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Psicología

Qué se esconde detrás de la queja y por qué hay que evitar quejarnos tanto

Podríamos decir que quejarnos constantemente es inútil, no nos hace bien y deberíamos optar por otro tipo de respuestas emocionales. Sin embargo, la queja puede ser positiva. Nos habla de todo ello un experto en psicología y coaching. 


2 de octubre de 2024 - 10:19 CEST

Alguna vez has pensado en cuánto te quejas a lo largo del día? Quejarse es casi un reflejo, una respuesta automática a todo lo que no nos gusta. Pero, ¿qué pasa cuando la queja se convierte en un hábito? Luis García Ruiz, escritor, conferenciante, mentor de negocios y fundador de la Escuela de Aprendedores y autor de varios libros, nos explica cómo este mecanismo, aunque natural, puede ser una cárcel emocional que nos aleja de la solución y nos ancla en el malestar. Te contamos cómo la queja influye en tu vida y qué puedes hacer para transformarla.

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- Leer: ¿Eres de esas personas que necesita culpar a los demás?

¿Qué es exactamente una queja?

Queja viene del latín quassiare, de quassare, que significa golpear violentamente, quebrantar, y expresa un dolor, una pena, resentimiento, desazón... Una amplia gama de sensaciones que transmite cómo nos sentimos o percibimos un hecho, un acto o una situación que nos disgusta o genera malestar y, por tanto, conlleva una crítica, pero con una relación en común: su carácter negativo.

La queja proviene de la frustración que sentimos al ver que nuestras expectativas (lo que esperamos que ocurra, lo que nos hemos imaginado o lo que deseamos) no se han hecho realidad y nos colocan en el rol de víctima. Al quejarnos, descargamos la culpa de una situación, comportamiento o hecho en algo, o en otra persona, utilizando este mecanismo de defensa que nos ayuda a no asumir nuestra responsabilidad ante un escenario que no nos agrada.

¿Por qué las personas se quejan con frecuencia?

Es obvio que quien se queja está insatisfecho. Lo malo es que algunas personas eligen la queja como respuesta universal a todos sus problemas. Emplean más tiempo y energía en lamentarse que en buscar soluciones para eso que les causa tanta insatisfacción.

Como la mayoría de los comportamientos que tenemos son aprendidos e imitamos desde niños a nuestros padres, tenemos la queja programada en nuestras vidas de forma habitual.

No es malo quejarnos de vez en cuando, siempre y cuando tengamos posteriormente una actitud proactiva. Lo que no deberíamos aceptar es quejarnos permanentemente por casi todo, sin hacer nada.

Luis García Ruiz

Nos quejamos de si hace frío, calor, si llueve, si hace viento; de nuestro jefe o compañeros, de si tenemos mucho trabajo o poco; de nuestra pareja; de lo que han hecho o dejado de hacer o decir nuestros padres, hermanos, cuñados, hijos; de los políticos; de que no tenemos tiempo; de que no somos capaces de… y así podríamos seguir hasta hacer una lista innumerable de quejas y lamentos.

Quejarse indica una falta de responsabilidad ante las personas y las situaciones, pues hay que tener en cuenta que, cuando nos quejamos, acusamos a los demás o a las circunstancias de nuestra infelicidad y quedamos exentos de toda responsabilidad, como si nuestro bienestar dependiera del exterior. Nos convertimos en víctimas de nuestra realidad.

Las quejas, de tanto repetirse, se convierten en un estilo de vida, en la cárcel de las quejas.

© Adobe Stock

¿Qué efectos tiene la queja en el estado de ánimo?

Hay una diferencia entre compartir cómo te sientes o plantear un problema específico con el objetivo de recibir consejo o ayuda, y simplemente quejarse sin intención de actuar para cambiar la situación.

Cuando la queja pasa a ser un estilo, un hábito y una tendencia predominante ante situaciones de malestar, se convierte en una estrategia contraproducente y perjudicial para nuestra salud psicológica, física y social.

La persona que está todo el día quejándose suele ser muy exigente y perfeccionista, además de pesimista. Está todo el día diciendo lo mal que le va y lo malo que le pasa y, como consecuencia, siempre está de mal humor.

Luis García Ruiz

Cuando te quejas con regularidad, tu mente tiende a enfocarse en lo que está mal. Esto puede llevar a una mentalidad negativa y autocrítica, lo que disminuye tu autoestima. En mi caso, me convertí en un quejica compulsivo que me llevó a un diagnóstico de esclerosis múltiple, como comparto en mi primer libro Empieza a vivir ahora.

 Quejarse no cambia las situaciones, tampoco a las personas ni a las cosas, tan solo informa de que la realidad no nos agrada. 

- Leer: Cómo acabar con la tiranía de los pensamientos negativos

¿La queja constante afecta a las relaciones personales?

La queja a menudo crea un ciclo en el que te sientes mal contigo mismo y con tu vida. Cuanto más te quejas, más negativo se vuelve tu estado mental, lo que a su vez te lleva a quejarte aún más.

La incesante manía de quejarse termina desgastando las relaciones y alejando a las personas de tu vida.

La negatividad crónica puede ser agotadora para quienes te rodean, lo que puede afectar tus relaciones y tu sensación de conexión.

© Getty Images

¿Por qué algunas personas se quejan más que otras?

Hemos escuchado la queja constantemente y eso nos lleva a estar quejándonos las 24 horas del día. A veces, por sacar conversación, empezamos a contar nuestras penas y nos hemos acostumbrado a ello, siendo nuestro tema estrella. Estar juzgando al otro y a nosotros mismos, buscando ese fallo para poder criticarlo y quejarnos sobre lo que nos ha pasado o nos han hecho.

Todos nos quejamos en algún momento. Y en determinadas ocasiones, nos quejamos mucho más. Probablemente, todos necesitamos quejarnos como una vía de escape en alguna situación. En una buena medida, la queja es una forma de desahogarse, de expresar una emoción, de liberar una tensión.

Algunas personas no paran de quejarse de lo mal que les va porque simplemente se sienten incomprendidas. Pero cuando se vuelve algo cotidiano, hay que escuchar atentamente y entender de dónde viene esa queja, qué efectos tiene en la persona que lo hace y qué efectos tiene sobre nosotros.

- Leer: Así son las personas con complejo de víctima

 ¿Qué consecuencias físicas puede tener quejarse demasiado?

Algunas investigaciones parecen sugerir que la queja continua incrementa los niveles de cortisol, lo que hace que aumente la vivencia de estrés y que el organismo se sitúe en una situación similar a la del ataque o la huida.

Si las quejas del trabajo se tornan habituales, se vuelve más automático notar lo negativo, y más desafiante percibir lo positivo sobre otras cosas en la vida. Las quejas frecuentes nos ponen en el mismo tipo de riesgo que el estrés crónico. Cuando la mente percibe una amenaza, como sucede cuando nos recordamos constantemente lo mal que están las cosas en el trabajo, se activa la respuesta al estrés del cuerpo. Las quejas te pueden enfermar a nivel físico y emocional.

¿Cuál es la diferencia entre quejarse y expresar una preocupación legítima?

La queja es, en esencia, la expresión de una emoción, y es preferible expresar lo que sientes que reprimirlo, siempre y cuando no cause daño a los demás. 

Es normal desahogarse. Puede ser liberador tener a alguien que nos escuche porque nos ayuda a sentirnos menos estresados, sabiendo que tenemos personas en nuestras vidas que entienden lo que estamos pasando y nos acompañan.

Luis García Ruiz

Necesitamos desahogarnos de vez en cuando. Pero muchos de nosotros exageramos a veces. Quejarse no es malo, pero hacerlo por cosas pequeñas, que en realidad no importan, sí lo es. La queja no resuelve nada, a no ser que la usemos tan solo para desahogarnos de forma breve. Esto resulta eficaz cuando no es repetitivo en el tiempo; de lo contrario, resulta inoperante, pues no aporta soluciones.

Cualquier pensamiento o comportamiento habitual puede volverse propenso a repetirse. En ese sentido, quejarse no es diferente de tomar una determinada rutina: cuanto más lo haces, más automático se vuelve.

- Leer: 5 consejos para salir del bucle de la queja constante

© Getty Images

¿Qué alternativas hay para expresar descontento sin caer en la queja?

Hay que diferenciar una queja de una reclamación, pues son dos maneras distintas de expresar un malestar. En el primer caso, si la persona no se responsabiliza de aquello de lo que se está quejando, lo único que está haciendo es echar balones fuera como mecanismo de defensa. Lo que tendríamos que hacer es convertir esta queja en una palanca de cambio e implicarnos para revertir la situación que nos parece injusta o no nos gusta.

Quejarse no tiene por qué ser sinónimo de debilidad ni de mala educación si se hace con una finalidad constructiva, aportando alternativas y como búsqueda de solución y no como hábito. La frecuencia, la intensidad, el contenido de la queja y la forma de expresarla es lo que marca la diferencia entre lo funcional y lo nocivo.

Quizá no podemos cambiar todo lo que ocurre en nuestra vida, pero podemos, al menos, intentar tener un poco de autocontrol y quejarnos con menos frecuencia, ser más agradecidos con las cosas que sí funcionan o pasarnos a la queja constructiva.

Al quejarnos, manifestamos que las cosas no han salido como pensábamos o que el otro no ha actuado como queríamos, solicitando que sean resueltas. Pero la queja no se resuelve desde fuera, sino desde uno mismo, desde nuestro propio interior.

El hecho de preguntarnos de manera sincera para qué nos sirve la queja que estamos emitiendo y qué es lo que ganamos con ella nos permitirá descubrir aquello que necesitamos. Al tomar conciencia de que estás en modo queja, ves aquellas cosas sobre las que te sueles quejar.

Exprésate, pero no te quejes sin conciencia. Y, sobre todo, el giro importante de dejar de quejarte es hacer todo lo contrario y practicar el agradecimiento. Te animo a que hagas este sencillo ejercicio después de 24 horas sin quejarte; te sorprenderás.