En la vida existen dos tipos de relaciones: las que elegimos y las que se nos imponen. Las primeras nacen de afinidades, deseos y decisiones conscientes, mientras que las segundas, como las familiares, están determinadas por el entorno y los lazos sanguíneos. Sabemos que las relaciones elegidas pueden llegar a su fin; solemos evaluar cuáles mantener y cuáles dejar atrás, teniendo claro que no todo vale. Aunque a veces duela alejarnos de ellas, contamos con las herramientas para afrontarlo y seguir adelante. Sin embargo, las relaciones familiares son mucho más complejas. Ponerles fin es una de las decisiones más difíciles que podemos tomar.
Pero (spoiler) el hecho de no haberlas escogido no significa que debamos aceptar cualquier tipo de trato, especialmente cuando se vuelve perjudicial para nuestra salud emocional y mental.
Así debió pensarlo, tras 28 años de relación, Sofía Suescun cuando decidió que su madre, Maite Galdeano, ya no vivía más con ella. La especialista en realities shows, e influencer, un día decidió ponerle las maletas a su madre fuera de casa para que se marchara cansada del trato que estaba recibiendo por su parte, y desde entonces ambas han comenzado una batalla mediática abismal que nos invita a reflexionar sobre si los lazos familiares son motivo suficiente para tratar de levantar y arreglar una relación que, en otras circunstancias, probablemente se habría roto de inmediato.
Que el conflicto entre Sofía Suescun y su madre haya captado la atención de los medios y de la opinión pública, poco tiene de casual. Más allá de la curiosidad que genera siempre que una persona reconocida exponga sus problemas en público, esta vez, la situación va un paso más allá exponiendo una realidad compleja: las relaciones tóxicas entre padres e hijos.
Más allá de las apariencias, estas relaciones generan heridas emocionales profundas que pueden afectar el bienestar de ambas partes. Y, en este caso, y contra todo pronóstico, parece ser que la situación estaba provocando malestar a la joven, que fue la encargada de poner punto y final a la relación tomando la drástica decisión de vivir con su madre. Un contexto en el que cualquiera puede verse identificado, y que nos lleva a analizar hasta qué punto debemos mantener esos lazos familiares.
Pautas para identificar una relación dañina
Una relación tóxica, sea de la tipología que sea, siempre se caracteriza por un desequilibrio en el poder y en la comunicación entre las partes. En el caso de Sofía Suescun, lo que sabemos es que las diferencias irreconciliables con su madre se han visto exacerbadas por una constante descalificación pública y falta de respeto a su individualidad en el ámbito privado.
Ha pasado en otros casos muy mediáticos que conocemos en España, como el de Bárbara Rey y su hijo, Angel Cristo, y en otros donde, en cambio, la fama y la ambición desmedida de los progenitores ha desarrollado comportamientos nocivos hacia sus hijos, como sucedió con Miley Cyrus y su padre, o con Britney Spears y su conocidísima lucha legal contra su padre.
Son tan solo ejemplos públicos que ejemplifican otras circunstancias que pueden suceder en casos anónimos, donde los padres pueden ejercer su rol de autoridad de manera desmedida, utilizando tácticas de manipulación como la culpabilización y el chantaje emocional para conseguir su aprobación y control.
El conflicto puede producirse por padres que intentan supervisar cada aspecto de la vida de sus hijos, desde sus decisiones personales hasta su vida profesional, por aquellos que ejercen presión para que sus hijos alcancen objetivos no deseados, por el uso de la culpa o victimización para hacer que el hijo ceda ante sus demandas, o por faltas de respeto mayores.
En este caso, los padres que se comportan de esta manera suelen proyectar sus propias inseguridades y expectativas no cumplidas en sus hijos, esperando que estos satisfagan sus necesidades emocionales, una dinámica que suele desembocar en un ciclo de reproches y demandas que enrarecen la comunicación y afectan el vínculo familiar y que, si no se tratan a tiempo, pueden acabar dañándola por completo sin que ninguna de las dos partes sea consciente de ello.
Cómo podemos cortar la relación familiar de la mejor manera
Aunque no hace falta decir que las relaciones entre padres e hijos son, en la mayoría de los casos, buenas, resulta fundamental saber cuándo alejarse. La decisión de hacerlo es dolorosa y difícil de tomar, pero en casos donde la dinámica tóxica afecta profundamente la salud mental o física, la distancia es necesaria para la supervivencia emocional.
Hay que tener siempre claro que el bienestar debe prevalecer sobre cualquier vínculo que nos dañe.
Por eso, si tras exponer cómo cada uno de siente no se llega a un acuerdo, ni se modifica ningún patrón conductual, la terapia puede ayudar notoriamente a que esa relación mejore. A veces los padres lo único que necesitan es darse cuenta el cordón umbilical ya sea cortado, y que, al igual que ellos, llega una edad donde los hijos ya son conscientes de su identidad y necesitan crecer aprendiendo ellos mismos de sus propios errores y aciertos.
Aún así, sucede a veces que hay relaciones que, por mucho que nos cueste admitir por el cariño que hemos sembrado en ellas, son incompatibles. Y no pasa nada. Puede que haya diferencia de intereses, o de valores que no nos permiten tener ni siquiera una relación básica con ellos. En esas situaciones podemos mantener la cordialidad, pero no hace falta que haya un apego ni una cercanía más allá. En cambio, hay otros casos extremos en los que es necesario cortar la relación por completo. Esto puede incluir situaciones de abuso emocional, físico o en las que la salud mental de los hijos esté en riesgo.
Todos, incluso los famosos, somos susceptibles de vernos envueltos en esta situación, por lo que en esos casos hay que tomar valor, definir qué conductas son inaceptables y comunicarlo asertivamente. Si eso no funciona, será momento de fortalecer la identidad y autoestima de quién está sufriendo, armarse de valor, y comunicar que no puedes seguir manteniendo esa relación en tu vida, o que, al menos, vas a alejarte un poco de ella.
El daño es inevitable para ambas partes, pero con ayuda de profesionales de salud mental puede gestionarse.
Yendo a terapia, con fuerza de voluntad, y siendo conscientes de que aquella relación tóxica estaba haciendo daño, llegará un momento donde todo esté mucho más estable, sea vea la situación en frío y, quién sabe, puede que alguna de las partes haya encontrado la fórmula para retomar la relación de manera sana.