mujer caminando mirando su reloj© Getty Images

Entrevista

Patri Psicóloga: 'Vivir deprisa le pasa factura a nuestra salud física y mental'

La psicóloga acaba de publicar su libro 'Cómo tener tiempo para todo', en el que enseña a apartarte de esa prisa que se ha convertido en cotidiana y que nos hace daño


3 de octubre de 2024 - 7:56 CEST

Ir a tu cita con el dentista, llevar a los niños al cole, pasarte por casa de tus padres, a la vez que organizas el cumpleaños de tu pareja, piensas en el regalo de tu mejor amiga y contestas a los mails que se acumulan en la bandeja de entrada del correo del trabajo... ¿Te suena? Deprisa, corriendo... para llegar a todo, para no perderse nada. Llega el momento de decir stop. Así lo cree Patricia Ramírez, más conocida como Patri Psicóloga, que acaba de publicar su libro Cómo tener tiempo para todo, publicado por Grijalbo, en el que parte de una idea clave: seguir viviendo a este ritmo, tan contraproducente para tu salud mental, no es sostenible. Por eso, no ha dudado en recopilar esas herramientas que te pueden ayudar a apartarte de esa prisa que has convertido en cotidiana y que, aunque no te des cuenta, te hace daño. Así nos lo cuenta.

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Cómo tener tiempo para todo, de Patri Psicóloga

'No me da la vida. No llego a todo'. Es una frase que, imaginamos, ha escuchado en alguna ocasión en su consulta, ¿no es así?

Así es. Escuchamos lo de ‘no me da la vida, no llego a todo, estoy reventada, no puedo con mi vida, la vida se me hace bola’. Es una frase que yo creo que tenemos interiorizada, pero porque se ha convertido en nuestro estilo de vida. Nuestro estilo de vida está sobrecargado, tiene ahora un nombre, el síndrome de la vida ocupada, y nos lleva a estar todo el día corriendo de un lado para otro, metiendo más cosas en la agenda que sabemos que no nos caben y viviendo con las consecuencias a nivel de salud mental que genera esa prisa y es estar sobre ocupadas.

¿Por qué tenemos esa sensación de que no tenemos ni un segundo libre?

Porque es verdad. Esa es la realidad. No tenemos un segundo libre porque ocupamos todo nuestro día con un montón de actividades, porque hemos asociado que estar todo el día ocupado o con una afición, ocupándote de otras personas, trabajando, con el nivel de exigencia que te marcas… es sinónimo de éxito. A una persona que está en su casa descansando sin hacer nada, no la asociamos a ‘mira qué persona más trabajadora, qué esfuerzo, qué voluntariosa, cómo lleva su vida para adelante’. Entonces, cuando uno termina haciendo esa asociación de que estar ocupada es un signo de una persona que se esfuerza, exitosa en la vida, no queremos que haya huecos, queremos meter más. Y si a esto le sumamos que estamos viviendo un momento en el que hay una sobreinformación acerca de todo aquello que deberíamos vivir, disfrutar, probar, realizar… Un ejemplo, si te sale diariamente en TikTok que hay cinco nuevas cafeterías con cinco nuevos cafés veganos, con cinco tipos de donuts distintos y cuatro hamburgueserías y un espacio nuevo que tienes que conocer, no es extraño que haya personas que practiquen este FOMO, el miedo a perderse algo. Están todo el día detrás de eso que no se pueden perder.

En alguna ocasión hemos pensado que el día debería tener más horas, pero lo cierto es que, seguro las ocuparíamos, ¿tenemos realmente un problema a la hora de gestionar nuestro tiempo?

Tenemos un problema a la hora de gestionar el tiempo y esto es algo multicausal. Por esto en el libro hay 12 capítulos que van sobre el problema para gestionar. No sabemos priorizar, no sabemos delegar. Nos cuesta muchísimo hacer renuncias, porque queremos estar en todo, porque parece que se nos va a escapar la vida. Tenemos unas expectativas demasiado altas con todo aquello que tendríamos que probar, dónde tendríamos que viajar. Nos fijamos ahora en miles de personas que hay en redes sociales yendo a cafeterías, restaurantes, viajes, escapadas, y queremos hacer lo mismo. Y el día no da para eso. Valoramos mucho más hacer, hacer, hacer en lugar de reposar, pensar, parar, y cuidar de nuestra salud mental. Nos hemos metido en un estilo de vida tanto profesional como personal, que no favorece el descanso ni una buena gestión del tiempo.

¿Qué es lo que más suele fallar en nuestra gestión del tiempo?

Lo que más suele fallar en la gestión del tiempo suele ser el introducir en la agenda más cosas de la que caben. Yo suelo recurrir a la frase que dice que antes de meter tienes que sacar, pero la gente no quiere hacer renuncias. Entonces sigue metiendo una nueva afición, un nuevo proyecto de trabajo, una nueva quedada con amigas. Hay gente incluso a la que se le solapan y que tiene dos citas el mismo día, a la misma hora. Por ejemplo un cóctel de trabajo y una cena con amigas y se escapa de un sitio corriendo para llegar a la otra cita a la mitad y, así, no perderse nada. Tenemos que aprender que hay cosas que nos tenemos que perder y que tampoco pasa nada. Por ello, por perdernos cosas, no somos ni menos cultas, ni menos ambiciosas... En definitiva, pienso que lo que falla en la gestión del tiempo es querer más, querer meter más cosas en el día de las que realmente caben. 

Otra cosa que falla mucho es nuestra capacidad para dispersarnos. No tenemos la facultad de prestar atención y de concentrarnos en lo que estamos haciendo, porque el momento tecnológico que vivimos nos lleva a tener nuestra atención, nuestra capacidad para estar presente, muy, muy deterioradas. Entonces mucha gente se dispersa muchísimo con las cosas que hace y pierde mucho tiempo en actividades que podrían ser mucho más ágiles si les prestara tanto atención como intención.

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Lo que está claro es que vivir tan deprisa nos acaba pasando factura, ¿no es así?

Vivir deprisa le pasa factura tanto a nuestra salud física como a nuestra salud mental. A nuestra salud física, porque cuando la salud mental se deteriora, la ansiedad produce trastornos psicosomáticos. Y a nivel físico también, pues el hecho de estar todo el día corriendo genera un desgaste en el organismo que no tendría por qué ser, porque es como si estuviésemos en estado de alarma todo el día, yendo mucho más acelerados.

Esto también puede llevarnos a cometer más errores, a tener más accidentes, a tener problemas relacionados con el sueño, a no tener esa quietud mental que necesitamos para poder reposar y que nuestra mente también descanse. Vamos acelerados todo el día y esto repercute en todos nuestros sistemas, hormonal, endocrino, inmunitario, cardiovascular. Afecta también al órgano de la piel o al aparato digestivo.

El estilo de vida tanto profesional como personal no favorece el descanso ni una buena gestión del tiempo

De hecho, leemos que, en su opinión, las palabras rápido, deprisa y ya las carga el diablo. ¿Deberíamos relativizar la urgencia de las situaciones?

Pienso que no deberíamos relativizar la urgencia de las situaciones porque hay situaciones que pueden requerir urgencia. Lo que sí que deberíamos hacer es saber, conocer o decidir cuándo algo es urgente y cuándo algo no lo es. La prisa y la rapidez, y el hecho de que tengamos la capacidad para responder con urgencia, es una respuesta que nos ha permitido ponernos a salvo de situaciones que requerían esa urgencia. Si yo, por ejemplo, ahora que estoy contestando esta entrevista, me acordara de que mañana a primera hora tengo que entregar el capítulo de un libro que no he hecho, necesitaría meterme prisa, enfocarme solamente en eso y actuar con celeridad. Lo que no puedo es utilizar es la prisa y la urgencia para todo en la vida, cuando realmente no son situaciones que lo requieran. Tendríamos que aprender a ir al ritmo apropiado que requiere una situación. Pero claro, cuando uno quiere meter muchas cosas en el día, a veces no le queda más remedio que apretar y acelerar para que quepan más cosas de las que realmente caben. Entonces, lo que estamos haciendo es engañar a la mente y al cuerpo. Le estamos diciendo que tiene que ir deprisa porque tiene que hacer más cuando realmente no es necesario hacer tanto. Podríamos hacer menos actividades en un tiempo que nos permitiese tener sosiego y con ello estaríamos cuidando de nuestra salud mental.

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¿Piensa que nuestros abuelos o generaciones anteriores no vivían con esta presión por el tiempo que tenemos ahora?

Nuestros abuelos y las generaciones anteriores no tenían esta prisa porque tenían menos oferta de todo. Había muchos menos restaurantes, menos actividades y planes de ocio, menos deportes que practicar. Y sobre todo, no tenían un mundo tecnológico que les tenía secuestrada la atención, dándoles miles de estímulos que los distraían. Nuestros abuelos, cuando ponían la tele, cuando les llegó la tele, solo tenían un canal. Ya está. No hacía falta estar haciendo zapping todo el rato, ni saltando de una serie a otra, ni acelerarla para ver más capítulos porque tenían disponibles toda la temporada. Tenían que esperar una semana a que llegase el siguiente capítulo. Y cuando salían al tranco de la puerta en el pueblo a hablar, no estaban hablando con un dispositivo en la mano ni pensando en otros temas, porque no los había. Estaban solamente en ese tema de conversación, ocupándose, ayudando a los demás, preguntando cómo estaba el pueblo, formando una tribu. 

Entonces, al no haber tanta oferta, no había tanta distracción. No está mal que haya mucha oferta, pero lo que tenemos que hacer es aprender a regularnos para no querer abarcarlo todo y para tomar decisiones. Todos cuando éramos jóvenes pensábamos que igual íbamos a viajar mucho más y que íbamos a conocer muchas más cosas. Y de repente te das cuenta con 50 años, como tengo yo con 53, que no va a ser posible conocer tantos países como hubiese gustado hace 30 años. Pero yo ya he hecho la renuncia. Hay gente que sigue sin renunciar y queriendo meterse en la agenda muchas más cosas de las que realmente le caben.

A mí, por ejemplo, no me gustan los viajes en crucero porque está pensado para ir a ver muchos sitios. En un solo viaje te bajas en Roma. Corres por Roma, subes al crucero, te bajas, vuelves otra vez. ¿No será mejor irte solo una semana a Roma y ver la cuidad tranquilamente? Tomarte un café en una terraza, descansar y perderte otros cinco países del Mediterráneo que igual no verás nunca más en tu vida, pero quedarte con que el que viste te dejó huella. Digo Roma, como puede ser Grecia. Pero es como que nos decimos ‘corre, que no nos perdamos nada’. Y tenemos que aceptar que tenemos que perdernos cosas para poder vivir con serenidad.

Uno de los capítulos del libro se titula 'Para llegar a todo, revisa tu todo'. ¿Deberíamos plantearnos, tal vez, llegar a menos?

Exactamente. Quien piense que al comprar el libro se va a encontrar con que le voy a dar el truco mágico para ir más rápido todavía y llegar a todo está confundido. Lo primero que hago es revisar nuestra escala de valores y plantear que para poder llegar a todo, el todo tiene que ser menos de lo que tú crees. Tengo que hacer una lista y pensar cuáles son las cosas importantes en mi vida, qué cosas tengo que priorizar. Darle importancia a la atención, al descanso, a la recuperación cognitiva, para que cuando esté en lo que esté, pueda incluso disfrutarlo y estar al 100%, porque vamos saltando de una tarea a otra durante el día y cuando acaba el día ni siquiera recuerdas dónde has estado, qué has comido, qué has cenado y a quién has saludado. Por eso, claro que tenemos que revisar el todo para que el todo sea menor y, entonces, llegaremos.

Vivir deprisa le pasa factura tanto a nuestra salud física como a nuestra salud mental

Llega ese momento en el que algo salta y nos damos cuenta de que no podemos seguir así. ¿Qué pasos debemos seguir a partir de ahí?

La pregunta es qué pasa cuando uno toca fondo, cuando uno se ve totalmente sobrepasado. Yo creo que hay una serie de signos físicos y mentales que nos dicen ‘para’. Esa sensación de estar todo el día agotado, que aquello con lo que disfrutabas ya no lo disfrutas, que te saltas tus hábitos de vida saludables porque no eres capaz de mantener un poco de esfuerzo, de fuerza de voluntad, porque el propio día te agota, que tienes ganas de llorar y no sabes por qué, incluso tienes problemas del sueño.

Todos estos signos nos están diciendo que estás con un pie dentro del burnout, te dicen que tienes que parar y que tienes que replantearte tu estilo de vida. Cuando eso sucede, paramos y nos replanteamos nuestro estilo de vida, a partir de ahí va a ser algo muy personal. Habrá gente que igual sea incapaz de ser puntual porque gestiona mal el tiempo que necesita para cada cosa y tendrá que aprender a trabajar la puntualidad. Otra persona tendrá que trabajar el priorizar las cosas que hace al día, otra tendrá que saber hacer renuncias porque no quiere renunciar, porque hay gente que no se quiere perder ni un solo plan. Otra persona tendrá que detectar cuáles son sus ladrones del tiempo y qué es lo que le lleva a distraerse continuamente en lugar de centrarse en lo que se tiene que centrar. Y habrá gente que tenga que trabajar todos los capítulos del libro porque todo lo haga mal. Entonces, a partir de aquí va a depender un poco del análisis de cada uno sobre su situación. Yo creo que lo va a detectar muy fácil leyendo el libro.

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Aprender a decir que no, a priorizar, a marcar límites... suena muy bien en la teoría. Pero, ¿por qué nos cuesta tanto conseguir estas metas, fundamentales para no sentirnos sobrepasados?

El decir que no y marcar límites nos cuesta mucho porque hemos sobrevivido como una tribu gracias a la ayuda mutua que nos hemos prestado. Y cuando tú prestas ayuda a los demás, obtienes mucho reconocimiento: ‘Qué buena persona es, qué buena madre que está entregada a sus hijos, qué buena amiga, qué buena hermana, mira cómo cuida de los suyos’. Recibimos mucha validación y esto repercute en nuestra autoestima. Aprendemos que nuestro valor como persona depende de todo aquello que damos a los demás. Y en el momento en que tú dices no tengo tiempo para mí, me tengo que empezar a cuidar. Menos mal que se ha inventado la palabra autocuidado y a algo tengo que decir no para poder cuidarme yo.

Eso sí, entonces ya no eres la persona de antes. ‘Es que ya no quedas conmigo, ya no me dedicas tiempo’… La gente empieza a criticar lo que antes era, tal vez, una excesiva dedicación. Entonces aquí tenemos que tener el convencimiento y cambiar creencias. Es maravilloso darnos a los demás y no podemos dudar de que el valor de la ayuda es importantísimo, pero no podemos renunciar al tiempo que necesitamos para nosotros.

Por eso nos cuesta decir que no, porque sabemos que vamos a incomodar. Cuando decimos que no, pienso que siempre es importante valorar. ¿El favor que dejo de hacer a otra persona o el compromiso que dejo de tener es más importante que el bienestar que yo gano teniendo ese tiempo para mí? Porque no es lo mismo decirle a alguien ‘no te acompaño a la quimio porque tengo que ir a zumba’. Yo creo que ahí es más importante acompañar a una amiga a la quimio, si no tiene otra persona que lo haga. Pero no es lo mismo decir que no acompaño a otra amiga a la que le apetece salir entre semana a cenar o a tomar algo, porque yo prefiero levantarme la mañana siguiente temprano para correr. En este caso, el beneficio que yo tengo diciendo que no a esa cena creo que es más importante que acompañar a la cena y renunciar a tu carrera. Tenemos que hacer siempre un poco esa valoración.

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¿Por qué piensa que procrastinamos tanto, que lo dejamos todo para más tarde?

El principal motivo por el que procrastinamos es porque nos produce una emoción incómoda: la tarea es difícil o aburrida o es algo que no nos gusta hacer. Hasta ahora se pensaba que procrastinar era algo relacionado con la fuerza de voluntad, pero hoy sabemos que es algo mucho más emocional. Así que todas las herramientas que hay en el libro para trabajar la procrastinación van relacionadas con cómo manejamos las emociones en esa situación. Y ahí hay muchas cosas que podemos hacer para vencer la procrastinación, porque procrastinar realmente es una tarea que por un lado puede tener un beneficio evolutivo, porque hay veces en que procrastinamos algo que tiene que ser así. Tú imagínate que a ti te han propuesto hacer un negocio o meterte en un negocio y lo vas dejando porque no lo ves claro, porque te da miedo, porque te genera inseguridad. Y puede que sea cierto que sea un negocio que no sea seguro. Entonces cuando procrastinamos, primero tenemos que plantearnos si hay un motivo que lo justifique. Si no lo hay, porque es algo que tengo que hacer sí o sí, realmente es poco inteligente seguir dejándolo, porque cuanto más lo dejamos, más se incrementa el malestar que tengo con esa tarea que procrastino.

Debemos empezar por cambios pequeños, porque a veces un gran cambio a medio y largo plazo nos genera angustia

Habla de la importancia de un cambio de hábitos, un proceso complejo por lo que supone el hecho de dar la vuelta a cosas que tenemos muy interiorizadas. ¿Debemos empezar por cambios pequeños?

Exactamente. Debemos empezar por cambios pequeños, porque a veces un gran cambio a medio y largo plazo nos genera angustia. Y suelen ser cambios, además, que llevamos planteándonos muchísimo tiempo y que nunca hemos conseguido. La gente se cree que los pequeños cambios no nos llevan al final, pero realmente cualquier gran cambio empieza por un pequeño paso y cuando uno consigue dar un pequeño paso y ya se ha metido en ese carril que nos encamina, ya solamente hay que seguir caminando. Entonces hay que darle valor a esos pequeños pasos que nos van acercando al lugar donde al final queremos ir.

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