por los enormes beneficios que aportan a ese frágil y delicado equilibrio que es el ecosistema de la piel. Los términos no son exactamente los mismos que en el tratamiento de la disbiosis (SIBO) intestinal. Podemos aportarle a la piel sustancias bióticas como los aceites de argán, rosa mosqueta, etc. Los ácidos grasos que incorporan actúan como un cemento que mantiene unidos los corneocitos (células de la epidermis) y, además, ayudan a las defensas al tener un efecto antioxidante.
Podemos añadirle azúcares como pectina de la fruta, almidones o flavonoides para crear una capa de protección que mantenga protegida la piel y aislada del medio ambiente. Finalmente, es cada vez más usada la técnica de cosméticos que incorporan cepas de bacterias probióticas beneficiosas que, al ser sembradas en la epidermis, ayudan a restaurar el equilibrio. Esto es lo que se conoce como activos posbióticos.
¿Cómo debería adaptarse la rutina de cuidado de la piel para alguien que sufre de afecciones vinculadas al SIBO?
Las personas que padecen SIBO suelen tener una piel extraordinariamente sensible y reactiva, con tendencia a pequeñas infecciones debido a las bajas defensas que suelen acompañar la inflamación. En general, es recomendable el uso de cremas que incorporen activos que mejoren las defensas y productos calmantes que eviten la sensibilidad extrema. Es también importante evitar cosméticos excesivamente potentes o muy grasos porque pueden empeorar el problema en este tipo de pieles.