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mujer seria apoyada en la pared© Getty Images

¿Cuáles son las 5 causas más habituales de la frustración?

Una experta nos resume los motivos por las que nos frustramos relacionados con nuestro desarrollo personal


25 de septiembre de 2024 - 8:23 CEST

La frustración es una emoción, sin duda, compleja de gestionar. “Surge cuando hay un desajuste entre nuestras expectativas y la realidad; y puede ser por un obstáculo que identifiquemos o puede que no seamos capaces de ver lo que nos separa de alcanzar nuestras metas y deseos”, nos anticipa Maïté Issa, es coach de desarrollo personal, quien añade que, sin embargo, podemos tomar en cuenta otras causas. “Según la Teoría del control de la frustración, del psicólogo Robert A. Baron, la frustración aparece cuando una persona siente que ya no tiene el control sobre una situación determinada o cuando siente que el control que tiene para alcanzar su objetivo es limitado”, nos cuenta.

Esto también significa que si una persona siente que tiene el control o la capacidad de cambiar la situación, es menos probable que experimente una frustración intensa. En cambio, si siente que está a merced de factores externos, la frustración puede intensificarse. “La frustración se identifica con irritabilidad, impotencia y desánimo. Pero también es fuente de problemas más importantes como la ansiedad”, añade.

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mujer pensativa, junto a la ventana, con la cabeza apoyada en la pared© Getty Images

¿Cuáles son las 5 frustraciones típicas del desarrollo personal?

La experta nos resume cuáles son las cinco frustraciones más comunes en el desarrollo personal son:

  1. Estancamiento. Cuando sientes que no progresas en el objetivo que te has propuesto, lo más común es la frustración y la sensación de haber perdido tiempo y recursos sin ningún avance.
    Muchas personas abordan prácticas de desarrollo personal sin haberse decidido –al menos no en conciencia– en cuanto a la meta que desean alcanzar; entonces comienzan un camino lleno de dudas que les impide avanzar.

    Y llega la indecisión, que es el miedo a equivocarse. Sentimos miedo de que si nos comprometemos con una idea, y no lo conseguimos, esto pueda significar que no seamos capaces de llegar a donde deseamos. La gente confunde “el no sé cómo” con el “no puedo”.
    La indecisión es un mecanismo de defensa de nuestro ego, nos mantiene en la indecisión para evitar el fracaso y las emociones que genera. Así sucede, por ejemplo, con una persona que quiere lograr un ascenso en su trabajo, pero no identifica cuáles son los obstáculos que le han impedido progresar en la organización hasta ahora. Por lo que no sabe qué necesita cambiar o qué tipo de transformación requiere.
    Igual que si se tratara de puntería, en desarrollo personal los objetivos que persigues deben estar muy claros y el estancamiento puede aparecer porque la meta no es concreta.

    En estos casos es imprescindible revisar si hay un miedo, o creencia limitante, que te impide tomar una decisión. Por mencionar algunos patrones muy comunes, y siguiendo con el ejemplo, puedes tener aprendizajes inconscientes que te han hecho creer que el progreso laboral te puede traer discordia en tus relaciones, o que el dinero te convertirá en una persona infeliz, porque es algo que viviste en el pasado o que viste en tus cuidadores o padres.

    En resumen, si hay estancamiento, normalmente es porque hay indecisión. Y si hay indecisión es que hay un miedo al fracaso o creencia limitante que frena el progreso.
  2. Expectativas que no llegan a cumplirse. Muchas veces hay expectativas de que, simplemente por ponerse una meta y desarrollarse personalmente, esto quiere decir que ya estamos en el resultado final; y no es así.
    El hecho de que estemos transformándonos a nivel interno, rompiendo creencias que nos sabotean, entre muchas otras cosas, no quiere decir que en el exterior el mundo se vaya a alinear enseguida con nuestra nueva visión interna. Puedes haber fijado un objetivo, haber leído libros de desarrollo personal, haber descubierto un miedo, y haberlo superado: pero aun así no estar en la meta que deseas.

    Uno de los mayores problemas del desarrollo personal es la poca gestión de la impaciencia de esta sociedad “microondas” en la que vivimos, que básicamente estamos programados a fracasar porque nos ponemos nerviosos hasta cuando algo que pedimos se tarda más de tres días para llegar a casa.
    Y lo que pasa es que todo lo que queremos construir en la vida requiere más dedicación y una gran mayoría de personas abandona en el camino para lograrlo.
    Cuando se hacen prácticas de desarrollo personal hay que tener mucho cuidado con guías que no son profesionales porque, en muchos casos, crean expectativas (o enseñan a crearse expectativas) con una inmediatez que no es sensata.
    Es cierto que podemos lograr cosas que están muy por encima de la capacidad que creemos tener, pero esto necesita una visión enfocada en acciones, autodisciplina, una mentalidad o mindset determinado; y esto no se logra solo por desearlo. Para ayudarte a conseguirlo están las prácticas de desarrollo personal justamente.
  3. Comparaciones irracionales. "En mis formaciones lo suelo llamar comparacionitis, y es un paso en falso que a veces dan las personas cuando comienzan una práctica de desarrollo personal y no paran de comparar los resultados que obtienen con el de los demás", indica.

    Ninguna persona es igual a otra, sus patrones inconscientes y sus aprendizajes anteriores no son los mismos que los tuyos. Entonces el progreso para manifestar, por ejemplo, una relación sentimental estable, no puede ser el mismo entre dos personas que hacen la misma práctica.

    Es muy común que, cuando las primeras personas comienzan a celebrar resultados, hay otras personas que no pueden superar esta compulsión a compararse y renuncian a la práctica, se frustran hasta un punto de incluso dejar a un lado el objetivo que buscaban porque “yo no sirvo para esto”, o porque “este método funciona a otros pero no a mí”.
    Lo cierto es que esa comparación crónica puede ser el resultado de que te hayan criticado mucho tus padres o cuidadores, y tengas una creencia base de que eres menos que los demás; por eso el miedo constante a que te superen quienes te rodean.
  4. Miedo al fracaso. El temor a no cumplir con las expectativas (propias o ajenas) puede generar “parálisis por análisis”, que es precisamente la inacción por miedo al fracaso. Podemos hundirnos en dudas, o tratar de tener toda la información antes de dar el paso, pero este agobio es solo una excusa para procrastinar la acción, y que esta te dirija al fracaso.

    Para entender cómo funciona, es importante saber que los miedos o creencias limitantes están en una base tan profunda de nuestro inconsciente, que no nos permitimos considerar otras opciones: si has aprendido que tú no vales lo suficiente para merecer una recompensa digna por tu esfuerzo, o si estás convencida de que el estado de carencia que estás viviendo –por ejemplo, escasez de dinero o soledad– es lo que hace que te parezcas a tu madre, lo más seguro es que todo lo que haces y vives valide este pensamiento.
    Esta constante reafirmación del pensamiento base, que te mantiene en la situación que no quieres, se llama “sesgo de confirmación”.

    En el pasado, quizás has identificado estas creencias a tu supervivencia, a conseguir que no compitieran contra ti o recibir el afecto de los que te rodeaban. Entonces hay una resistencia interna que haces para no cambiar esta situación. Esa resistencia se puede manifestar de muchas formas y el miedo al fracaso es una de las más comunes.
    En desarrollo personal, las personas pueden matricularse en cursos, leer los libros, seguir las cuentas en redes sociales, pero a la hora de poner manos a la obra en la práctica, sienten que el miedo toma el control y prefieren posponerlo indefinidamente.

    Parece que tuvieras miedo a fracasar, pero en realidad sientes más miedo al cambio, a lo que implica abandonar la situación en la que has estado hasta ahora. Y como la inacción también te dirige de alguna forma al fracaso, la frustración está asegurada desde la primera etapa de cualquier práctica de desarrollo personal.
  5. Dificultades en la autodisciplina. Seguimos en la misma línea de los problemas anteriores, porque se trata de un autosabotaje que incorporas en cada etapa de la práctica de desarrollo personal que has elegido comenzar.
    Procrastinación, falta de motivación, excesiva atención en detalles molestos, obstáculos imaginarios, todas estas distracciones o “accidentes” se van acumulando para boicotear tu práctica de desarrollo personal; y la razón es que así confirmas los miedos que traes de base, te aferras a la situación que has identificado erróneamente como segura (si no asciendo en mi trabajo no me envidian, si no tengo pareja no sufriré, si no tengo dinero no me meteré en problemas). Pero entras en el conflicto entre tu consciente, que quiere que evoluciones hasta lograr lo que deseas, y tu inconsciente que lucha con todos sus argumentos para detener este intento de cambio.

    Cuando saboteas tu propio intento de lograr las metas con fallos en tu disciplina, entras además en un sesgo de confirmación muy centrado en problemas de autoestima, porque reconoces que te falta la voluntad y el temple necesarios para controlar y superar tus apetitos de fracaso.
    Así, entras en una espiral de frustración que te hace más daño, porque cada intento de autodisciplina fallido –no me concentro, llego tarde de nuevo, no tenga tiempo para continuar– te lleva a juzgarte severamente, porque reconoces que repites un patrón y que no has podido superarlo.

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¿Por qué deberíamos evitarlas?

En opinión de la experta, evitar estas frustraciones es crucial porque llevan a una disminución de la autoestima, así como a ansiedad y depresión. “La acumulación de frustraciones sin abordar puede crear un círculo vicioso que afecta tu estado mental y tu autoestima, ya que es la pescadilla que se muerde la cola, la frustración alimentándose a sí misma”, indica.

Además, nos cuenta que desde la perspectiva neurobiológica, existen evidencias científicas de que la frustración activa áreas del cerebro relacionadas con el control emocional, como la corteza prefrontal, y puede llevar a respuestas fisiológicas como el aumento de la frecuencia cardíaca, dificultades respiratorias, liberación de cortisol y adrenalina, típicas de respuesta de lucha o huida.

“Este es un patrón que hemos heredado de tiempos muy antiguos, cuando debíamos sobrevivir en circunstancias muy adversas, y defendernos de agresores como las catástrofes naturales o los depredadores. Hoy no vivimos en ese entorno y debemos evitar este desgaste de nuestra mente porque ya no está en equilibrio con lo que requerimos para adaptarnos. Ahora necesitamos mejor conexión con nuestra psique para la evolución que queremos lograr, y las prácticas de desarrollo personal son una herramienta fundamental para conseguirlo”, argumenta.

 Cuando sientes que no progresas en el objetivo que te has propuesto, lo más común es la frustración y la sensación de haber perdido tiempo y recursos sin ningún avance

mujer agobiada frente a su ordenador personal© Getty Images

Tolerancia a la frustración

En el otro extremo, nos preguntamos si se debe trabajar también lo que podríamos calificar como tolerancia a la frustración. “Es bien sabido que negar nuestras emociones reales nos produce aún más frustración, por eso no lo vería como crear una tolerancia artificial, como si se tratara de una resignación. Pero sí hablaría de resiliencia. La American Psychological Association define la resiliencia como aquellas medidas que tomamos para adaptarnos con éxito en situaciones de adversidad, trauma, amenazas o tensión”, nos dice.

Por ello, fortalecemos la capacidad de soportar la incomodidad emocional que surge cuando las cosas no salen como se espera, manejamos mejor las emociones negativas y aprovechamos la coyuntura para el autoconocimiento y crecimiento personal.

“Es importante observar que estamos desarrollando una necesidad de gratificación inmediata que influye mucho en la frustración. Hay un estudio en el que analizan la capacidad de los niños a controlar la frustración y no necesitar la gratificación inmediata: les daban un dulce a los pequeños con instrucciones de que aquellos que no se lo comieran, recibirían un segundo dulce. Aquellos que no pudieron aguantar y optaron por el primer dulce, en el seguimiento del estudio descubrieron que tenían una mayor tolerancia a la frustración, consiguieron mejores resultados en sus estudios, mejores logros en su vida”, explica la experta en coaching.

Esto es porque todo lo que deseamos está al otro lado de las frustraciones, y por eso nuestra capacidad de estar cómodos en la incomodidad de las frustraciones es un elemento muy importante en nuestro éxito a largo plazo.

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Negar nuestras emociones reales nos produce aún más frustración

¿Qué debemos hacer para tratar de evitar estas frustraciones?

Tal y como nos explica la experta, para evitar frustraciones, no se trata de evitar el miedo que te produce una meta que está fuera de tu zona de confort. Si te pusieras solo metas “alcanzables”, no habrías tenido el crecimiento que has alcanzado hasta hoy.

“El tema es encontrar el justo balance entre una meta que esté fuera de tu zona de confort, una meta que te dé miedo y emoción al mismo tiempo, que te empuje a transformarte como persona, y que a la vez no sea demasiado grande como para paralizarte de ansiedad. Es importante entender que nada de esto tiene que ver con lo realista que puede parecer una meta, sino con la capacidad que crees tener y cuánto confías en ti para conseguir esa transformación”, apunta, añadiendo que hay que buscar resultados sostenibles en el tiempo, no inmediatos.

¿Y si ya has entrado en esa espiral de frustración? En ese caso, la experta cuenta que lo primero es practicar la atención consciente desde la autocompasión, que es la clave para obtener resiliencia y éxito a largo plazo. “Los trabajos de la psicóloga californiana Kristin Neff apuntan que cuando nos tratamos bien ante la dificultad y el reto, no abandonamos nuestro progreso tan fácilmente como cuando nos tratamos mal. Cuando nos tratamos bien entendemos el reto como un juego, cuando hay una dificultad la entendemos como un aprendizaje y aprendemos, precisamente, a celebrar nuestros logros”, dice.

Esto es observar los patrones que repites, tus emociones al respecto, las ideas relámpago que surgen en tu mente cuando estás en esas situaciones, pero evitando juzgarte por ello.

“Solo partiendo de una autoestima sana puedes avanzar en las metas que tienes. Además, identificar tus creencias limitantes es un punto de partida obligatorio para alcanzar el éxito que te has propuesto. Estos aprendizajes están normalmente muy ocultos en tu inconsciente, pero cuando logras reconocerlos y hacerte consciente de ellos, es mucho más fácil evitar que dominen tus decisiones y tus acciones. Si mantienes una visión compasiva y empoderada de ti misma, reconociendo tus logros y el valor que ha requerido llegar hasta el punto de querer sanar, o desear una nueva realidad para ti, ya es el comienzo de un éxito inevitable”, indica.

Solo partiendo de una autoestima sana puedes avanzar en las metas que tienes

Personas que se frustran más que otras

Seguro, eso sí, que has visto en tu entorno que hay personas que se frustran más que otras. “La predisposición a la frustración varía entre una persona y otra, porque somos una suma de nuestra realidad cotidiana, nuestras creencias limitantes, aprendizajes y experiencias de frustraciones anteriores también. No responderá igual una persona con escaso apoyo social, además que el contexto cultural también influye, porque la actitud hacia un obstáculo y la frustración por no poder superarlo suele ser una herramienta compartida por integrantes de una misma comunidad”, indica la experta en coaching, que concluye remarcando que los rasgos de la personalidad son una diferencia poderosa, porque hay personas con menos tolerancia que otras o con mayor resistencia a los cambios.