¿Quién no ha sufrido alguna vez por amor? Parece que deberían ser dos extremos opuestos, que un sentimiento como el amor no debería ir, nunca, unido al sufrimiento. Sobre ese llamado mal de amores ha querido reflexionar el terapeuta y profesor de Psicología Antoni Bolinches en su libro Psicoterapia para el mal de amores, publicado por Urano. Una obra en la que el autor ofrece su propuesta destinada a convertir el sufrimiento amoroso en una escuela de aprendizaje vital capaz de favorecer el amor armónico.
El libro empieza con una frase que, sin duda, nos debe hacer reflexionar: "La única manera eficaz de no sufrir por amor es no enamorarse". ¿Misión imposible?
Pues sí, las dos cosas son ciertas. Si no te enamoras no sufres, pero tampoco disfrutas del amor. La solución consiste en elegir bien y gestionar bien las relaciones, aceptando que cada vez que nos enamoramos hemos de asumir el riesgo de sufrir o hacer sufrir por amor.
Dice que no ha conocido a nadie que no haya sufrido por amor. ¿Siempre que se ama se sufre, va ligado el amor al sufrimiento?
No, por suerte solo se sufre cuando se ama mal o el amor no es correspondido. En cambio, el amor armónico puede ser una de las grandes satisfacciones vitales que podemos experimentar los seres humanos.
Vinculado con el sufrimiento está el llamado mal de amores, ¿cómo podemos identificarlo?
El mal de amores tiene dos variantes: cuando nos quieren mal y cuando nos dejan de querer. En el primer caso, lo que percibimos es una insatisfacción, frustración e incongruencia porque nos damos cuenta de que ese amor, en lugar de enriquecer nuestra vida, la está empobreciendo. En el segundo supuesto y en función del respectivo nivel de autoestima, se degrada la seguridad y la persona se siente vacía e incompleta.
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¿Es un mal que padecen más las mujeres? ¿Sufrimos más nosotras por amor?
En cierto sentido sí. Las mujeres hacéis mayor inversión emocional en el proyecto amoroso y, por tanto, tenéis una mayor expectativa con respecto a la calidad de la relación. Por eso suelo decir que los hombres mientras no estén mal ya están bien y, en cambio, las mujeres si no estáis suficientemente bien, ya estáis mal.
¿Se puede aprender del sufrimiento amoroso? ¿Qué lecciones podemos sacar de esa etapa en la que lo vemos, sin duda, todo negro?
No solo se puede aprender sino que es la principal fuente de aprendizaje vital puesto que a partir de los treinta años de edad no hay nadie que no haya sufrido por amor. Ahora bien, sufrir no es sinónimo de aprender. Para que el sufrimiento se convierta en aprendizaje hemos de sacar buenas lecciones de los malos momentos a través del “sufrimiento productivo”, que es uno de los instrumentos básicos de mi método terapéutico.
Y siempre hay quienes sufren y, por lo tanto, quienes hacen sufrir en las relaciones amorosas, ¿no es así?
Cierto. Además, en muchos casos las mismas personas que sufren por unos amores son las que hacen sufrir en otros. De hecho, quien no cura sus heridas amorosas puede convertirse en un resentido sentimental dispuesto a hacer sufrir a los demás lo que él sufrió anteriormente.
El amor, eso sí, puede ir de extremo a extremo: de la euforia al sufrimiento. ¿No hay término medio? ¿O ese término medio implica la nunca deseada rutina?
Buen planteamiento, con dos preguntas interesantes. Vamos a ver si acierto a contestar adecuadamente. Primero, donde es fácil pasar de la euforia al sufrimiento es en la fase de enamoramiento, sobre todo, cuando somos inmaduros o nos hemos neurotizado. En cambio, lo que se puede vivir como amor estable, sin caer en la rutina, es la fase posterior al enamoramiento pasional, y eso en todo caso, llega dos o tres años después del enamoramiento cuando, además de un buen acoplamiento sexual, se ha creado en la pareja suficiente sintonía caracterial y de proyecto de vida.
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¿Cómo se puede superar ese sufrimiento amoroso, qué estrategias tenemos a nuestro alcance para conseguirlo?
Para eso propongo cuatro pasos:
- Aceptación superadora de la realidad.
- Sufrimiento productivo.
- Acompañamiento familiar, amical y cuando sea necesario terapéutico.
- Resocialización progresiva.
Si los aplicamos correctamente, entre seis meses y un año después de una ruptura, la persona no solo puede asimilar la pérdida sino que sale psicológicamente fortalecida.
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Muchas personas, en todo lo que se refiere al amor, tropiezan dos veces con la misma piedra. ¿Por qué es tan habitual repetir patrones en lo que se refiere a las relaciones?
Eso solo ocurre cuando las personas no aprenden de la experiencia. De hecho, mi pretensión es que, después de leer el libro, no solo evitemos nuevos tropiezos amorosos sino que seamos capaces de facilitar los aciertos, eligiendo adecuadamente a nuestras futuras parejas.
¿Piensa que existen las parejas perfectas?
No existen las parejas “perfectas”, pero evidentemente todas las parejas pueden perfeccionarse. De hecho, las parejas que mejor funcionan son las que están formadas por personas que toman conciencia de que cuanto mejor están ellas de autonomía emocional y equilibrio psicológico, más posibilidades tienen de crear parejas sintónicas.
En el libro habla del amor armónico, ¿cuáles son los rasgos de este tipo de amor o de relación?
El amor armónico se alcanza precisamente aprendiendo a elegir bien a la pareja y a gestionar adecuadamente la convivencia. A partir de ahí, sus dos componentes deben notar que están bien con el otro sin dejar de ser ellos mismos y que son suficientemente compatibles en comportamiento sexual, carácter, escala de valores y proyecto de vida.
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Tras un desengaño amoroso, que nos lleva al sufrimiento, hay personas que tienen miedo a volver a enamorarse, ¿qué les diría?
Pues les diría que es lógico y natural. Las personas nos acercamos al amor para disfrutarlo no para sufrirlo. Pero, como decía Plauto “El amor es tan rico en miel como en hiel”. Por eso, para hacer posibles los buenos amores, hemos de ser capaces de aprender de los malos.
¿A quién va destinado especialmente su libro?
Pues a las personas que han sufrido por amor, que son prácticamente todas. Como digo en el libro, el sufrimiento amoroso será la gran pandemia sentimental del siglo XXI. Y la única manera eficaz de combatirla es aprender del sufrimiento para fortalecernos psicológicamente. Por eso mi propuesta es que empecemos a aceptar que las parejas reales no son ideales y que las buenas relaciones no las crea el azar sino nuestra inteligencia constructiva cuando acepta que la pareja, como la tierra, es para quien la trabaja.